Por cuatro largos años, las autoridades de Estados Unidos le siguieron la pista a una organización que estaba inundando con toneladas de cocaína el distrito de Florida, en Estados Unidos, usando novedosas rutas que salían de Colombia y pasaban por Puerto Rico y República Dominicana. La red era comandada por un expolicía wayú, quien usó su origen para tratar de evadir a la Justicia.
Se trata de Heller Ramiro Cambar, quien formaba parte de uno de los resguardos indígenas más grandes de La Guajira. En el escrito de acusación, conocido por SEMANA, se afirma que, gracias a sus conocimientos y experticia como inspector de Policía en el corregimiento de Uribia, la organización le pudo hacer el quite a los estrictos controles marítimos, así como a los gigantescos operativos para cazarlos.
“Proporcionó apoyo logístico a las empresas de contrabando de drogas mediante la obtención de suministros para las embarcaciones rápidas utilizadas”, señala uno de los apartes del indictment firmado por la Corte para el Distrito de Puerto Rico, que solicitó en extradición a Cambar por concierto para delinquir y tráfico de drogas ilícitas.
Irónicamente, la falla técnica en una lancha que movilizaba 642 kilos de cocaína les permitió a las autoridades estadounidenses armar el rompecabezas de esta organización, que habría traficado 5 toneladas de cocaína. La lancha tuvo que parar de emergencia el 2 de agosto de 2020 en Puerto Rico, donde fue interceptada por la Guardia Costera de Estados Unidos. Por la situación, uno de los tripulantes se quebró y contó todo.
Entregó los cruces de mensajes en clave que habían sostenido con el expolicía en sus teléfonos satelitales, en los que Cambar hizo varios apuntes sobre las acciones que se debían tomar, siguiendo todo al pie de la letra “porque era su salvavidas”.
“Declaró que los tripulantes están ‘locos’ por llamar para pedir permiso para desechar. Durante la llamada, Barros Casadiego dijo que esperaba que no hayan tirado la droga”, señala uno de los apartes probatorios. Esta es una de las costumbres de los narcos, deshacerse de las pruebas para evitar capturas.
Desde su sede en La Guajira, el expolicía controlaba absolutamente todos los movimientos de las embarcaciones, entregando información de primera mano sobre lo que se debía hacer con la mercancía, la forma como debían cargar el “agua” (en referencia al combustible) para no quedarse varados, así como lo que debían hacer si eran interceptados.
“Dio instrucciones a la tripulación de que debían llevar la droga a Puerto Rico como primera opción, pero que, si había algún problema con las autoridades, la segunda opción sería desviarse y tocar tierra en la República Dominicana”, señala el extenso documento que cita varias horas de grabación.
Con todo en contra, la extradición a cuestas y a punto de tener que usar el overol naranja de las prisiones americanas, Cambar, aprovechando su origen indígena, trató de sacarle el cuerpo a la Justicia imponiendo esa jurisdicción.
No lo salvó el hecho de presentarse como integrante de la comunidad indígena siapana, del Resguardo Indígena de la Alta y Media Guajira, pues los mismos líderes de esa comunidad le dieron la espalda al señalar que “el sistema de juzgamiento wayú no permite que la actuación se adelante con ausencia del responsable”.
Pese a que reconocieron que el expolicía era “una persona honrada, trabajadora y servidora en muchas comunidades de donde goza de aprecio y prestigio”, no podían asumir ninguna acción o requerimiento en contra de él. Con esta evidencia, la Corte Suprema de Justicia avaló la extradición del indígena, quien se expone a una condena de hasta 30 años de prisión por la gravedad de sus actos.