“La colaboración para los señores de las botas altas”, así, sin reparos, ni temores, una mujer que trabajaba en la campaña de quien se supone sería el sucesor del entonces alcalde de Tuluá, John Jairo Gómez, hablaba con su jefe sobre la “colaboración” que tenían pendiente con un grupo de criminales que la mujer no tiene problema en reconocer que se trata de la “guerrilla”.
“Los señores de las botas, la guerrilla pues, ya es la segunda vez y está toda rara, toda rancia, entonces le pide uno un favor y no es capaz de hacerlo, el alcalde debe saber que los secretarios no están haciendo el mínimo favor”, se escucha en la conversación en la que advierten que los secretarios de despacho en Tuluá no “colaboraban” con la campaña.
SEMANA conoció el expediente que ahora tiene en la cárcel al exalcalde Gómez, a dos de sus secretarios y a quien aspiraba a sucederlo en la alcaldía, el coronel en retiro Jorge Alexánder Gallego (también exsecretario). Se trata de documentos, fotos, audios, interceptaciones y declaraciones que se convierten en los capítulos de una descarada secuela de corrupción y alianzas criminales.
En los audios se habla de una alianza con la Inmaculada, de “parar” las extorsiones como un favor al coronel Gallego antes de convertirse en alcalde. Las conversaciones anticiparon una relación corrupta con un propósito electoral. Los delincuentes advierten la diferencia entre una extorsión y un “apriete”, una forma de presión a las víctimas.
Informante: El hombre me dijo que le colaboráramos en una vueltica, si podíamos desabrochar una cosa, yo le dije que voy a hablar con ellos, pero no creo. Que si le podemos colaborar que aflojen un poquito la extorsión y todo eso.
Óscar: No es extorsión, son aprietes, y ellos saben cuál es el apriete, sino lo que yo le digo de la extorsión hay que parar, nosotros vamos a hablar eso, una cosa es la extorsión y otra los aprietes.
Como si se tratara de una organización delictiva y no de funcionarios públicos, las conversaciones que logró interceptar la Fiscalía advierten una manguala creada con el único objetivo de apropiarse de recursos públicos y destinarlos a una campaña política; también para financiar las fiestas de grupos criminales como la Inmaculada y la “guerrilla”, aunque no aclaran si es el ELN o las disidencias de las Farc.
“Hay que hacer que este huevón muestre su ventaja como experto en seguridad, ¿sí me entendés?, su experiencia en la dirección nacional, en la dirección de la Policía de Bogotá; yo no sé, devolvamos lo que ellos tienen para hacer en contra de nosotros, volvámoslo a nuestro beneficio, ¿sí me entendés?”, se escucha en la voz del entonces alcalde John Jairo Gómez.
Los funcionarios comprometidos y capturados por la Fiscalía eran conscientes de la ilegalidad de sus actuaciones, incluso anticiparon su llegada a la cárcel. Lo decían en las conversaciones, lo revelaron los testigos. Los contratos eran irregulares y los responsables se inmolaron por la campaña del coronel Gallego y bajo las órdenes del alcalde Gómez, quien, más que mandatario, se comportaba como cabeza de una organización criminal.
“Jefe, estamos debatiendo para esa contratación directa para la alimentación y ya hablamos con Alcira, ella dice que lo saquemos desde Gobierno y directa, eso no se puede hacer ahorita, nos meten a la cárcel antes de hacer el hallazgo (…) Ellos revisan y no hacen nada, cuando llegue la investigación, al que cogen es a usted, lo capturan ahorita, estamos parados esperando instrucciones”, advertían los funcionarios cuando trataban de definir de dónde saldrían los recursos.
La torta de contratos en la Alcaldía de Tuluá, según la investigación, se repartió entre las aspiraciones del coronel Gallego, los cabecillas de la Inmaculada y los “señores de las botas altas”. Las interceptaciones dan vergüenza en un gobierno municipal que se hacía llamar “el gobierno de la gente para la gente”. Lo peor, buena parte de los recursos dilapidados los sacaron de la cartera de Cultura.
Ivón: Ya se bajó del carro
Coronel: ¿Cómo así? ¿Cómo así?
Ivón: Pues como para que le diga algo al alcalde.
Coronel: No, ¿qué le digo?
Ivón: Dígale que yo le mando a poner esta queja… que Francia Helena, de Cultura, cada vez que se le pide un favor para la campaña, no lo hace.
Al “cartel de corrupción” que integró, de acuerdo con la Fiscalía, el entonces alcalde y sus secretarios, le gustaba la fiesta. Cuando se trataba de animar con reconocidos artistas las ferias en el municipio y algunos corregimientos, no tenían problema en empeñar los recursos públicos, incluso se animaron a financiar las rumbas de la “guerrilla”. Todo con el presupuesto.
“Jefe, usted se embala ahí con eso. Es una contratación directa, mire como le hicieron a Gallego con eso del Tetra. Estábamos en ley de garantías y están diciendo que proyectemos desde Gobierno, que ellos no hacen nada, que solo revisan, o sea que no hacen nada y cuando llegue la investigación al que cogen es a usted”, efectivamente el entonces secretario de Gobierno de Tuluá terminó capturado.
“Búnker de la Naranja Mecánica”
Era un compromiso entre el entonces alcalde John Jairo Gómez y el coronel en retiro Jorge Alexánder Gallego compartir el poder de la alcaldía de Tuluá, de lograr la elección. Es por eso que buena parte de los recursos exprimidos al municipio, a través de contratos, terminaron en las cuentas ocultas de la campaña política.
La Fiscalía tiene en su poder los audios que advierten cómo los funcionarios de la alcaldía coordinaban el pago de arriendos para las sedes de campaña del coronel Gallego, incluso una que llamaron como “el búnker de la naranja mecánica”. Un espacio por el que pagaron 500.000 pesos para alojar a “digitadores” que trabajaban en la campaña.
“Tenemos que tener una casa alterna, donde vamos a contar con 30 digitadores, cerrada, que nadie, mejor dicho, que sepa el que nos la alquila y yo (…) Una casa para acomodar 30 personas, una casa que usted pueda tener bien ubicada”, se escucha en las conversaciones que anticiparon la sede “oculta” de la campaña para el coronel Gallego.
SEMANA conoció los documentos que incluyen facturas donde se advierte cómo la alcaldía pagaba por las sedes de campaña de quien se convertiría en el sucesor de la administración a través de unos compromisos facturados con los apoyos que salían de los recursos del municipio.
Las facturas del llamado “búnker de la naranja mecánica” se convirtieron en la prueba que ahora los tiene en la cárcel.
“Jairo, llegaron a allanarnos el búnker, con Fiscalía y de todo, por favor váyase de la sede con plata, hágame el favor… Salga de la sede, salga de la sede, si tiene plata ahí llame a Edwin Rojas, mire cómo vamos a hacer para pagar eso, pero no estén con plata por ahí”, señalan las conversaciones que sostuvieron los implicados una vez la Fiscalía descubrió el llamado “búnker”.
Extorsiones o apriete
La aberrante transacción entre políticos y grupos criminales que vivió el municipio de Tuluá quedó detallada en la investigación de la Fiscalía. Los funcionarios de la alcaldía no solo tenían tan claro que debían financiar las fiestas de los llamados “señores de las botas altas”, sino que quien aspiraba a ser alcalde no dudó en pedir apoyo a la organización criminal de la Inmaculada, la cual tenía arrinconado al propio municipio con extorsiones y todo tipo de delitos.
En las interceptaciones se advierte una conversación entre el entonces candidato, el coronel Gallego y un conocido delincuente que tenía el encargo de llevar un mensaje claro de apoyo a los cabecillas de la Inmaculada. La solicitud incluyó un “favor” a la organización criminal para que “aflojen”, mientras las elecciones.
“Yo una vez le dije: ve, mi coronel, yo conozco a un man que él me cuenta, conoce a los manes que extorsionan. El coronel me dice: si podés habla con él y decile que si nos puede ayudar y hablar con ellos para que nos colaboren y aflojen un poquito porque nos tienen muy apretados”, señala un testigo de la Fiscalía.
El mismo delincuente que el coronel Gallego intentó convertir en un mensajero con La Inmaculada, fue quien le contó a la Fiscalía la forma como fue abordado por el oficial en retiro y la propuesta que le hizo con el ánimo de llevarla a la organización criminal. La respuesta de los delincuentes llegó en otro tono y con factura de cobro.