La investigación por la muerte de la subteniente Anlly Lorena Pérez arrancó enredada. Ni los policías supieron cómo proceder cuando la encontraron agonizando tras recibir un disparo en la cabeza, ni se han tenido en cuenta pruebas determinantes de un posible asesinato. Por el contrario, el caso empezó como feminicidio, pasó a homicidio, luego a suicidio, y está a punto de ser cerrado.

Mientras tanto, su expareja, principal sospechoso, está buscando la pensión de sobrevivencia. En mayo de 2020, Anlly y su pareja, el subintendente Jair Orozco, vivían en el barrio Santa Catalina de Sincelejo. A las 5:30 de la tarde, los patrulleros Juan Arrieta y Julio Lalinde recibieron un reporte para trasladarse de inmediato a esa casa. Al llegar, en la sala encontraron a Orozco llorando y pidiendo ayuda.

En una de las habitaciones hallaron a la joven en el suelo, entre la cama y la pared, en medio de un charco de sangre. A su lado tenía una pistola SIG Sauer (dotación de la policía), con su proveedor y un martillo en la parte de atrás de la cabeza. El subteniente dijo que se había suicidado. Anlly Lorena Pérez tenía signos vitales, se la llevaron en la patrulla al Hospital Universitario de Sincelejo, donde falleció.

En un informe rendido por los patrulleros, reconocen que no sabían si capturarlo, ese es el primer error. “Procedimos a comunicarnos con el fiscal Hermes Vanegas, relatándole lo ocurrido y si era viable la captura; este manifestó que sí. Pero como se trataba de un homicidio, debíamos comunicarnos con la fiscal 23 seccional, Soraya Díaz, quien, por el contrario, dijo que no era posible”. En otro documento, uno de los policías reconoce que manipuló la escena y se llevó el arma de fuego con la que supuestamente se disparó la uniformada.

Además, el informe de Medicina Legal, que mide los niveles de pólvora en el cuerpo cuando se acciona un arma de fuego, señala que “en el frotis recibido como recolectado de las dos manos no se detectaron residuos compatibles con residuos de disparo”. Las manos de Anlly no tenían rastros de pólvora. ¿Quién disparó?

Tres años después de la muerte, la Fiscalía solicitó cerrar el proceso.

El informe pericial psicológico de Medicina Legal reveló que Anlly no tenía tendencias suicidas, y en las pruebas técnicas se le encontraron rastros de semen y moretones en los dedos de las manos. SEMANA conoció la versión que dio el subintendente Orozco, quien dijo que su pareja se tornó violenta por la llamada de una mujer de nombre Katherine. “Metió (Anlly) la mano debajo de la colcha y cogió la pistola y me dijo: ‘Ahora sí me va a decir cuál es la maricada con esa vieja’, yo le dije que no tenía nada con ella”.

Dice que su pareja accionó en dos ocasiones el arma contra el colchón, pero no disparó. Luego alzó el arma y escuchó un disparo, ahí fue cuando ella cayó boca arriba. “Cuando la veo es tirada allí en el piso, agonizando”, declaró Orozco.

En un documento, uno de los policías reconoce que manipuló la escena y se llevó el arma de fuego con la que supuestamente se disparó la uniformada.

Ahora, tres años después de la muerte, la Fiscalía solicitó cerrar el proceso, mientras que Orozco sigue activo en la Policía y haciendo gestiones para reclamar la pensión por ser la pareja sentimental de la difunta. Su familia, por su parte, recuerda las palabras del conductor de Anlly, el también subintendente, Anselmo José Palencia, quien en una declaración dijo una frase que la fallecida le había contado que le repetía Orozco: “Si no es mía, no es de nadie”.