Cuando venía en un avión desde Estados Unidos, donde se radicó irónicamente para huir de la justicia, con la que no tiene ninguna cuenta pendiente, a visitar y prácticamente darle la despedida a su papá, que estaba a punto de morir, René Martínez fue abordado en la misma puerta del avión por hombres de Interpol que, sin escuchar explicaciones, le pusieron las esposas, mientras él repetía: “Es una equivocación, ya me había pasado, yo no soy un delincuente, vengo a visitar a mi papá”.
El pasado 14 de enero se repitió la tragedia por tercera ocasión. Los hombres de Interpol simplemente acataron una orden de captura con fines de extradición por el delito de narcotráfico, emitida desde Perú. De inmediato, sin poder ver a su familia, que lo esperaba en el aeropuerto, fue trasladado a la cárcel La Picota, al pabellón de extraditables, sitio que ya conocía, aunque nunca ha cometido un delito.
Su delito era llamarse René Martínez y ser homónimo de un narcotraficante. Ese es el drama que ha tenido que vivir este hombre de 46 años, que, desde 2010, ha sido capturado bajo la administración de tres fiscales generales diferentes y luego de intensas luchas jurídicas recobró la libertad, pero no la tranquilidad. Siempre teme caer tras las rejas de nuevo.
SEMANA habló con Martínez, quien está feliz por poder abrazar de nuevo a su esposa e hijos, pero vive con temor. “He estado detenido arbitrariamente en tres ocasiones. En 2010, una semana; en 2011, un mes, y ahora, cuando creía todo superado, tres meses. Me dicen que fui condenado en Perú a 25 años de prisión. ¿Condenado en un país que no conozco? Me aterra encontrarme con un control de seguridad, que me pidan documentos y la pesadilla vuelva a empezar”, cuenta.
Solo pasaron tres días de haber llegado a Colombia y, estando en la cárcel, recibió la triste noticia: su papá había muerto. No se pudo despedir, tampoco tuvo permiso para asistir al velorio ni al entierro. Pasó la doble tragedia en prisión.
¿Pero por qué ha sido capturado en tres ocasiones? Su abogado Juan Carlos Cárdenas, director del Proyecto Inocencia, de la Universidad Manuela Beltrán, explica que “se debe a la negligencia e ineficacia del sistema judicial peruano y a la indiferencia de las autoridades colombianas. Un capturado en Perú, en 2006, dio nombres de sus cómplices, luego se retractó y cambió su versión. Uno de esos nombres fue el de René Martínez, solo ese dato bastó para que las autoridades peruanas pidieran su extradición”.
Un desplazado
Se podría decir que Martínez es un desplazado por la justicia, en este caso por la injusticia. “En 2015 nos radicamos en Estados Unidos, nos separamos de nuestras familias para dejar atrás los atropellos e iniciar una nueva vida. Luego de ocho años, cuando por fin creí que habíamos encontrado estabilidad, mi padre se enferma de gravedad; yo, con el anhelo de honrarlo, decido volver a Colombia y quedo nuevamente detenido arbitrariamente”, contó Martínez a SEMANA.
Mientras pasaba los días en la cárcel, en Estados Unidos su esposa y sus dos hijos sufrían el coletazo de este drama. En ese país habían logrado poner una pequeña empresa de aseo que administraba René, pero vivían al día y ante su ausencia el negocio se vino a pique. Los colaboradores se fueron por falta de pago y su empresa quebró.
Es justamente su familia lo que más le duele. Sus hijos, uno de ellos que ya es un adolescente, han crecido viendo cómo ha sido enviado su padre a la cárcel y sin entender lo que pasaba. Por eso, entre sollozos, afirma: “Me duele ver a mi esposa e hijos sufrir, me duele verlos llorar porque estoy en la cárcel”.
Estuvo detenido tres meses y quedó libre el pasado 15 de abril. Un documento firmado por el fiscal general Francisco Barbosa decreta la “cancelación de la captura con fines de extradición”.
En el documento de diez páginas que lo sacó de la cárcel se lee que “debe destacarse que el señor René Martínez no se encuentra privado de su libertad como consecuencia de una infracción al Código Penal Colombiano, sino con fundamento en un requerimiento elevado por la Corte Superior de Justicia del Perú”. Sin embargo, este país nunca lo ha identificado plenamente ni ha enviado pruebas o evidencias que lo inculpen.
Su viacrucis había terminado, quería cerrar ese capítulo y regresar a donde su familia en Estados Unidos. Pero faltaba un último susto. Cuando se disponía a tomar el avión, nuevamente su nombre y la indiferencia judicial lo pusieron a responder. Al pasar los documentos reapareció el reporte que lo ha perseguido por más de una década. Iba a ser capturado y mientras demostraba, con documentos en mano, que la Fiscalía había revocado la orden de captura, casi lo deja el avión.
La historia
Para René Martínez es hora de pasar la página y cerrar ese libro. Pero no confía ni en las autoridades peruanas ni en las colombianas, y como no tiene un documento de punto final, puso su caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos; es ahí donde hizo un relato minucioso de todo lo que le ha ocurrido.Era el 4 de noviembre de 2006 y en un operativo realizado por las autoridades peruanas, en un ómnibus de la empresa Sol Peruano, fue capturado un pasajero de nombre Arnulfo Castaño, quien trasportaba 20 kilos de cocaína encaletados en un televisor que tenían como destino Colombia.
La droga iba para el señor Arles Martínez, quien coincidía en el apellido con el protagonista de esta historia.Al detenido le pareció fácil decir que solo transportaba la droga, pero que esta le había sido entregada por René Martínez en el Hotel Palacio, ubicado en la ciudad de Tingo María, en Perú. Por ese testimonio, sin verificación alguna, fue capturado por primera vez el 2 de noviembre de 2010. No hubo compasión ni se fijaron en las pruebas. En ese momento vivía en Colombia y trabajaba para una empresa que certificó que para esos días él se encontraba laborando, incluso presentó los registros de ingreso y salida.
Por si fuera poco, demostró que nunca había entrado a Perú, que no tenía ningún hermano llamado Arles y que para ese entonces nunca había salido del país. Tampoco tenía pasaporte. Era un joven emprendedor y había iniciado un negocio de repuestos y accesorios para motocicletas. En su intención de hacer crecer su pequeña empresa pidió un crédito y requería como documento un certificado de antecedentes del DAS. Ahí fue capturado. La injusticia, además de llevarlo a la cárcel, lo dejó en la calle, sin un peso. Estaba quebrado.
La segunda captura fue el 22 de febrero de 2011 y estuvo detenido hasta el 29 de marzo de ese año. Al recuperar la libertad decidió hacer todo lo posible por dejar atrás esa tragedia y se fue para Estados Unidos.
Ahora espera ponerle fin a esta historia. Ya recibió el abrazo de su familia en ese país y con dolor y miedo cree que no volverá. Lo lamenta, pero asegura: “Me han dañado mi imagen, mi buen nombre, me han vulnerado todos mis derechos como ser humano; han acabado con mis negocios, han lastimado mi familia, me han separado de mis hijos. Hoy solo puedo dar gracias a Dios por su misericordia, que es lo que me tiene aún de pie”.