ElÍ Mendoza, mejor conocido como Martín Sombra, fue un sanguinario integrante de las Farc reconocido por ser un hombre despiadado y sin compasión, lo que lo hizo célebre en la organización criminal. Su nombre volvió a sonar la semana pasada cuando en una declaración ante la JEP, en contravía con los testimonios, sentencias y declaraciones de las víctimas, afirmó que la sangrienta masacre de Mapiripán no fue cometida por paramilitares apoyados por hombres del Ejército, sino que, en realidad, fue ejecutada por las Farc.
El pasado 13 de julio, Sombra o alias el Carcelero de las Farc, como también se le conoce, revivió este capítulo doloroso para el país al hablar de la masacre ocurrida entre el 15 y el 20 de julio de 1997. Decenas de hombres armados ingresaron al municipio y, con lista en mano, durante dos días, asesinaron a medio centenar de campesinos. Hasta ese momento, la única versión era que los autores de la masacre habían sido los comandos asesinos del extinto jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) Carlos Castaño, quien había contado con el apoyo de integrantes del Ejército para cometer el exterminio. Se argumentaba que en Mapiripán había colaboradores de las Farc.
En diálogo exclusivo con SEMANA, Martín Sombra reveló que el aniquilamiento de los campesinos fue cometido por uno de sus mejores hombres, conocido como Marco Aurelio Buendía, quien tenía bajo su mando a unos 150 guerrilleros.
“Nosotros teníamos comandos capaces de infiltrarse en cualquier parte y allá se despachó a Marco Aurelio Buendía. Era un muchacho que venía de la 86, Juan José Rondón, del Caquetá, y lo habíamos formado militarmente. Era muy bueno, lo mandamos, y este güevón se fue e hizo esa cagada”, dijo con frialdad el Carcelero de las extintas Farc. De acuerdo con Sombra, le habían dado un listado a Buendía de las personas que tenía que asesinar, pero estas eran, contrario a lo que se ha dicho, colaboradoras de los paramilitares. Y agregó que “no era un número tan alto como el que se dio en Mapiripán”.
Infiltrados de las AUC
Según explicó, “las Farc se enteraron de que había unos infiltrados de los paramilitares en Mapiripán y, por eso, decidieron enviar un contingente para borrarlos (asesinarlos), porque había que limpiar la región de esa gente. Les mandamos los comandos para que les pintaran las puertas de las casas a ellos y ahí fue cuando se formó un mierdero el hijueputa”.
Contrariando la versión que se conocía de la jornada de horror en el Meta, Sombra insistió en echarle la culpa a Buendía, su asesino de cabecera, sobre los hechos ocurridos en 1997. “Lo mandamos y este güevón se fue e hizo esa cagada ahí”.
El problema es que Buendía, el supuesto responsable de lo que pasó en Mapiripán, nunca podrá narrar la versión como la contó Martín Sombra a SEMANA, pues, después de las dos masacres o “cagadas”, fue sacado del área y llevado a otra región del país, donde finalmente fue asesinado. “Lo recogimos y lo echamos para Yacopí, pa La Palma, por allá, y allá lo sapearon y lo mataron”.
Con el relato de Mendoza surge para el país y las víctimas de Mapiripán un interrogante: por qué los paramilitares, entonces, se adjudicaron la masacre, como lo hizo Carlos Castaño, extinto jefe de las AUC.
Además, la justicia determinó que, por acción u omisión, integrantes de la fuerza pública fueron responsables. Este es el caso del general retirado del Ejército Jaime Humberto Uzcátegui, condenado por no haber hecho nada, según el fallo, para evitar la incursión ilegal al municipio.
Sobre otros militares, como el general Rito Alejo del Río, procesado por esta masacre, Sombra afirmó que como en esa zona operaba el Ejército, en especial los hombres de Del Río, dejaron que le echaran la culpa de los muertos y de la alianza con los paramilitares. “Se la achacaron al generalito Del Río”, dijo.
Asesino fuera de control
Martín Sombra reconoció que el sanguinario Buendía, su matón de confianza, parecía estar fuera de control, pues para esa misma época fue el perpetrador de la masacre de San Carlos de Guaroa, en el Meta. Allí mataron a tres investigadores de la Fiscalía, dos agentes del DAS, cinco soldados y un mayor de Ejército, que estaban adelantando un proceso de extinción de dominio. En su momento se informó que un comando de unos 70 paramilitares los había asesinado y le habían echado la culpa al grupo conocido en esa época como los Buitragueños, comandado por Héctor Buitrago y sus dos hijos.
La otra masacre de las Farc
Según el Carcelero de las Farc, esta acción criminal fue perpetrada por su pupilo y sus comandos asesinos. “Fue e hizo la otra (masacre), la de San Carlos de Guaroa, que se la achacaron a Héctor Buitrago, a Martín Llanos, y ahí en esa pelea inclusive mataron un poco de gente de la Fiscalía. En esa pelea me mataron a un muchacho comandante de compañía llamado Wilson Rincón, mataron a una comandante de escuadra llamada Mayerli y a un muchacho llamado Carlos”.
Sobre la masacre de Mapiripán y la crueldad que se narró para la época, pues se dijo que las víctimas habían sido decapitadas, los cuerpos tirados al río e, incluso, expuestos los órganos al aire libre, Sombra lo negó: “Nosotros no somos unos sádicos”. Aunque el Carcelero rechazó la idea de que fueran sádicos, sí reconoció que las masacres de Mapiripán y San Carlos de Guaroa fueron errores de Marco Aurelio Buendía.
“En esa orden operativa, el muchachito ese, porque no se le puede decir señor ni caballero, viene a hacer semejante cagada, cuando resultó ese escándalo tan berraco y resultó lo de San Carlos de Guaroa. Ahí sí me le asenté, porque me habían matado a un comandante de columna, que era un oficial supremamente entrenado, que desde los 13 años yo lo había cargado, fue Wilson Rincón”, dijo Martín Sombra. Aseguró que no entiende por qué hay militares que se atribuyeron esa masacre de Mapiripán cuando no tuvieron nada que ver.
“Ellos dicen que ellos fueron, y ellos no fueron, pa que se van a atribuir güevonadas que no son”. Sombra se ufanó de su paso por las Farc, pues fue uno de los guerrilleros más antiguos y obtuvo condecoraciones por sus acciones criminales. “Yo fui condecorado en Marquetalia por valor y también sancionado por machista”.
La masacre de Mapiripán es uno de los pasados más dolorosos de Colombia por cuenta de la degradada guerra entre agentes del Estado, guerrillas y paramilitares. Ahora, 26 años después, el reto de las autoridades es investigar y determinar si la versión de Martín Sombra es la real.