Miguel Rodríguez Orejuela, quien fuera uno de los más poderosos narcotraficantes de Colombia, no quiere morir en una prisión en Estados Unidos, solo, alejado de su familia y enfermo, como le ocurrió a su hermano, Gilberto, quien falleció luego de sufrir un penoso cáncer y solo volvió al país para recibir un sobrio sepelio al lado de los más cercanos. Por eso, el hermano menor de los jefes del cartel de Cali se está jugando una de sus últimas cartas para volver al país, a su ciudad natal, donde fue dueño y señor.

SEMANA conoció la lucha jurídica que emprendió el exjefe del cartel de Cali a fin de convencer a la Justicia de Estados Unidos para que tenga “compasión” y permita su regreso a Colombia. Este plan de Miguel Rodríguez Orejuela está contemplado en las leyes de ese país y busca, para reclusos que llevan décadas purgando largas condenas y que los años les cayeron encima acompañados de duras enfermedades, apelar a la figura de la ley de compasión, que no es más que un ruego o súplica, en este caso del poderosísimo narco de los años noventa, para que le den esa última oportunidad.

El camino no es fácil, por el contrario, es tortuoso y requiere un largo trámite jurídico y en pocas ocasiones es avalada esta excepción. En primer lugar, Miguel Rodríguez tiene que presentar la solicitud de compasión a Federico Moreno, quien es el mismo juez del Distrito Sur de Florida que lo condenó por narcotráfico a pagar una pena de 30 años, de la cual aún le falta más de una década, algo muy difícil de lograr, pues va a cumplir 80 años. Con un dato adicional, el juez Moreno en el pasado le cerró la puerta de esa posibilidad a su hermano, Gilberto.

Los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, jefes del poderoso cartel de Cali, fueron extraditados a Estados Unidos en diciembre de 2002. El mayor, Gilberto, murió el año pasado en ese país. Miguel le está suplicando a la Justicia norteamericana que lo deje regresar a Colombia.

Con los cálculos que han hecho sus abogados y con algunas rebajas de pena podría obtener su libertad, en el mejor de los casos, en cinco años. Mucho tiempo para él, por eso, está dispuesto a dar la pelea para obtener la tan anhelada libertad al amparo de la ley de compasión.

Uno de los principales argumentos que está construyendo en el expediente que le va a presentar al juez Moreno es su historia clínica desde que fue extraditado con su hermano desde Colombia a Estados Unidos, en diciembre de 2004.

En ese complejo historial clínico hace referencia al tratamiento de un cáncer, el cual ya fue superado, pero le dejó secuelas. La preocupación es la dificultad que enfrenta para hacerle seguimiento y poderse realizar evaluaciones y exámenes de forma constante. Otro antecedente que estaría afectando su salud es que durante la pandemia resultó contagiado de covid y quedó afectado de forma permanente.

El abogado estadounidense Fernando Franco explica cómo funciona este camino. “Se puede recurrir bajo circunstancias que hacen injustificable la continuación del encarcelamiento en casos de enfermedad terminal, vejez y discapacidad severa”.

No obstante, el abogado Franco destaca que no es fácil. “Por ejemplo, en caso de enfermedad, debe ser terminal o presentar una severa discapacidad física o mental, de la cual no se anticipa recuperación. Para el caso de Rodríguez, sí cumple los requisitos de la edad, pues debe tener más de 65 años y haber cumplido al menos 10 años o el 75 por ciento de la sentencia”.

Miguel Rodríguez Orejuela fue capturado en agosto de 1995.

Otro de los soportes que plantea presentar Miguel Rodríguez es una certificación de buen comportamiento de todas las cárceles en donde ha estado detenido, en la que queda claro que no ha tenido ningún tipo de conflicto y, sobre todo, que no ha vuelto a delinquir ni a tener relaciones con el oscuro mundo del tráfico de drogas que lo llevó a la extradición.

En el sistema de justicia de Estados Unidos, este buen comportamiento y convivencia significa una especie de puntos acumulados que se traducen en beneficios para que los reclusos vayan reduciendo sus condenas.

Cuando complete todos estos documentos, conoció SEMANA, Miguel Rodríguez presentará su caso ante el juez de Florida, a quien buscará convencer a través del trámite de la ley de compasión que es un hombre que ya bordea los 80 años y que tiene delicados antecedentes de salud que aún lo afectan. Además, que ha cumplido los compromisos que asumieron, junto con su hermano, hace más de 20 años con la justicia, justo con el juez Moreno. No ha delinquido y se compromete a que, al recuperar la libertad, no lo volverá a hacer y con su solicitud solo busca terminar los últimos años de vida al lado de su familia en Colombia.

Los días de Miguel Rodríguez

A su llegada a Estados Unidos, el menor de los Rodríguez Orejuela fue enviado a una prisión federal de máxima seguridad en el sur de Florida. Luego de haber negociado con la Justicia de este país, aceptar cargos y comprometerse con la devolución de cientos de millones dólares y costosas propiedades, fue trasladado a una prisión de mediana seguridad.

En la actualidad, su sitio de reclusión es la cárcel de Loreto, ubicada en Pensilvania, al norte de Estados Unidos. Una prisión de mínima seguridad, en donde no tiene ningún tipo de lujos o privilegios, ni siquiera una celda propia, muy diferente a las comodidades que tuvo en La Picota antes de su extradición.

Miguel Rodríguez Orejuela ha tratado de conservar su salud haciendo ejercicio, pero por su avanzada edad ahora dedica el tiempo a realizar caminatas por la zona de la prisión que está habilitada para tal fin.

Pasa el tiempo leyendo y revisando una y otra vez su caso, como una obsesión, reuniendo y mirando cada detalle de los argumentos que espera sean tenidos en cuenta por el juez para lograr el tiquete de regreso. Tiene acceso a un computador con el que se puede comunicar con sus familiares, abogados y personas cercanas. Pero la comunicación no es libre, solo lo puede hacer con un número limitado de correos, que deben ser registrados ante la dirección del penal y son constantemente monitoreados por el bureau de prisiones de Estados Unidos. También tiene derecho a algunas llamadas telefónicas, que son programadas por turnos y tienen restricciones en su duración.

Según le contaron a SEMANA, tras las rejas Miguel Rodríguez ha tratado de conservar su salud haciendo ejercicio, pero por su avanzada edad ahora dedica el tiempo a realizar caminatas por la zona de la prisión que está habilitada para eso.

Tiene claro que esta última carta no tiene un camino fácil, pues su hermano ya había elevado una solicitud similar en marzo de 2020, señalando que tenía una enfermedad terminal. Sin embargo, el mismo juez Moreno concluyó que el excapo no tenía problemas de salud suficientemente graves para merecer una liberación adelantada.

En su decisión, el juez cuestionó a Rodríguez y las acciones que adelantó en contra de la salud de los habitantes de Estados Unidos. “La corte solo puede imaginarse los profundos y destructivos efectos de tanta cocaína. ¿Cuántos miles, si no cientos de miles de vidas fueron afectadas?”

“La condición médica de Rodríguez Orejuela, aunque lejos de ser perfecta, también está lejos de ser extraordinaria y apremiante”, fue la conclusión del juez Moreno, quien ahora tendrá que examinar el caso de Miguel Rodríguez.