Una teniente del Ejército se convirtió en víctima de una “persecución del Estado” en el Gobierno que prometió eliminar esas prácticas. La mujer resultó extorsionada por otro oficial que maneja la contrainteligencia en un batallón de Bogotá. La llamó, le escribió y le advirtió que su nombre estaba en varios informes de inteligencia que podrían derivar en investigaciones penales y disciplinarias, y la única forma de evitarlo era pagando.
El responsable de convertir, según la Fiscalía, la información sometida a reserva en un lucrativo negocio fue identificado como Juan Carlos Valderrama, un mayor del Ejército, capturado por extorsionar a sus propios compañeros. Una teniente no comió cuento y lo denunció. Llegó al Gaula de la Policía y contó cómo su superior le exigió un pago por “el placer y la tranquilidad de la libertad”. La mujer reveló detalles en su denuncia y en una posterior declaración con la Fiscalía.
No entiende cómo información de reserva de seguridad nacional y hasta de tratamientos médicos terminó convertida en moneda de cambio en el mismo Ejército. Por eso manifestó que se siente perseguida por el Estado. Aseguró que su superior la amenazó con un compañero suyo, quien podría hacerle daño. “Siento temor por mi vida. Me siento perseguida por el Estado, me da miedo que me ubique, pues él es un funcionario de inteligencia.
Él representa el Estado y me siento perseguida por el Estado”, dijo la teniente en la entrevista que entregó a la Fiscalía luego de la captura del mayor Valderrama. El libreto que tenía el mayor incluía varias advertencias para la teniente, principalmente una información en poder de la contrainteligencia y que estaba por remitir a la Fiscalía. En varias llamadas y mensajes, el oficial le dejó claro a su subalterna que su tiempo en el Ejército estaba contado, ya que la información en sus manos seguramente la implicaría en procesos judiciales que podrían terminar con su encarcelamiento.
En audios grabados por la misma teniente, convencida de que no tenía nada que esconder y de la urgencia de denunciar, quedaron las conversaciones entre el mayor y su víctima. El oficial de contrainteligencia, responsable de recaudar y custodiar la información que protege la seguridad nacional, usó, según la Fiscalía, su cargo para montar una oficina de extorsiones.
Teniente: Aló.
Mayor: Y, entonces, señorita Xxxx.
Teniente: Le estoy devolviendo la llamada. Quiero saber qué es lo que quiere.
Mayor: Pues es para prevenirla.
Teniente: Pero prevenirme de qué.
Mayor: Es que, si yo le facilito la información, ¿usted me lo va a reconocer?
Teniente: Pero, entonces, ¿qué es lo que quiere que le reconozca? ¿Qué es lo que quiere?
Mayor: Pues que reconozca cuánto está dispuesta a pagar por su libertad, que no le dañe su hoja de vida y que no la vayan a sancionar disciplinariamente y cómo prestar el servicio.
El oficial de contrainteligencia le puso precio a la información. En las llamadas y mensajes, que bien podrían salir de un experimentado extorsionista, un delincuente con uniforme le dijo a su subalterna que si quería seguir en el Ejército y en libertad debería pagar 7 millones de pesos. Ese era el costo de la “tranquilidad”, según el mayor, que resultó capturado a tres meses de pensionarse. Aunque el caso que motivó esa captura se remitió a la extorsión contra la teniente, la Fiscalía no descarta que sean más las víctimas y que la información en su poder, como oficial de contrainteligencia, se hubiese convertido en un negocio criminal y lucrativo a cambio de la zozobra que generó en las víctimas de sus extorsiones.
“Fácilmente, podría obtener más información de la víctima para atemorizarla y evitar que esta se presente a las demás audiencias que vendrán con posterioridad, lo que hace aún más peligrosa y evidente su posibilidad y necesidad de truncar el proceso”, señaló la Fiscalía durante las audiencias preliminares tras la captura del mayor. La víctima estaba en su trabajo, a finales del mes de septiembre, y recibió la primera llamada. Sin rodeos, según la investigación, el oficial le explicó a la víctima la complicada situación en la que se encontraba.
Que la información era delicada y la comprometía a ella como teniente del Ejército, pero también en su vida personal. Su libertad estaba en riesgo. Nuevamente, en audios que conoció SEMANA, se revela la forma en que el mayor, al parecer, le repetía a su subalterna la necesidad de concretar el canje: información por dinero en efectivo.
Le advirtió del riesgo en el que estaba y que su “salvavidas” tenía tarifa: primero 5 y luego 7 millones de pesos.
Teniente: Ahí estoy buscando la plata, mirando a ver cómo hago. ¿Pero usted sí me garantiza que si yo le entrego esos 7 millones me va a dejar tranquila?
Mayor: Sí, claro, es que de mí depende. Yo soy el que tengo la información y el que tengo la orientación de lo que tengo que hacer.
Teniente: O sea que me va (...), me toca confiar, o sea, si yo le entrego la plata, qué me garantiza que usted no va a hacer nada, no me va a proceder con lo que usted me dice.
Mayor: No, señora, eso no se va a poner en conocimiento de Fiscalía. Es un proceso judicial donde usted sale afectada.
Teniente: Pero es que yo todavía no entiendo qué fue lo que hice tan grave.
Mayor: También en temas de Procuraduría, donde usted la sanciona de esos cargos públicos a futuro.
Teniente: Pero y por qué la Fiscalía, no entiendo.
Mayor: Bueno, eso le comento, usted mire entonces si va a entender y va a decir. Okey.
En su declaración, la teniente señaló el temor y la zozobra que vive por cuenta de las amenazas, las extorsiones de su propio jefe, dueño de información privilegiada, reservada en el Ejército.
De ahí la advertencia que le hizo a la Fiscalía de sentirse perseguida por el Estado. Muchos datos de su vida personal y laboral quedaron expuestos en las llamadas. “Me siento muy atemorizada y preocupada por la información acerca de mi situación médico-laboral, no es pública y me enteré de que el señor que capturaron se identificó como oficial del Ejército y que trabaja en contrainteligencia.
Me da miedo que así como aprovechó el cargo, el grado y su investidura para obtener información mía de carácter reservada, me da miedo que me ubiquen a mí y mi familia y me hagan daño”, dijo la teniente en su declaración. En las llamadas entre el mayor y la teniente, antes de la entrega del dinero, en el mismo espacio donde resultó capturado el oficial se observa y escucha la angustia de la víctima por recaudar la plata de la extorsión y la frialdad del interlocutor mientras advierte que la información en su poder y materia de canje pone en riesgo la libertad de la subalterna.
Teniente: Yo estoy haciendo un esfuerzo muy grande para conseguir los 7 millones, me garantiza que me va a dejar en paz. Por eso le envío este mensaje para dejar constancia que si yo le pago usted me deja tranquila.
Mayor: Bueno, fue un placer, la tranquilidad y libertad no tienen precio.
El operativo para la captura se adelantó el pasado 26 de septiembre en las inmediaciones del parque Simón Bolívar en Bogotá.
La cita con la víctima se cumplió, pero en el canje algo pasó y el mayor no recibió el dinero. Salió del sitio después de una breve conversación con la teniente y unos metros adelante fue detenido por la Policía. El mayor negó los cargos en su contra y, a través de su defensa, aseguró que son infundados los señalamientos. Aun así, fuentes de la Fiscalía manifestaron que avanzarán en las indagaciones y compulsarán las copias respectivas para anticipar el riesgo de la información que estuvo en poder del oficial y hacer un rastreo de esta.