Las capacidades técnicas de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía Nacional facilitaron la recaptura de Óscar Camargo Ríos, conocido con el alias de Pichi y considerado por la opinión pública como el Pablo Escobar de Bucaramanga. Un tatuaje fue un elemento importante en el proceso.

Los uniformados tenían claro que este hombre, quien se fugó el 10 de octubre de un apartamento de Medellín, donde pagaba una condena por concierto para delinquir, tenía la costumbre de cambiar su apariencia física para no llamar la atención de las autoridades y evitar las persecuciones.

Sin embargo, los detectives tenían bajo la lupa un gigantesco tatuaje que cubre toda su espalda y que lo volvió característico en su perfilamiento judicial. Se trata de un ángel pintado con tinta negra y con gigantescas alas que lo haría reconocer desde varios metros de distancia. Así ocurrió.

Un dron que estaba sobrevolando una finca en el municipio de Copacabana, Antioquia, del que se sospechaba era la guarida del criminal, captó en una tarde el instante en el que un sujeto estaba sentado sin camiseta en un corredor. Ese hallazgo dio certezas sobre la ubicación del objetivo.

Dron registró a alias Pichi al interior de una finca de Copacabana, Antioquia.

“Ahí es donde aparecen las famosas alas. Él se puede cortar el cabello, se lo puede pintar, se puede quitar la barba, se la puede dejar crecer, ¿pero cómo se borra un tatuaje de unas alas que le cubren toda la espalda? Hay unas marcas particulares y esa fue una”, dijo uno de los analistas a SEMANA.

El funcionario agregó: “Ese tatuaje para nosotros, desde el comienzo, cuando hicimos sus revisiones, era un tatuaje que nos permitiría identificarlo, y en este caso, se logró. Decimos: ‘Aunque no es nítida la imagen, dos personas no pueden tener el tatuaje en la misma manera y ahí nos permite ir cerrando la investigación’”.

Este es el tatuaje clave que permitió identificar a alias Pichi gracias a un dron de la Policía en el departamento de Antioquia, hasta donde había llegado luego de fugarse de su prisión domiciliaria en Medellín.

Además de esa imagen, fueron fundamentales los seguimientos a las personas más allegadas al capo. Por ejemplo, las tres mujeres con las que estaba sosteniendo una relación sentimental, las sobrinas que se encargaban de su logística y los empleados que le brindaban seguridad y alimentación.

Los uniformados lo descubrieron el 9 de diciembre, después de un fin de semana de trasnocho: alias Pichi estuvo celebrando el día de las velitas con licor y un asado. Ese fue el momento perfecto para el asalto de la Policía Nacional, en plena madrugada y descoordinado. La operación quirúrgica, como la denominaron al interior de la institución, resultó impecable.