Una poderosa mina es la caja fuerte que persiguen los tres grupos armados más peligrosos de Colombia en el sur de Bolívar. Hay una guerra de todos contra todos que ha confinado a miles de civiles y que deja a un número indeterminado de fallecidos. SEMANA revela detalles desconocidos del conflicto que, por ahora, concentra toda la atención de las Fuerzas Militares y el Gobierno nacional.
Mina Nueva es una vereda del municipio de Santa Rosa del Sur y con el mismo nombre bautizaron un potente yacimiento minero, ubicado en los límites con Segovia (Antioquia). El terreno era dominado por las extintas Farc-EP y, tras la firma del proceso de paz, quedó en manos del ELN. El rumor corrió por toda la región: “El control es de los guerrilleros”, recordó un minero artesanal del territorio.
Ellos no se adueñaron de cualquier montaña. Ahora son los titulares de una de las tierras más generosas en oro y una de las máquinas de dinero más efectivas que cualquier persona soñaría tener. Según un informe de inteligencia militar en poder de este medio de comunicación, en una semana se pueden sacar 250 kilos de materiales preciosos de 18 quilates, y un solo kilo está avaluado en 290 millones de pesos.
El complejo minero tiene cuatro socios: tres pudientes ciudadanos y el ELN, quien dispuso de 130 combatientes para defender a sangre y fuego su fortuna. Allí laboran bajo un intenso sol cerca de 1.200 campesinos cautivados por la fiebre del oro, conforme a los datos suministrados por la Asociación de Agromineros del Sur de Bolívar.
Ellos se rigen por las normas y deseos de la organización delincuencial. Ese imperio está siendo amenazado por el Clan del Golfo. Los cabecillas que educó alias Otoniel desplegaron a 160 hombres para arrebatarles el poder a los elenos, seducidos por la sólida pirámide económica de sus enemigos. En una semana, llegan al bolsillo de la guerrilla más 1.450 millones de pesos por cuenta de la extracción del oro, esto se puede multiplicar por los cuatro años en los que ha estado al mando.
La guerra
El ELN enfiló a los más sangrientos criminales del frente José Antonio Galán y las compañías María Cano y Capitán Mauricio para hacerle contrapeso al bando contrario. Lo mismo hicieron las Autodefensas Gaitanistas: sacaron a la batalla a los sujetos más conocedores de la guerra. En las tropas hay expertos en explosivos y curtidos pistoleros formados en los campos de las Farc-EP y la fuerza pública.
El Estado Mayor Central de las disidencias, coordinadas por alias Iván Mordisco, se unió a la batalla por invitación de sus más férreos contrincantes: los integrantes del Ejército de Liberación Nacional le pidieron respaldo al frente 36 para frenarle el paso al Clan del Golfo porque conocían su objetivo: “Ellos iban a aniquilar al ELN para quedarse con la Mina Nueva”, afirmó un alto mando militar en SEMANA.
Los ilegales cercaron el complejo minero con explosivos e instalaron a vigilantes en las partes más altas de las montañas. El primer encuentro fue a finales de octubre de 2022 en las veredas del nordeste antioqueño y el sur de Bolívar. Cientos de familias se tuvieron que esconder en sus casas hasta que cesaran los disparos y solo acabaron las confrontaciones cuando las autoridades intervinieron en la lucha.
Las autodefensas estuvieron planeando por cuatro meses el nuevo asalto: cambiaron de ruta, fortalecieron el armamento e infiltraron los cimientos del enemigo para dar el golpe con precisión, así lo detalló un agente de inteligencia del Ejército que persigue a los criminales en la región. Todas las miradas estaban sobre la Mina Nueva, un tesoro escondido que multiplica las capacidades del crimen en Colombia.
Febrero fue el mes escogido para la batalla. El resultado fue fatal. El ELN, el Clan del Golfo y las disidencias de las Farc se enfrentaron a muerte en medio de la población civil. El epicentro fue el municipio de Segovia. La Defensoría del Pueblo informó que la confrontación desencadenó una crisis humanitaria: cientos de hogares están confinados y 800 familias han sido censadas por desplazamiento forzado.
La batalla cambió de propósito cuando las Fuerzas Militares se tomaron el terreno para acabar con la violencia. Las guerrillas se escondieron y dejaron en el campo a las Autodefensas Gaitanistas, que descargaron todo su arsenal en contra de los uniformados. Los combates se han extendido hasta por seis horas: “Han sido difíciles, muy difíciles”, reconoció uno de los oficiales que comandan la misión.
Cinco soldados han perdido la vida por contener la violencia: Nilson Javier Guzmán, Brayan Hoyos, Anner Eduardo Lerma, Yeison Andrés Medina y Diego Fernando Gómez. Mientras que otros ocho uniformados resultaron heridos. Por el otro bando, no se tiene certeza de cuántos hombres están afectados por la confrontación, pero el Ejército sospecha que hay varios fallecidos y lesionados.
Las investigaciones ponen en evidencia que los ‘cerebros’ detrás de la toma de Mina Nueva son los líderes de la subestructura Jorge Arboleda, del Clan del Golfo. El principal cabecilla es Luis Daniel Terán, un joven de 27 años conocido en el mundo criminal con los alias de Niño, Chuzo o Matías; el segundo al mando es Carlos Alberto Segura, un sujeto de 45 años que carga con los apodos de Azul, Azulejo o 24/7.
Aunque lo que más preocupa ahora son los combates y el sometimiento de la población civil, que, tímidamente, ha retornado a sus actividades diarias, también inquietan los efectos del complejo minero. Allí han identificado maquinaria que arrastra grandes volúmenes de tierra para encontrar oro y se rastreó el posible vertimiento de químicos tóxicos, cuyos efectos son mortales para el ambiente.
El negocio
Las Fuerzas Militares aseguran que el ELN no controla las técnicas con las que se extraen los minerales, solo les interesa el dinero para financiar sus actividades delincuenciales. En un rastreo sobre la ruta que toma la plata que dejan las labores en Santa Rosa del Sur, se halló que se invierte en material bélico, sostenimiento de las tropas y el restante llega a las cabezas visibles de la organización.
Mineros consultados por SEMANA, cuya identidad se omite por motivos de seguridad, narraron que la guerrilla recoge el dinero de dos modos: cobran impuestos semanales por el uso del terreno donde están buscando el mineral, cerca de un millón de pesos; o exigen una parte de la mercancía cuando se termina la jornada. “Esto pasa aquí, en el Bajo Cauca y en todo el país”, dijo uno de ellos.
Lo narrado hasta aquí solo es la punta visible del problema. Altos mandos del Ejército revelaron que el Clan del Golfo tendría una misión superior a la de tomar la Mina Nueva. Al parecer, el objetivo sería asumir el control de una ruta nacional para afianzar sus economías ilegales entre los departamentos de Chocó, Antioquia, Bolívar, Santander y Norte de Santander, culminando en la entrada a Venezuela.
El mandatario de los antioqueños, Andrés Julián Rendón, ha advertido sobre el crecimiento de esta estructura, más las capacidades que ostentan el ELN y las disidencias de las Farc, quienes están negociando una posible transición a la legalidad con el Gobierno: “Comprobé, en primera persona, el engaño de la paz total. Bandidos que están hoy sentados en la mesa tienen atemorizada a la población”.