Una de las sobrevivientes y heroínas de la masacre de Bojayá, Mineria Palomeque Martínez, fue reportada este miércoles como desaparecida luego de que asistiera en Medellín a una cita médica. Según el último registro que se tiene de la mujer fue vista por última vez en la Terminal de Transportes del norte de la capital antioqueña y hasta el momento se desconoce su paradero.
El hecho fue reportado en redes sociales y con un cartel que contiene una fotografía de Palomeque difundido por la Alcaldía de Medellín dando a conocer la situación de la mujer que padece esquizofrenia y bipolaridad. Tan pronto se conoció la noticia varios usuarios en X han hecho eco de su pérdida para que puedan hallarla de manera rápida.
Palomeque es una de las mujeres que, por su historia de vida y ser una de las víctimas de la masacre en Bojayá perpetrada por las Farc ―en la que 80 personas perdieron la vida luego de ser atacado el municipio, con un centenar de heridos―, hace parte del programa de protección de la Unidad de Víctimas.
“Cerca de 2015, las monjas agustinas de Bellavista informaron a Aida (su hija) que la salud mental de Mineria había empeorado y era necesario que alguien se hiciera cargo de ella. A raíz de eso, logró que la Unidad para las Víctimas, que ya había indemnizado a Mineria como víctima del conflicto, le facilitara los recursos para brindarle atención psicológica”, remarca el ente en la historia de vida de Palomeque en su página web.
Palomeque es recordada como una mujer fuerte por los habitantes sobrevivientes de Bojayá (Chocó) que siempre decía: “estoy tan de mal genio que hoy le doy machete hasta a los curas”, como cuenta el mismo cura Antún Ramos, el religioso que encabezó la evacuación de los heridos más graves hacia Vigía del Fuerte (Antioquia), minutos después de la explosión de una pipeta al interior de la iglesia de Bellavista, cabecera municipal el 2 de mayo de 2002, día en el que ocurrió la masacre.
Su salud mental
Mineria es una de las colombianas víctima de la violencia intrafamiliar y por el conflicto, pues su hija Aida contó, como destaca la Unidad de Víctimas en su historia, que en noviembre de 1985 recibió una trágica llamada: “el marido de su madre le había agredido con una violencia tal que Mineria había perdido el bebé que esperaba”.
“Esa situación le generó mucha tristeza y creo que ahí comenzaron sus problemas mentales”, comentó
En ese tiempo, su hija vivía en Medellín e intentó llevársela, pero Mineria se opuso porque a los días de la golpiza de su marido, volvió con él; luego, madre e hija no se hablaron por 4 años hasta que Aida la visitó en Murri, Chocó, en donde se enteró que su marido la abandonó y un tío se hizo cargo de ella, pero no podía continuar.
Para ese momento, comenzaron a presentarse sus problemas de salud mental, por lo que Aida decidió hacer un acuerdo con su padre, el primer marido de Mineria, al decirle: “Ya que usted nunca veló por mí, ni me ayudó en nada, hágase cargo de mi mamá. Recíbala en su casa y manténgala”, le dijo al hombre. Por eso mi mamá llegó a Bellavista hacia 1991″, recuerda.
Con los años, la salud de Mineria empeoró y solo unos sacerdotes y las monjas agustinas, Macaria Allín y Mayito, cuidaban de ella.
Mineria, una heroína en el día de la masacre
Para 2002 ya había rumores de la presencia de actores armados muy cerca del casco urbano de Bojayá y se comentaba entre la población que algo muy grave iba a pasar. Y así fue.
El 1 de mayo se escucharon disparos desde tempranas horas y después, cuando se supo que la guerrilla y los paramilitares estaban cerca del pueblo, todos los pobladores buscaron como único refugio la iglesia, pero pocos lograron salvarse del día más terrorífico de sus vidas.
Los habitantes del municipio se escondieron en la iglesia. Macaria cuenta que “allí dormimos muchísimos, cerca de 400 personas. El 100 % de los habitantes de mi barrio, Pueblo Nuevo, estaba allí. Y desde mi barrio, la guerrilla disparaba hacia donde estaban los paramilitares, que estaban ubicados al pie de la iglesia”.
El 2 de mayo fue el día de la masacre y cerca de las 11:00 a. m., a un par de metros de donde estaba Macaria y de una de las sobrevivientes con sus dos hijas, estalló una pipeta dentro de la iglesia.
En el relato a la Unidad de Víctimas se menciona que, de forma inmediata, el padre Antún Ramos comenzó a evacuar los heridos hacia Vigía del Fuerte, municipio que se encuentra justo en frente de Bellavista.
“Mi niña pequeña iba entre ellos. A pesar de las heridas, se la entregué a una amiga para que la llevaran a Vigía. Al final del día, nos quedamos siete heridos en la iglesia”, explica Macaria. Con la ayuda de Mineria, que sirvió de enfermera y salió ilesa de la explosión, lograron llegar a la casa cural.
“Mineria nos ayudó mucho esa noche: nos daba agua, nos pasó cobijas que sacaba de las habitaciones de los sacerdotes y nos arropaba”, cuenta Macaria.
El regreso a Bojayá
En noviembre de 2019, Mineria y Aida volvieron a Bojayá a la ceremonia de entrega de los restos científicamente identificados de las personas que murieron en la masacre.
Durante los actos fueron entregados en total 99 cofres que se inhumaron debidamente en un mausoleo construido para 78 cuerpos plenamente identificados, una fosa llamada 75, que corresponde a los restos misceláneos que no pudieron ser asociados a los otros cuerpos identificados.
Las secuelas mentales que dejó este doloroso hecho en Mineria fueron profundas: “En ocasiones cogía el trapero y comenzaba a trapear el piso diciendo que allí había sangre, quizá haciendo referencia a lo que hizo con el trapero la noche de la masacre. Llegamos al extremo de tener que comprarle un trapero solo para ella, porque le molestaba que se utilizara para otras labores”, dice su hija.
Seis exintegrantes del Frente 34 del Bloque José María Córdoba de la guerrilla de las Farc reconocieron ante la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) su participación en la masacre de Bojayá (Chocó), registrada el 2 de mayo del 2002.