El 25 de junio se cometió uno de los crímenes más sangrientos de los últimos tiempos en Colombia. Mientras el país estaba paralizado por el exitoso rendimiento de la Selección en la Copa América, un escuadrón de sicarios mató a siete personas al interior de una vivienda del municipio de Rionegro, Antioquia. SEMANA revela los detalles desconocidos de esta matanza y la estrategia que usaron los delincuentes para acabar con sus vidas.
El reloj marcó las 7 de la noche. Las víctimas estaban frente al televisor de la sala esperando a que rodara el balón en el MetLife Stadium de Nueva Jersey, donde se enfrentarían Chile y Argentina para definir un tiquete a los cuartos de final del campeonato continental. En ese instante, seis sujetos entraron de manera violenta al inmueble y, sin pronunciar una sola palabra, descargaron fusiles sobre sus cuerpos.
Joaquín Zuluaga, cuyo nombre verdadero se oculta por motivos de seguridad, fue el único sobreviviente de la masacre. Él estaba en una de las habitaciones de la residencia ubicada en el corregimiento de Llanogrande, uno de los sectores más exclusivos y custodiados del departamento donde viven miembros de la farándula nacional y políticos. Este hombre esquivó la muerte, porque se escondió debajo de una cama.
Eran ocho hombres los que vivían en esa casa. Ellos llegaron de La Guajira, Atlántico y Bolívar buscando oportunidades laborales y fueron contratados para tareas de construcción. Sin embargo, los delincuentes pensaron que eran integrantes del Clan del Golfo que estaban adelantando misiones de inteligencia para apropiarse de esa zona de Antioquia. La hipótesis de las autoridades judiciales es que los confundieron.
Los fallecidos fueron identificados como Luis Guillermo Canoles Meco, de 32 años; Jesús Gabriel García Sarmiento, de 40 años; Marlos Luis John Zárate, de 32 años; Luis Espinayú, de 39 años; Arturo Enrique González González, de 30 años; Gildardo Cárdenas Espinayú, de 45 años, y Yeisin Luis Fontalvo Buelvas, de 37 años. Ninguno de ellos tenía deudas pendientes con la justicia ni indicios que los conectaran con los narcotraficantes.
La planeación del crimen
La Policía Nacional en Antioquia, bajo el liderazgo del coronel Carlos Martínez y en coordinación con la Fiscalía, analizó 5.000 horas de videos extraídos de 100 cámaras de seguridad en diez municipios e infiltró a agentes de inteligencia que permitieron reconstruir el paso a paso del homicidio múltiple y dar con el paradero de los presuntos responsables, quienes se encuentran detrás de las rejas mientras avanzan las audiencias.
El crimen se planeó en una vivienda del corregimiento San Antonio de Pereira de Rionegro. Allí se reunieron los seis supuestos asesinos que pertenecerían al grupo delincuencial El Mesa, una banda que tiene sus raíces en el municipio de Bello y que ha expandido sus tentáculos del microtráfico y extorsión a diferentes rincones de Antioquia, entre esos la subregión del oriente, que disputa con el Clan del Golfo.
Al parecer, la conversación fue liderada por una mujer conocida con el alias de Camila, señalada por los detectives de coordinar las operaciones ilegales de este grupo en el Valle de San Nicolás y facilitar la adquisición de armamento. La acompañaron cinco hombres en el cónclave de la muerte: alias Maikol, 320, Pipe, Salchicha y Muelas. Todos tienen un pasado vinculado a la mafia y al tormento que viven los habitantes de esta región.
De acuerdo con la secuencia de los uniformados, Camila habría sido la responsable de conseguir fusiles, revólveres y transporte, asegurando que cada elemento llegara a su destino de manera clandestina; Maikol coordinó el ingreso de los sicarios a la casa donde se encontraban las víctimas; 320 y Muelas se encargarían de la observación criminal; mientras que Salchicha y Pipe lanzarían los proyectiles contra los supuestos enemigos.
Sobre la mesa hay un dato perturbador. Aparentemente, los victimarios alquilaron una finca en las inmediaciones del lugar donde ocurrieron los hechos para llevar a cabo su misión con discreción. Incluso, tuvieron una conversación con los hombres que mataron, en la que les solicitaron empleo en la misma obra de construcción donde laboraban, lo que les permitió obtener información valiosa sobre sus rutinas y hábitos.
La noche de terror
Uno de los funcionarios que participó en la investigación le contó a SEMANA que la operación delincuencial se cumplió al pie de la letra, pues los líderes de El Mesa pudieron evitar los errores, dado que no estarían compitiendo con ciudadanos indefensos, pues tenían la certeza de que eran emisarios de alias Chiquito Malo, con la misión de arrebatarles las economías ilegales, principalmente el narcotráfico.
“La noche del ataque, las coordinaciones comenzaron temprano, con la entrega de vehículos y armamento. Alrededor de las 7 de la noche, los agresores irrumpieron en la finca, ejecutando su plan con una violencia inusitada, dejando una víctima adicional herida en el proceso. Rionegro fue escenario de una brutal masacre”, afirmó el integrante de la unidad de inteligencia de la Policía Nacional que persiguió a los responsables.
En el expediente se indicó que el sobreviviente, nombrado para este informe como Joaquín Zuluaga, alcanzó a alertar sobre lo que estaba ocurriendo al interior de la finca: “Llamen a la Policía, llamen a la Policía”, gritó en repetidas oportunidades. Esas palabras generaron temor en los sicarios, quienes escaparon a bordo de dos motocicletas y dos vehículos particulares, captados en las cámaras de seguridad del sector.
Los videos son elementos clave en el proceso, pues pusieron en evidencia la ruta exacta que utilizaron los criminales para burlar la persecución de la Fuerza Pública. Una de las pistas fue que los presuntos atacantes se escondieron en la vivienda en la que se reunieron horas antes para planear la acción criminal, localizada en San Antonio de Pereira. Más tarde, los sospechosos emprendieron la fuga a otros sectores de Antioquia.
Tras meses de una intensa búsqueda, alias Camila fue encontrada en una vivienda de Medellín, Salchicha y Pipe estaban en Soacha, mientras que Maikol, 320 y Muelas estaban privados de la libertad en un centro carcelario por otros delitos que habrían cometido. Ellos fueron imputados por homicidio agravado, tentativa de homicidio y porte ilegal de armas de fuego. Los cargos no fueron aceptados por ninguno de los implicados.
Detrás de la masacre
La principal hipótesis es que las víctimas fueron confundidas por la organización de El Mesa como supuestos integrantes del Clan del Golfo. Este lamentable hecho es una muestra de la cruda realidad que se vive en el oriente de Antioquia, donde las organizaciones criminales están en una lucha a muerte por el control del tráfico de estupefacientes caracterizada por homicidios selectivos y múltiples.
Los tentáculos de El Mesa se sienten en los municipios de Rionegro, Marinilla, La Ceja, La Unión y Sonsón. Con base en información de la Policía Nacional, sus hombres tienen un salario de dos millones de pesos al mes, también reciben dinero adicional si cometen homicidios y las ganancias son superiores si la víctima es catalogada como un peso pesado. El Mesa ha levantado su voz para participar en una eventual negociación de paz en Medellín.
Los herederos de alias Otoniel quieren desterrar a estos hombres del territorio. Esa expansión era liderada por Juan Carlos Rodríguez Agudelo, alias Zeus, el mayor retirado del Ejército que traicionó a la Fuerza Pública y terminó en la nómina de la organización. Él fue dado de baja el pasado fin de semana en una operación de la Policía Nacional en la zona rural del municipio de San Francisco, también en el oriente de Antioquia.