Iván Mordisco es respaldado por un ejército de delincuentes que venera su maldad en 18 departamentos de Colombia. SEMANA accedió a informes de inteligencia militar que muestran el cerco de confianza de las disidencias más sangrientas del país y la puja por el poder, que amenaza con una ola de violencia sin precedentes.
La justicia lo conoce como Néstor Gregorio Vera Fernández, el primer cabecilla de las extintas Farc que renunció al acuerdo de paz y retomó los fusiles para derramar más sangre. Es responsable de masacres, reclutamientos, secuestros, extorsiones y atentados terroristas que han marcado la historia reciente en el país.
Mordisco informó en 2023 que su organización estaba dividida en cuatro bloques y un comando que delinquen en Nariño, Cauca, Valle del Cauca, Quindío, Tolima, Huila, Guaviare, Bolívar, Amazonas, Guainía, Vichada, Meta, Caquetá, Vaupés, Arauca, Antioquia, Norte de Santander, Putumayo y Casanare, las zonas más fértiles para la producción de cocaína.
El anuncio se cumplió al pie de la letra: los guerrilleros se presentaron en los pueblos como el Estado Mayor Central, mataron a los compañeros que se reincorporaron a la sociedad, impusieron manuales de convivencia para reemplazar al Estado, adoptaron sistemas de ‘impuestos’ y declararon la guerra a la fuerza pública.
El presidente Gustavo Petro los invitó a una negociación, ellos aceptaron y cesaron las hostilidades entre ambos bandos como una manifestación de paz. “Los bandidos aprovecharon este beneficio para fortalecerse y expandirse”, afirmó un alto funcionario de las Fuerzas Militares. Las violaciones fueron constantes y el Gobierno levantó el cese.
Los acercamientos con el Ejecutivo fueron una bomba que estalló en las filas de las disidencias. Un segmento de los cabecillas estuvo de acuerdo en reducir la violencia para continuar en el proceso, mientras que la otra parte –encabezada por Mordisco– no dio el brazo a torcer con las armas. Esto se tradujo en una crisis que fragmentó al grupo.
En abril de 2024, el delincuente perdió el control en Antioquia, Bolívar y Norte de Santander luego de una traición que encabezó alias Calarcá, quien hoy también le disputa el poder en Caquetá, Guaviare, Meta, Huila, Tolima y Putumayo; el efecto es dramático para los empresarios y campesinos, pues tienen que pagarles extorsiones a los dos.
Cuatro bloques le fueron fieles a Iván Mordisco en 18 departamentos. Para demostrar su lealtad, tuvieron que protagonizar hechos de violencia contra la fuerza pública, acorralar a la población civil para que defendieran su presencia en los territorios y aumentar los millones de pesos, tanto en ‘impuestos’ como en narcotráfico.
Alias Andrés Patiño cumplió con todas las obligaciones liderando el bloque occidental Jacobo Arenas, cuyos tentáculos se mueven por Cauca, Valle del Cauca y Nariño.
La fuerza pública considera que este es el brazo armado más potente de la organización, pues cuenta con un fuerte músculo financiero y amplio respaldo social. Bajo la sombrilla de este bloque actúan siete estructuras: Jaime Martínez, de alias Marlon Arenas; Dagoberto Ramos, de alias David; Franco Benavides, de alias Don Mata; Carlos Patiño, de alias Kevin; Urías Rondón, de alias Gerson; estructura 30, de alias Mahecha, y Adán Izquierdo, de Eiber González. Ellos son los que más daño le han causado al país.
Los hombres que cargan con mayores responsabilidades son alias Marlon, David y Kevin. El primero comanda la incursión criminal en Jamundí y Cali. Los dos restantes deben responder por el narcotráfico en Cauca; Kevin, en particular, tiene ‘la joya de la corona’ de Iván Mordisco: El Plateado, uno de los centros de cocaína más grandes de Colombia.
Ahora bien, alias Alonso es el principal cabecilla del bloque Amazonas Manuel Marulanda Vélez, que delinque en Caquetá, Putumayo y Amazonas. Este sujeto es uno de los más cercanos al comandante y tiene la obligación de afianzar el narcotráfico y evitar, a toda costa, que la Segunda Marquetalia y Calarcá se adueñen de la región.
Él manda a las estructuras Carolina Ramírez, de alias Jhonier Boyaco, y la comisión Amazonas, de Jhonier Arenas. Ellos son reconocidos por las autoridades por cobrar altas sumas de dinero en extorsión. De acuerdo con las denuncias, los alcaldes son obligados a entregar hasta 300 millones de pesos para gobernar y poder ejecutar sus obras.
Es dramático lo que ocurre en la región: “Las disidencias tienen un nivel de extorsión nunca antes visto en el Caquetá. Vemos que estos grupos han utilizado este proceso de paz para fortalecerse militar, económica y políticamente en nuestro territorio. Ahora lo están utilizando como un centro de retaguardia”, dijo el gobernador Luis Francisco Ruiz.
A alias Alonso también le rinden cuentas en los Llanos Orientales. Los habitantes de esta zona son atormentados por la estructura Armando Ríos, de alias Dúver; la estructura 39, de alias Robledo, y la estructura 44, de alias Yimmi. Ellos también les hacen contrapeso a las amenazas de alias Calarcá y asignan ‘impuestos’ a ciudadanos por hectáreas de tierra.
La gobernadora del Meta, Rafaela Cortés, informó que las comunidades están en un nivel de desesperación importante: “Nosotros estamos preocupados. Ya empiezan a mandar panfletos donde le dicen a la gente que no pague la extorsión de Mordisco porque Calarcá también está pidiendo”, tal como ocurre en el sur del país.
En Huila y Tolima hay presencia de la estructura Ismael Ruiz, liderada por alias Mauricio. La Policía Nacional lo señala de liderar homicidios colectivos y selectivos, extorsiones y secuestros extorsivos. En esta zona del país sus hombres han entrado en violentas confrontaciones con los militantes de alias Calarcá.
El secretario de Seguridad del Tolima, Guillermo Alvira, indicó que hace muchos años no había presencia guerrillera en el departamento y Mordisco se aprovechó de la situación: “Extorsionan a nuestros agricultores, ganaderos, comerciantes, minería legal y minería ilegal. Esta es la fuente de financiación, es muy fuerte, tienen una presencia muy grande”.