Un joven de 21 años caminó durante cuatro días en las montañas de Antioquia para alcanzar la libertad y revelar las atrocidades del Clan del Golfo, que se está especializando en engañar a cientos de jóvenes por medio de las redes sociales para batallar contra sus enemigos y someterlos a la muerte cuando sienten miedo.
Juan Carlos Ramírez, cuyo nombre verdadero fue modificado por seguridad, se crio en el suroccidente colombiano y percibió cómo su hermano fue reclutado por las extintas Farc-EP. Sin darse cuenta, un mensaje en TikTok desempolvó los amargos recuerdos de la guerra y, en esta oportunidad, la víctima era él.
Un sujeto desconocido lo abordó en esa aplicación para que se desplazara hacia la subregión del Bajo Cauca: “Están necesitando un trabajador para una finca y dan dos millones y medio”, recuerda el joven que, ante el desempleo y la falta de dinero que afrontaba, aceptó la propuesta y emprendió un viaje en carretera de 1.500 kilómetros.
El mismo autor del mensaje le envió 300 mil pesos a través de Nequi para que se costeara los pasajes y asumió el compromiso de recibirlo en Nechí, un municipio que está a la orilla del río Cauca y en los límites con Bolívar. No obstante, aquel recorrido terminó en una trágica noticia que soportó por doce meses.
“Ellos me dijeron que yo ya no podía devolverme para donde mi familia porque ya estaba con ellos”, agregó Ramírez. Él se refiere al Clan del Golfo, la organización delincuencial que lo engañó, secuestró y atormentó para que se pusiera un fusil en el hombro y defendiera las banderas de los narcotraficantes con su vida.
En las primeras horas de la pesadilla, un criminal le entregó ropa oscura para vestir y recibió arroz ahumado para calmar el hambre. Más tarde llegó el entrenamiento, intensas horas bajo el sol donde aprendió técnicas de armamento y fortaleció su estado físico para atacar a dos actores en particular.
La orden que recibió es que debía estar preparado para atacar a los hombres de las disidencias de las Farc y la guerrilla del ELN, quienes están unidos para cerrarles el paso a los herederos de alias Otoniel en el norte, nordeste y Bajo Cauca. En el marco de ese conflicto, han instalado explosivos, cometido masacres, sometido a extorsiones e instrumentalizado a la gente.
Esa petición estuvo acompañada de fuertes intimidaciones: “Allá le dicen a uno que si uno se vuela y se entrega, la misma ley lo coge y lo entrega allá para que ellos lo maten a uno”, comenta la víctima. También les hablaban de una transacción: “Para uno salir, tiene que uno llamar a un amigo para que uno salga y ellos entren por uno”.
El maltrato psicológico y el peligro que corrían lo camuflaban con un salario superior al millón de pesos. Sin embargo, el encargado de pagar la nómina se quedaba con 400 mil pesos sin justificación alguna, él cree que fue como contraprestación por la carne cruda, las lentejas y el arroz que la organización le ponía en el plato.
Las amenazas eran constantes. Los jóvenes reclutados, proveniente de varias regiones de Colombia, sabían que estaban sentenciados a la muerte si intentaban salir de las filas. Frente a cualquier signo de nerviosismo o síntoma de querer abandonar el grupo armado, se pedía el fusilamiento y ponían a prueba la frialdad de los nuevos hombres.
“Ellos me dieron una orden a mí de matar a un chico que había llegado nuevo, como que se quería ir para su casa. Esa orden no la acepté”, detalla Juan Carlos. Por la posición que asumió, el comandante pidió su asesinato y se alcanzó a fugar antes de que se materializara. “Si me van a matar, que me maten corriendo”, pensó.
El escape se extendió por cuatro días: nadó por ríos, subió montañas y aguantó hambre. Cuando las fuerzas no le alcanzaban, apareció una familia que le brindó la mano y alimentación. En el momento en que recobró la energía, él se presentó a las instalaciones del Ejército para iniciar el proceso de desmovilización.
En medio de las investigaciones, se estableció que los hombres del Clan del Golfo están creando perfiles falsos en las redes sociales, principalmente en las redes sociales, para captar a sus víctimas y los eliminan diez días después para no quedar en evidencia ante las autoridades.