Desde el pasado 30 de diciembre a la familia Rivera la vida le cambió de una manera trágica. Sin pensarlo o siquiera sospecharlo sus miembros no llegaron a celebrar el inicio de un nuevo año como otras familias del país: una de las integrantes tomó una decisión que cambió el rumbo de las cosas.

Daniela Rivera una mujer que tenía 27 años, en plenas festividades decembrinas del año pasado, decidió terminar con su vida y con la de su hija de 8 años. La joven se lanzó a uno de los trenes del metro de Medellín mientras agarraba de la mano a la menor de edad. Ante la sorpresa de los medellinenses quienes alertaron a las autoridades, ambas fueron recuperadas de los rieles cuando apenas podían sostener la respiración.

Mientras la niña luchaba por su vida en un hospital y Daniela daba sus últimos respiros, en un escenario paralelo, sus abuelos apenas se enteraban de la noticia. Never José Rivera, el abuelo de la niña, no lograba articular frases completas para definir el dolor que siente, mucho menos las razones por las que su hija arrastró a su nieta hacia las líneas del metro, y quizás nunca la va entender desde la perspectiva de su hija, porque ella no sobrevivió, falleció en un quirófano del Hospital General de Medellín cuando atendían el politraumatismo que se causó.

Daniela era estilista. Se ganaba la vida pintando uñas y arreglando cabellos. Se presume que desde hace más de diez años sufría maltrato físico y psicológico de su pareja.

Mientras que la pequeña batalló contra viento y marea por su vida. La niña, inocente de esta situación, perdió la pierna izquierda y, apenas seis días después, se enteró de que tampoco tenía a su madre. Entre lágrimas le pidió a Dios que algún día le permitiera volver a observar el rostro de la mujer que la trajo al mundo y que la amó con todas sus fuerzas. Esas fueron las palabras que le transmitió a su abuelo, Never José Rivera, desde el centro médico donde se recupera.

El abuelo relató que cuando comenzó a analizar la situación, dijo que el hecho no fue fortuito, sino planificado con varios días de anticipación. Semanas antes pagó las deudas que tenía y mantuvo en su cuenta los últimos 300.000 pesos que le quedaron de su trabajo como estilista: arreglaba cabellos y maquillaba uñas en la capital de Antioquia.

El trágico hecho ocurrió en uno de los rieles del metro, y aunque Daniela sobrevivió por algunas horas, falleció en un centro asistencial de Medellín.

Sin embargo, pese a que en el relato de Never, quien describió a su hija como una mujer trabajadora, las cosas no fueron positivas para Daniela, aparentemente la situación que la habría impulsado a tomar esta trágica decisión habría sido una crisis en la relación que sostuvo con un hombre durante diez años. Apenas sucedieron los hechos, el hermano mayor le contó que se había tirado al tren cuando estaba en movimiento e inmediatamente acusaron al novio de la víctima como el responsable. A él lo conoció en 2013 y tuvieron a la niña, que es la pequeña que ahora batalla por su vida.

Ahora la familia Rivera tiene un desafío menor, mientras por una parte se despiden de la presencia de su hija en la tierra, la abuela de la niña lucha para tener la custodia de la niña y poderla cria,r y de otro lado, se encuentra el abuelo que busca explicaciones de lo sucedido. La incertidumbre de la familia ha sido mayor. Por WhatsApp le han enviado mensajes al padre de la niña pero la aplicación de mensajería muestra que el hombre lee los textos que le envían los allegados, pero no responde.

Captura de video suicidio metro de Medellin Daniela Rivera | Foto: Redes Sociales

“Yo le escribí por WhatsApp que si él no tenía nada que ver con esto que me diera la cara porque yo necesito hablar y recibir explicaciones de todo esto. Yo sé que él le daba mala vida, ella no me lo reconocía, pero todos sabíamos”, mencionó Never José Rivera.

Por su parte, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) está al frente de su custodia y ante la situación con los vecinos de la familia se realizará una recolecta para costear la prótesis que necesita la niña para poder volver a caminar, correr y jugar. A la familia Rivera la vida le cambió en menos de dos segundos y, sin duda alguna, les costará volver a armar el rompecabezas que se desbarató.