El embajador encargado de Estados Unidos en Colombia, Francisco Palmieri, visitó el municipio de Necoclí, en el Urabá antioqueño, en medio de la crisis humanitaria por la ola de migrantes, en su mayoría venezolanos hacia ese país.
El mandatario conoció de primera mano las condiciones en la que se encuentran y las que deben atravesar para intentar llegar hasta la frontera sur del país norteamericano.
“Conversé con migrantes venezolanos en Necoclí y les dejé un mensaje importante: conozcan la nueva forma legal de entrar a los EE. UU., no arriesguen sus vidas y las de sus familias. Los venezolanos que intenten ingresar de forma ilegal serán expulsados a México”, sostuvo Palmieri.
Esta visita se da en medio de la descongestión de miles de migrantes que han decidido devolverse a sus lugares de origen tras el anuncio del gobierno de los Estados Unidos de devolver a los ciudadanos que no cumplan la reglamentación legal para entrar al país de Norteamérica.
Sin embargo, en la visita del alto funcionario, muchos de los migrantes le manifestaron al embajador que no es justo lo que están haciendo con ellos.
Además, Palmieri les aseguró a estos ciudadanos que no es cierto que la frontera solo estará cerrada por 90 días, como está diciendo alguna gente: “Hay un nuevo programa de los Estados Unidos; si se queda en el lugar donde está y no cruza una frontera, se puede aplicar por internet, para tener una visa humanitaria”, señaló el embajador.
El embajador estuvo acompañado de la viceministra de Asuntos Multilaterales, Laura Gil; de personal de la Acnur, que es la oficina del alto comisionado para los refugiados de los Estados Unidos; de Migración Colombia; de autoridades locales; de Policía Nacional; del Ejército, entre otros.
Posteriormente, tuvieron una reunión a puerta cerrada en la que expusieron las condiciones de este fenómeno migratorio, que ha sido uno de los más preocupantes, según la Defensoría del Pueblo.
Palmieri también visitó Norte de Santander para conocer el flujo migratorio en la frontera entre Colombia y Venezuela; allí conoció las condiciones de las madres migrantes en el Hospital Universitario Erasmo Meoz de Cúcuta.
Las historias de vida de los migrantes que por estas fechas tienen abarrotado Necoclí, Antioquia, parecen ser calcadas. Radiografías simétricas de tristes realidades y un afán de huir, de escapar, de no existir aquí, sino allá: en el norte, donde –dicen– todo es mejor y duradero.
Aquella costera esquina antioqueña hoy alberga a miles de personas del sur del continente que decidieron ponerles fin a sus vidas en este lado del hemisferio y buscar suerte en Estados Unidos, y, por qué no, Canadá.
Luego, conectar con el Tapón del Darién, más tarde Panamá, recorrer toda Centroamérica hasta llegar al denominado Hueco (frontera México-Estados Unidos) y pasar al gigante norteamericano. Una travesía que les podría costar la vida, pero uno de estos migrantes dice sin titubear que prefiere morir intentando sobrevivir, que quedarse y ver llegar la muerte a la sala de su casa.
“En todo caso, vamos a morir, sea aquí o allá. Entonces, que mejor sea allá”, refuta.
Su travesía aún es prematura, pues del grueso del recorrido no ha completado ni el 10 por ciento. Todavía está en Necoclí. Su paso se vio interrumpido por una ola de migrantes: miles de personas que, como ella, prefieren morir en el intento.
Han llegado desde todas partes. También hay colombianos. Necoclí colapsó por esa caravana de caminantes dispuestos a avanzar sin mirar atrás. Ha sido tanto el impacto que en algunas calles de Necoclí no hay por dónde caminar. Todo está invadido de cambuches.
La administración municipal decidió declarar la calamidad pública porque en ese pequeño pueblo, de 1.361 kilómetros cuadrados, hay 10.000 migrantes. En menos de dos semanas ha llegado el equivalente al 13 por ciento del total de la población de Necoclí, que, según el último censo del Dane, ronda los 70.824 habitantes.
En pocas palabras: el municipio está a reventar. Las autoridades identificaron presencia masiva de venezolanos, ecuatorianos, asiáticos y africanos. El 20 por ciento de esta población es de niños y adolescentes. La demanda supera la oferta institucional.