La finca La Manuela está ubicada en Guatapé (Antioquia), a orillas del embalse El Peñol, y fue construida en la década de los ochenta por Pablo Escobar, razón por la cual lleva el nombre de su hija.
Este lugar de más de ocho hectáreas era uno de los sitios de descanso del líder del cartel de Medellín y ahora, al parecer, es un sitio que estará en la mira de muchos buscadores de tesoros gracias a los dos videos compartidos en TikTok por unos jóvenes que muestran algunas supuestas reliquias.
Al parecer, los jóvenes se encontraban de paseo en lancha por la zona y se toparon con la finca. Al ingresar a ella encontraron lo que parece ser una jarra pequeña muy normal, enterrada en el barro.
El grupo de amigos, según muestran los videos publicados en la cuenta @jeicalderon17, decidió lavar el objeto, y al hacerlo muestran y afirman haber encontrado un tesoro.
Entre lo que saca del recipiente uno de los jóvenes con sus dedos, mientras una mujer le echa agua, hay dos anillos y un objeto redondo de color dorado como el del oro, así como lo que parecen ser piedras preciosas y algunas monedas.
“Nos enguacamos” es la frase que dice una de las personas que más adelante les dice a sus compañeros que se vayan del lugar.
Asombrados con el hallazgo, la pregunta que se hacen entre ellos es si publican o no el video, ante lo cual uno de ellos indica que no lo hagan porque el Gobierno les puede quitar las cosas.
Aunque se desconoce en realidad de qué están hechos los elementos encontrados, se presume que pertenecían a Pablo Escobar, teniendo en cuenta que fueron hallados en la propiedad que construyó en honor a su hija y fue visitada por este en muchas oportunidades.
Este predio se encuentra abandonado en la actualidad y tiene sentencia de extinción de dominio desde el año 2005.
Después de conocida esta historia, seguirá siendo objeto de miles de visitas de personas que quieren tener la suerte de encontrar algún tesoro escondido del capo.
El grave problema en que se convirtieron los hipopótamos de Pablo Escobar: tienen en jaque a la minAmbiente y se habla de cazarlos
El arca de Noé que patrocinó Pablo Escobar sigue causando estragos en Antioquia. En la década de 1980 importó ilegalmente especies de animales exóticos para ser tenidos como mascotas en un zoológico privado en Puerto Triunfo: embarcó a cuatro hipopótamos que se han expandido sin límites. Hoy se sospecha que en el Magdalena Medio circulan 200.
Estudios científicos han insistido en que su presencia es un riesgo para los humanos. En África, su tierra natal, protagonizan 500 muertes cada año. En Colombia, han estado involucrados en accidentes que no hasta hace poco no habían sido mortales.
Un hombre que recibió mordiscos quedó con problemas mentales y, recientemente, uno de estos gigantes animales colisionó contra un carro. En este caso, el hipopótamo murió, mientras que los ocupantes del vehículo quedaron heridos.
Este mamífero, declarado especie invasora en 2022, circula sin freno en varios municipios donde encuentra alta disponibilidad de alimentos y cuerpos de agua todo el tiempo, escenario con el que no cuenta en su lugar de origen por las variaciones climáticas. Ahí está la primera explicación de su permanencia, según un análisis del Ministerio de Ambiente.
En dado caso de que no se controle la reproducción, la población podría aumentar a 1.000 en los próximos 12 años. Las ideas para erradicarlos han sido frustradas. Un juzgado pidió acabar la caza, luego de que se autorizara el sacrificio de Pepe en 2009, y la plata no alcanza para costear la esterilización de cada uno, que suman hasta 20 millones de pesos.
La Gobernación de Antioquia quiere enviar 70 hipopótamos a varios rincones del mundo para reducir la presión. La operación logística para India y México está avaluada en 3,5 millones de dólares, dado que los traslados serían aéreos. El dinero lo suministrarían privados y solo falta el visto bueno del Gobierno nacional para montarlos en los aviones.
Esta iniciativa no es del agrado del Ministerio de Ambiente, porque la dificultad que tiene Colombia podría repetirse en otros lugares. En esa cartera se le puso freno al viaje y causó molestia en el departamento. Mientras el mandatario regional Aníbal Gaviria Correa pidió acelerar el proceso, en Bogotá le sugirieron tener paciencia porque la situación no es fácil.
Otro de los enredos es que no se tiene información de las condiciones en la que estarán los animales una vez salgan del país y no se les emitirá el pasaporte hasta que se asegure su bienestar. No se tiene una solución para cerrarles el paso a los hipopótamos, de los cuales el 48 % son crías juveniles, el 29 % son adultos y el 23 % restante son subadultos.
En primer lugar, se les lanzarían disparos o les aplicarían un químico que resulta costoso. La otra opción sería la translocación hacia zoológicos del mundo, pero tardaría mucho tiempo en dar resultados y se correrían con otros riesgos en las zonas receptoras. Finalmente, sobre la mesa está ubicarlos en un espacio cerrado hasta que les llegue la muerte natural.
De estas tres alternativas podría salir la solución, aunque la discusión no sería exclusiva del sector ambiental. La presencia de los hipopótamos trasciende en lo legal y social. Algunas personas no los ven como un obstáculo y no miden los riesgos, sino que los perciben como una mascota y se benefician económicamente de la historia traqueta que los rodea.