Arribar al Amazonas es abrirle los brazos a la selva y permitirle que arrebate los vicios de la ciudad. No hay que caminar rápido. Tampoco son necesarios los audífonos para huir del caos. Las tonalidades de verde se roban la atención que a diario suele estar puesta en WhatsApp. Es tomar un respiro en el ‘pulmón del mundo’.

No, no es el más turístico de los destinos que tiene Colombia, pero debería ser una parada obligatoria. Estar rodeado de 110.000 km² de selva lo vale, como también lo vale navegar en el río más largo del planeta, que como una anaconda se extiende hasta otros dos países: Brasil y Perú.

Retratos de Leticia, al sur de Colombia. | Foto: Carlos Andrés Cuevas / SEMANA

Hacer turismo en un departamento que representa la palabra “diversidad” en su máxima expresión implica responsabilidad. Los operadores turísticos y pobladores amazónicos lo saben, de ahí su trabajo para que sea de la manera más sostenible posible. La cadena hotelera On Vacation, con su Hotel Amazon, es un ejemplo.

Cerca del 90 % de los trabajadores de este hotel son indígenas de las comunidades Ronda, Ticuna, Nazareth, San José, Canaan, Cocama, entre otras, que con calor acogen a los visitantes. Cada uno de ellos estudió, viajó para conocer cómo operan otros hoteles y retornó a su territorio para compartir lo mejor de sí y de su cultura con quienes vienen de la ciudad. Lo hacen desde Leticia, donde se comienza a navegar río adentro durante media hora, hasta la llegada a las malocas que funcionan como habitaciones, en medio de la selva.

El puerto de Leticia. | Foto: Carlos Andrés Cuevas / SEMANA

“El poder ser cercanos a la comunidad nos permite aprender en doble vía. Nosotros aprendemos de sus saberes ancestrales y les aportamos la parte técnica. También enseñamos a los viajeros con qué se va a encontrar, cómo llegar a un destino así y de qué manera preservar el medioambiente durante su estadía dejando una huella positiva, como con programas de siembras de árboles”, explicó a SEMANA Mónica Forero, gerente de asuntos corporativos de On Vacation.

La sostenibilidad en el Hotel Amazon también parte de un programa de eficiencia energética, a través del racionamiento de energía y el uso racional de aires acondicionados; la recuperación de las lenguas nativas, mediante un diccionario Ticuna en cada una de las habitaciones, y la compactación de los residuos sólidos generados, disminuyendo su volumen hasta en un 70 %. Ahora mismo, está apostando por la instalación de paneles solares en las malocas, siguiendo el paso de otros hoteles en el Amazonas, y la siembra de especies nativas para reforestar el territorio.

El hotel Amazon cumplió su décimo aniversario en el Amazonas colombiano, territorio donde apuesta por el turismo sostenible y de la mano de las comunidades indígenas. | Foto: On Vacation

Octavio Benjumea Acosta, un poblador del Amazonas que ha sido testigo del impacto positivo del turismo en el departamento, le dijo a SEMANA: “Se ha contribuido con malocas, la recuperación de las lenguas, el retorno a los saberes indígenas. Vemos comunidades como Nazareth y Yagua, que ya andan con sus cucambas, que eran sus vestimentas tradicionales y hoy se sienten orgullosos de eso. Ha sido muy positivo porque ellos se dieron cuenta que su riqueza más grande es su conocimiento”.

El turismo, al ser la base de la economía en el Amazonas, aleja a sus pobladores de las actividades ilegales, como la caza y la explotación de madera, que tanto daño le hacen a la selva y a su fauna y flora. La Fundación Ikozoa Bioparque Amazonas, por ejemplo, hoy tiene bajo protección a Garota, una jaguar que muy pequeña se quedó huérfana por la caza y que, al no haber desarrollado suficiente su instinto de supervivencia, no podrá regresar a su hábitat natural.

Garota, la jaguar rescatada por la Fundación Ikozoa Bioparque Amazonas. | Foto: Cortesía de Juliana Sánchez para SEMANA

“Si no hay turismo, el impacto al bosque y al medioambiente va a ser inmediato porque la gente no se va a morir de hambre. Habrá quienes continúen dedicándose a la caza y la explotación de madera”, agregó Benjumea Acosta.

Hoy, el Amazonas cuenta con 4.000 camas hoteleras, pero la intención es superar tal cantidad, no tanto como para acabar explotando la selva, pero sí lo suficiente para reducir la tasa de desempleo. Sobre la ribera del río Amazonas, hay 22 comunidades de Leticia y 22 de Puerto Nariño, todas preparándose para el turismo.

Grupo de baile de Brasil, en el límite con Colombia. | Foto: Carlos Andrés Cuevas / SEMANA

“Ya hay comunidades que hablan inglés, que tienen su organización turística”, comentó Benjumea. Las comunidades en mención no son solo las colombianas, sino las de Santa Rosa del Yavarí, Perú, y las de Tabatinga, Brasil, a las que el Amazonas une con su imponente río.

Son los líderes de las comunidades indígenas los que guían las visitas para ver delfines rosados, las que explican cómo navegar en kayak el río, los que enseñan cómo pedir permiso a la selva para caminarla de noche, los que dejan todo su conocimiento gastronómico en platos típicos como el pirarucú, los que sonríen de oreja a oreja compartiendo con el público sus bailes.

Delfín rosado, uno de los animales dispuestos para la observación en el turismo de naturaleza de la amazonía colombiana. | Foto: Fundación Omacha

Por supuesto, hay mucho que mejorar, como el cuidado de la ronda del río Amazonas, donde algunos habitantes arrojan basura de manera indiscriminada, aunque a menudo se realicen campañas de recolección de residuos.

Jornada de recolección de basuras en el puerto de Leticia. | Foto: Carlos Andrés Cuevas / SEMANA