La historia comienza en 1981, cuando el narcotraficante Pablo Escobar importó 4 hipopótamos, tres hembras y un macho, para el zoológico privado de su Hacienda Nápoles, en Puerto Triunfo. Cuando el narcotraficante cayó, muchos de los animales salvajes fueron trasladados a otros zoológicos, mientras que algunos fallecieron. Los hipopótamos, sin embargo, se amañaron.
El clima cálido, las aguas del río Magdalena y la humedad configuraron el contexto ideal para estos animales nativos de África. Hoy, alrededor de 100 hipopótamos viven en la región. De acuerdo con una nota publicada por el New York Post, la población de animales podría alcanzar en 2024 los 1.500 animales si no se detiene su reproducción. El reporte de este diario publicado este domingo hace un recorrido por la historia de esta que es ya una parte de la leyenda urbana colombiana.
Los hipopótamos de Escobar, como se les conoce, viven un un paraíso, pues a diferencia de África, en Colombia no tienen enemigos naturales. Su proliferación supone un riesgo para ecosistema que habitan. Además, como se explica en una nota del Daily Telegraph, estos animales “representan una amenaza para la vida silvestre natural, ya que su orina y heces son tóxicas, y potencialmente enferman a otras especies e incluso a los humanos”.
Con los años, los hipopótamos han conquistado más territorio. Hoy rastrearlos es toda una odisea. Desde hace algunos años, un grupo de científicos se dedica a castrar a estos animales, sin duda un empresa complicada. No es fácil hallar, sedar y operar a un animal cuyo peso es de entre 1.300 y 1.800 kilos, considerado el mamífero que más personas mata en África: alrededor de 50 por año.
Castrar a los animales no es suficiente, pues el ritmo al que crece la población supera por mucho a la cantidad de animales que pueden castrarse: apenas uno por año. Además, los recursos no alcanzan para trazar un programa de castración a gran escala. Las salidas al problema se reducen cada vez más. Hoy es ilegal cazar hipopótamos en Colombia. Mientras se decide qué hacer con los animales, estos crecen si pausa y, si no se detienen, las consecuencias para muchas especies del Magdalena serán catastróficas.