Gladys Martínez recuerda al pie de la letra el 7 de febrero del 2003. No se le escapa un color, un olor o un instante del día en que cambió su vida para siempre. En su cabeza, como una película, corre un cuadro tras otro de las angustiosas horas que le tocó vivir cuando un carro-bomba con 200 kilos de C-4 explotó en el Club El Nogal mientras ella trabajaba.
"A las siete de la noche ingresé a mi turno de trabajo en la Taberna San Andrews, en el quinto piso del hermoso Club El Nogal. Esa noche tuve la oportunidad de encontrarme y cenar con mi compañero Eduardo Mutis, sin pensar que sería la última vez que lo vería. Me sentía muy cansada y tenía pereza de trabajar. Me habían cambiado de sitio de trabajo, ese mes estaba en la cafetería de al lado, pero ese día tenía turno de tarde en la taberna", recuerda.El fragmento es el inicio de su historia: Fragil y fuerte. Una autobiografía que esta mujer de 47 años empezó a construir en busca de un bálsamo para el alma. Escribir es su refugio desde cuando "le cortaron las alas" y le arrebataron la oportunidad de bailar y correr para siempre. Pero ese tampoco ha sido un impedimendo para seguir en pie con las riendas de su vida y de la mano de su hijo que comenzó a estudiar en Artes Escénicas en la Universidad Javeriana. A Gladys le practicaron 10 cirugías y aún hoy camina con dificultad.
Han pasado 15 años desde que las Farc pusieron la bomba en El Nogal y la conmemoración este año viene rodeada de varios matices. Las Farc dejaron las armas, debutan en la sociedad como moviento político y por primera vez desde que se perpetró el ataque, voceros de esa exguerrilla reconocieron la responsabilidad que tienen por la muerte de 36 personas y 200 más que resultaron heridas.Se trató de uno de los peores actos terroristas cometidos durante el conflicto, aunque no está claro cuál era su objetivo o si era simplemente la expresión de un odio de clase alimentado en las filas guerrilleras. Lo cierto, sin embargo, es que los sobrevivientes tienen enormes secuelas físicas y morales, de las que ha sido difícil sobreponerse.¿Pero qué sigue? Gladys conoce esta historia y esta pregunta muy bien, pero ignora la respuesta. Ella, una mujer inteligente, tierna y despierta, continúa trabajando, cumpliendo sus horarios e intentando entender los tiempos políticos que marcan el país. “No me cabe en la cabeza que estén haciendo política”, dice. Pero tampoco se ha cerrado a la oportunidad de coincidir en eventos con excombatientes y cruzar un par de palabras con ellos.
"Si el Estado nos hubiera reparado, hay muchas cosas que serían distintas", resalta al tiempo que enumera las enormes dificultades que han tenido las víctimas de El Nogal para recibir la misma atención que en otras regiones del país. Aún así, está convencida de que "la cadena se tiene que romper" para ponerle fin a tanta violencia. Como parte de esa recuperación, Gladys participa en el proyecto de la Alta Consejería para los Derechos de las Víctimas, la Paz y la Reconciliación: Almas que Escriben. Desde allí reconstruyó la vida de los 12 compañeros que perdió y de los que poco se habla.Jesús Manuel Díaz Moreno, barman; Manuel Antonio Ferro Cruz, jefe de oficina; Marco Tulio Hernández, auxiliar de cocina; Bella Nancy Méndez, dependiente de ropero; Germán Alexander Cárdenas, supervisor de seguridad; Luis Eduardo Mutis, auxiliar de servicios; Maria Gladys Quiroga, Steward; Hugo Oswaldo Silva, cajero POS; Milton Ricardo Martínez, guarda de seguridad, Yesid Castibblanco, auxiliar de servicio; Marco Alfonso Baracaldo, Maitre; y Fernando Samierto. Sobre ellos versan las semblanzas que esta mujer de 47 años escribe para rendirles un homenaje y rescatarlos del olvido. El libro que será publicado el próximo 9 de abril no sólo recoge estas 12 historias sino también las de otras víctimas del conflicto.
"Todo tipo de personas estaba ahí. Hay que recordarle al país que este club no solo son la clase ‘firififi‘ es el trabajador que gana el salario mínimo, el de la cocina y la persona que estaba en el ascensor. La gente piensa que El Nogal nos merecemos eso por ser de la burguesía. Pero no señores, no somos de la burguesía, somos profesionales. Por eso tenemos que recordar que en todos los hechos victimizantes no puede haber discriminación. Víctima es víctima", manifestó Bertha Lucía Fries.El ataque terrorista en el corazón de Bogotá fue atribuido a las Farc desde un principio, en particular a su columna móvil Teófilo Forero. Las autoridades describieron este atentado como un mensaje contundente de una guerrilla cuya estrategia apuntaba a la ciudad, ya no al campo. A mediados de ese año, en efecto, la Fiscalía acusó a los miembros del Secretariado de la guerrilla, entre ellos a ‘Alfonso Cano’ e ‘Iván Márquez’, y a los hermanos Arellán, por los delitos de terrorismo, homicidio agravado y rebelión. Según las investigaciones, otro hermano de los Arellán, Oswaldo y su sobrino, John Fredy, fueron los que llevaron el carro bomba al Club y murieron cuando el vehículo explotó. John Fredy sería la ficha infiltrada de las Farc en el Club, al hacerse profesor de squash y adquirir una acción con una empresa fachada. “Los integrantes del secretariado de las Farc autorizaron el atentado contra El Nogal y los explosivos fueron traídos a Bogotá en la chiva de Fernando Arellán. El carro bomba fue armado en un taller de Bogotá. Dicho vehículo fue entrado al Club por Oswaldo Arellán y John Freddy Arellán se encargó de guardar un sitio estratégico para ubicar al automotor”, explicaba un comunicado de la Fiscalía de julio de 2003.