La naturaleza ha sido una de las principales víctimas del fin de la guerra con las Farc. Tras la desmovilización de este grupo armado, cientos de miles de hectáreas de bosques nativos en sus antiguas zonas de influencia han sucumbido ante una fiebre devastadora impulsada por la ganadería, la especulación de tierras, los cultivos de uso ilícito y algunas obras de infraestructura.Le puede interesar: “Bosques territorios de vida”, la ambiciosa propuesta para llevar la deforestación a cerosDos de los lugares más afectados han sido los Parques Nacionales La Macarena y Tinigua. Ambos lugares, ubicados estratégicamente en la transición entre los Andes y la Amazonia, están siendo literalmente devorados por la deforestación. Un dato puede ilustrar la magnitud de la tragedia: según el Ideam, entre enero y marzo desaparecieron 5.620 hectáreas de bosque en Tinigua, un Parque que cuenta con 280.000.Le recomendamos: "Los colombianos deben poder vivir de los bosques sin tener que talarlos"Las autoridades estan empezando a tomar cartas en el asunto ante esta preocupante situación. Esta semana, las Fuerzas Armadas, la Policía, el Ministerio de Ambiente y la Fiscalía ejecutaron la operación Águila contra la deforestación en La Macarena y Tinigua. El saldo de la operación es de tres personas judicializadas por invasión de áreas de especial importancia ecológica y daños a los recursos naturales. Así mismo, se incautaron 18 motosierras y se intervinieron 18 focos de destrucción de los bosques en esa zona del país.