A Zenaida Rubio le entregaron el cuerpo de su hijo en febrero, once años después de que salió de su casa a trabajar. Lo recibió en una pequeña caja: adentro estaban los huesos y restos de la camiseta del Atlético Nacional y la sudadera con las que lo vio por última vez. Lo asesinaron y terminó enterrado como “no identificado” en el cementerio de La Macarena, Meta. Daniel Lezcano buscó a su padre por 18 años y solo pudo velar su cuerpo también en febrero, luego de que la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) lo exhumó del cementerio de Dabeiba, Antioquia. Se convirtió en el primer desaparecido identificado por la Jurisdicción. Mientras tanto, decenas de víctimas esperan que la Justicia intervenga este año el cementerio de Tumaco, un lugar desbordado de cadáveres y problemas sanitarios, donde tal vez puedan encontrar a sus muertos. Según la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD), en los camposantos del país hay alrededor de 25.000 personas no identificadas. La mayoría de ellas desaparecieron por el conflicto armado. Identificarlas y entregarlas a sus familiares se ha convertido en uno de los retos más complejos en la búsqueda de la verdad. En ello han trabajado la Fiscalía, Medicina Legal y decenas de organizaciones sociales que han contribuido durante años. Tras el acuerdo de paz, la JEP y la UBPD se sumaron al trabajo. Lea el artículo completo aquí.