Cuando empieza esta historia, Giovanny tiene 18 años y es vendedor de rosas en un puesto de la plaza del mercado de Paloquemao, en Bogotá, donde trabaja con su papá. Gana aproximadamente 40 mil pesos diarios y sueña en convertirse algún día en técnico reparador de elevadores. Pero su camino estuvo a punto de ser truncado, el día en el que decidió evadir su servicio militar.Por miedo de que lo declararan apto y lo llevaran de una vez a prestar el servicio, decidió comprar su libreta directamente con Jaime, el viejo señor que decía haber trabajado en el batallón 51 de Kennedy y tener los contactos necesarios para entregar los documentos sin pasar por el filtro del Ejército.Como varios de sus compañeros de la plaza de mercado, Giovanny pagó en dos veces el millón doscientos mil pesos solicitado, una primera parte por adelantado y el resto a la entrega. Pero para eso, tuvo que endeudarse con los prestamistas del “gota a gota” que le entregaron 600 mil reembolsables en un mes con 120 mil pesos de interés.Infografía: Radiografía del servicio militar en Colombia“Me tocó sacar la mitad de mi sueldo más o menos, (…) tocaba pagar 15 a 20 mil pesos diarios” explica Giovanny, además de entregarle a Jaime tres fotos y la copia de su cédula de identidad.Pero el esfuerzo valió la pena cuando en 15 días este le entregó una libreta militar en perfecto estado de uso. El falseo fue tan bueno que los propios soldados pudieron ser sorprendidos por su calidad.El día de la batida en la que lo capturaron, Giovanny no corrió como los otros chicos a refugiarse en las tiendas y puestos del mercado, sino que presentó con seguridad su nueva tarjeta, convencido de que se trataba de una original. Lo mismo le pareció al primer soldado que la revisó, pero no a su superior jerárquico, quién notó la ausencia de hologramas en el documento.Entonces los subieron al camión por llevar papeles “chiviados” y lo presentaron a él y a un amigo que hizo lo mismo ante la Fiscalía. En la URI de la 38, un comandante de Policía les leyó sus derechos, los esposó y los dejó allí encerrados durante cuatro días en duras condiciones de hacinamiento.No son los únicos en este caso, tan sólo en 2016, 41 personas fueron imputadas por delitos relacionados con redes similares en el país, 29 por estafa y 6 por falsedad en documento.“Nos tocaba dormir en el piso como éramos jóvenes y allá hay gente mucho más grande y con delitos mayores… no nos dejaban entrar comida y preciso en ese momento había paro de la rama judicial entonces no se adelantaron las audiencias de otros casos y nos demoramos” recuerda ahora, sentado en la oficina de reclutamiento del ejército, encargada de la expedición de libretas militares.Hasta que un abogado del Estado les permitió asistir a su primera audiencia. Luego de que se declararan inocentes por considerar que habían caído en una red de tráfico que desconocían. El proceso duró dos años entre audiencias aplazadas y desplantes de los abogados tanto particulares –en un principio pudo contratar a un privado, hasta que se le acabó la plata- como institucionales de la Defensoría Pública, quienes lo dejaron plantado en repetidas ocasiones. “Lo único que me toca hacer son dos charlas a los jóvenes para que no cometan el mismo error mío, que fue ir a hacer los papeles en otro lado en donde no era”Durante ese tiempo, Giovanny pensó en ir a pedir cuentas a Jaime, pero le tuvo consideración por tratarse de un hombre de edad avanzada. Tan avanzada que la segunda vez que fue a buscarlo para resolver el asunto de la libreta, se encontró con su esposa y uno de sus hijos quienes le anunciaron que el señor había muerto entretiempo. Asimismo lo explicó a la Fiscalía en la audiencia y aparentemente los funcionarios corroboraron la información. Por eso es que nunca se supo si Jaime trabajaba sólo o era la punta de una red de traficantes de falsos papeles militares.Por ser tan joven y no tener ningún antecedente judicial, la Fiscalía le confirió a Giovanny la oportunidad de acogerse a un principio de oportunidad. “Lo único que me toca hacer son dos charlas a los jóvenes para que no cometan el mismo error mío, que fue ir a hacer los papeles en otro lado en donde no era” cuenta con un deje de resignación.Además de que tendrá que volver a mirar cómo soluciona su estado militar y si debe volver a pagar la tarjeta para no quedar como remiso, a menos de contar la benevolencia del ejército al respecto.Al final de esta historia, Giovanny tiene 20 años, pasó por dos años de procesos tan sólo por haber querido evadir el servicio militar y todavía quiere ser técnico de ascensores, porque ese es un trabajo con futuro en una gran ciudad en la que se construyen cada vez más y más grandes edificios.Él ha tenido bastante mala suerte, pero la buena noticia para los aproximadamente 75 mil jóvenes que cumplen su servicio cada año en Colombia es que la ley 189 de 2016 se encuentra en buen camino para su aprobación en el Senado, con la cual se podría reducir pronto fuertemente el costo de la libreta y otorgar nuevos beneficios a quienes cumplan con su deber cívico.