Los muiscas llamaban Ipsa a los mercados en donde tunebos, panches, sutagaos, muzos y otros grupos indígenas se reunían para intercambiar sus productos. Unos traían mantas de algodón y moyos de sal, otros conchas marinas y plumas de aves exóticas, algunos cargas de coca y alucinógenos como el yopo. Quienes vivían en tierras bajas llevaban el algodón que luego tejían diestros artesanos de las tierras altas. Después de horas o días de viaje, los indígenas se encontraban, hacían los trueques y regresaban con frutos que no crecían en su tierra.Hoy el trueque forma parte del pasado aborigen del altiplano cundiboyacense. Sin embargo, la pandemia de covid-19 y el confinamiento que vive el país han traído de vuelta esta práctica en varios municipios de Cundinamarca. Según Viviana Pulido, secretaria de Agricultura de Cundinamarca, estas iniciativas son muy valiosas, en especial en departamentos que son rurales como Boyacá, Huila y Cundinamarca. “La idea -dice Viviana- es invitar a los habitantes a activar sus lazos de solidaridad por medio del trueque. Cualquiera que tenga una huerta puede hacerlo. Las plazas también pueden sumarse, pues es allí donde se comercializan los productos sin intermediarios. Además, los mismos vendedores pueden intercambiar sus alimentos entre sí”.