Desde febrero de 2009, fecha en que me vinculé como columnista a esta revista, hasta esta semana, he escrito 561 columnas, más de 28 millones de caracteres, con la pretensión, unas veces más lograda que otras, de entregar a los lectores un artículo que asimile la espesa realidad colombiana a través de la sátira o el humor. Esta vez no pude hacerlo de esa manera. La abrupta decisión del dueño de esta empresa editorial de suspender de un tajo la columna del periodista Daniel Coronell, a quien expreso mi solidaridad, me produjo una tristeza reflexiva por culpa de la cual prefiero exponer mis puntos de vista en tonos menos alegres: a lo mejor parecidos a los momentos que atravesamos. Cualquiera que haya formado su criterio periodístico al lado de Felipe López, como es mi caso, sabe que la libertad de expresión es el máximo pilar sobre el que reposa el oficio editorial: el mayor baluarte que los periodistas debemos defender, y a la vez la garantía mínima que debemos exigir, para poder adelantar con altura el trabajo del periodismo. Lea aquí la columna completa de Daniel Samper Ospina, ‘Mi solidaridad con Coronell‘