Sobre la ribera del río Atrato y sus afluentes hay casas que desde hace meses están clausuradas por las amenazas de grupos armados que han terminado por amedrentar a miles. Lo mismo sucede en Alto Baudó, donde las familias huyen por muertes como la del líder social Patrocinio Bonilla, asesinado en la comunidad Santa Rita después de que lo secuestraron con otras 15 personas en la primera semana de agosto. Días antes, el 18 de julio, en Tibú, Norte de Santander, murieron ocho personas, algunas con signos de tortura, mutilaciones y machetazos, lo que desplazó a unas 100 familias. Y está Nariño, que en los últimos días vive atrocidades. En Leiva asesinaron a dos niños cuando llevaban las tareas al colegio; en Samaniego, ocho jóvenes que festejaban fueron abaleados, unos en la cara, otros por la espalda mientras corrían; en Ricaurte, mataron a tres indígenas. Y hace solo unos días el ELN atacó con cilindros y explosivos un batallón del Ejército en el Catatumbo. Mapa de masacres recientes en Colombia: Todos estos hechos de sangre han recordado los peores días de la guerra paramilitar y guerrillera en los que llegaban a caseríos para masacrar impunemente, lo que terminaba en desplazamiento y despojo de tierras. Sin embargo, las dinámicas de la violencia hoy son distintas. Le recomendamos: 20 minutos de horror: El escalofriante relato de un sobreviviente en Samaniego ¡Basta! La espiral de la nueva violencia sacude al país Atados y vendados, así encontraron a las víctimas de masacre en El Tambo