Hasta mediados de marzo, Carlos Julio Bernal sonreía a diario al recorrer los pasillos de la Universidad Javeriana en Bogotá, donde tenía su lugar de trabajo desde hace 28 años. Su oficio: lustrabotas. Para ejercerlo, él mismo fabricó una caja de madera (su ‘piano’) que llenó de betunes y cepillos y adornó en su exterior con monedas de todos los países que le obsequiaban sus clientes. Antes de la pandemia, este colombiano podía decir “uno vive bien con este trabajo”. Ahora forma parte de ese 23 por ciento de familias que hace un año tenía para sus tres comidas diarias, pero que en estos momentos solo logra garantizar dos, y en ocasiones, únicamente le alcanza para una. Lea el artículo completo aquí.