Tumaco, el principal puerto que tiene el departamento de Nariño sobre el mar Pacífico, no ha podido celebrar con júbilo el repliegue de la guerrilla de las FARC en una zona veredal transitoria, y mucho menos el comienzo de la dejación de sus armas.Si bien muchos festejan que los casi 300 guerrilleros de la columna móvil Daniel Aldana cumplieron su palabra de acogerse al proceso de paz y de esa manera abandonan décadas de secuestros, extorsiones, ataques a la fuerza pública, hostigamientos y hasta la detonación de bombas en pleno centro de la ciudad, la alegría no ha sido completa.Le recomendamos: Las amenazas de las cuatro zonas que más guerrilleros concentranDesde hace varios meses se viene hablando en el puerto de una disidencia miliciana que no quiso someterse al proceso de paz y seguirá empuñando las armas. Desde entonces, se dice que al menos 300 hombres, la mayoría jóvenes, volvieron a la selva y desde allí se rearmaron e iniciaron su propia guerra y se autodenominan “gente del orden”.Aunque para muchos tumaqueños ellos en realidad son la gente del “desorden”, por cuanto ya se les atribuyen atentados criminales contra comerciantes que se niegan a pagar extorsiones y casos de sicariato.Puede leer: En vilo el calendario de entrega de armas de las FARCDesde la Diócesis de Tumaco el problema se ha visibilizado junto a continuos llamados de atención a las autoridades para que se enfrente el problema, “no podemos ser indiferentes ante semejante amenaza”, argumentó Arnulfo Mina, sacerdote encargado de la Diócesis.Y el 5 de enero de este año la situación se puso más compleja cuando a través de una carta firmada por presuntos jefes de esas milicias disidentes (alias el Pollo, el Mocho, Cardona y Volión), solicitaron a la alcaldía su intervención para que los acojan nuevamente en el proceso de paz.“(…) solicitamos tenernos en cuenta y vincularnos en el proceso de los acuerdos de La Habana”, arranca el comunicado que remiten como un Derecho de Petición.Le recomendamos: Gobierno y ONU, la pelea por la dejación de armas que nadie anticipabaSeguidamente, reconocen que algunos de sus exmilicianos están cometiendo delitos como extorsiones, vacunas y homicidios, “(…) se han venido presentando hechos de algunos jóvenes desadaptados que no escuchan”.También aclaran que temen por sus vidas y las de sus familias, “(…) otros de nuestros temores son los paramilitares que ya están en la región” y rematan argumentando que “(…) no queremos quedar como rueda suelta, como delincuentes ante la sociedad, el Gobierno y las FARC-EP”.Y el pasado fin de semana, en un informe especial de Caracol Noticias apareció ante las cámaras el jefe exmiliciano Róbinson Araújo, alias el Pollo, confirmando el contenido de la carta y ‘pidiendo pista‘ a las FARC y el Gobierno para que les permitan aterrizar nuevamente en el proceso de paz. “No queremos saber nada de guerra, queremos estar en paz”, expresó.Le puede interesar: La última marcha de las FARCAnte esa disyuntiva, este portal se entrevistó con Yesid Guevara, uno de los jefes de la columna móvil Daniel Aldana de las FARC y quien coordina las labores de agrupamiento en la zona veredal transitoria que se levanta en Tumaco.Allí el comandante guerrillero confirmó que a mediados del año pasado un grupo de 73 milicianos pidieron la baja dentro de la guerrilla porque no creían en el proceso de paz que se adelantaba con el Gobierno.Le recomendamos: Informe especial: el punto final de la guerra con las FARCTambién aclaró que jurídicamente el caso de esos exmilicianos es complejo, por cuanto ya no hacen parte de la organización subversiva, “el tema le toca resolverlo al Gobierno a través de su comisionado de Paz”. Y recalcó que si bien esos grupos disidentes están armados, “no tememos por nuestra seguridad”.Esta es la explicación que ofrece el comandante Yesid Guevara sobre los milicianos disidentes de las FARC que hoy piden ser incorporados nuevamente al proceso de paz que se pactó en La Habana.