El jurista contó su historia para el especial Palacio de Justicia: 30 años, 30 rostros. “No hay nada qué hacer. El presidente no domina la situación”, le dijo Gabriel García Márquez hacia las cinco de la tarde de ese 6 de noviembre de 1985 a su abogado de entonces, Alfonso Gómez Méndez. Pero cuando se habló temprano de que el M-19 había tomado el Palacio de Justicia, el jurista no se asustó. Estaba en su oficina de abogados con Yesid Reyes, hijo del entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía. Ambos pensaron que la toma se terminaría, como el asalto de esa guerrilla a la Embajada de República Dominicana, mediante un acuerdo negociado. “Nunca se nos pasó por la cabeza que el gobierno no dialogara, ni que los tanques entraran al Palacio de Justicia”, recuerda el exministro. Cuando pidió la ayuda de Gabo para que hablara con Belisario Betancur, ya estaba desesperado porque sabía de primera mano que el presidente de la República no le pasaba al teléfono a Reyes Echandía. Después de los fatídicos eventos, Gómez Méndez buscó esclarecer lo que pasó como representante a la Cámara, procurador general de la Nación y fiscal. Hacia 1989 tomó una decisión impopular que, según él, le costó su salida del cargo: la destitución disciplinaria del general Jesús Armando Arias Cabrales y el coronel Edilberto Sánchez Rubiano, por no tener en cuenta la vida de los rehenes en el operativo de retoma del palacio y la desaparición de Irma Franco. “Tuve a todo el país en contra”, confiesa el exfiscal. Durante su periodo de fiscal, se alcanzó a establecer la identidad de una de las desaparecidas del palacio, empleada de la cafetería, Ana Rosa Castiblanco. “Esas dificultades en las investigaciones surgieron porque aquí hubo una especie de pacto de silencio, nadie quería que avanzaran seriamente”, reflexiona Gómez Méndez. Aunque las culpas están distribuidas en todas las direcciones, en el caso de la toma, en 30 años, la Justicia ha cojeado pero no ha llegado.