Otoniel no solo siembra terror en el Urabá: es uno de los pocos hombres a los que el sanguinario narcotraficante Daniel ‘el Loco’ Barrera le tenía miedo. Él y otros jefes de los Urabeños como Gavilán o el Indio han llegado hasta el punto de utilizar a decenas de niñas entre 12 y 14 años para satisfacer sus más aberrantes deseos sexuales. Todas provienen de familias campesinas que viven en pobreza extrema y en zonas rurales de municipios del Urabá antioqueño y chocoano. El máximo jefe de esta banda criminal lleva años siendo la ley en estos territorios y se aprovecha de las necesidades económicas de los campesinos para presionar la entrega de las niñas y así satisfacer sus deseos sexuales. Además, negarse tampoco es una opción, pues sería firmar la sentencia a muerte. Su plan es sencillo. En 20 días construye casas de madera en sitios estratégicos de la selva, que le sirven para huir de la Policía y en las que nunca pasa más de dos noches. A diferencia de la miseria en la que está construida el resto de la casa, su cuarto cuenta con una cama de 2 por 2 metros, colchones ortopédicos de hasta 5 millones de pesos, televisor plasma, señal de televisión satelital y una puerta de escape que le permite huir hacia la zona boscosa en caso de un operativo policial. Consigue familias humildes para que vivan allí, a cambio de que sean sus informantes y le mantengan un cuarto a su disposición en el que abusa de las niñas que se le antojan. “Tenemos un sinnúmero de casos donde este monstruo y alias Gavilán son unos de los principales generadores de delitos sexuales”, le dijo a SEMANA uno de los comandos especiales de la Policía que sigue de cerca los pasos del máximo jefe de los Urabeños. Otoniel y su banda obligan a las niñas a que usen ropa interior con características específicas. La fascinación de Gavilán es que utilicen tangas camufladas, mientras que el jefe de los Urabeños las obliga a que se vistan solamente con un babydoll rojo. Pero lo más aterrador es que no solo ordenan que les lleven niñas, sino que también encargan pastillas del día después e inyecciones para provocar abortos, porque les gusta sostener relaciones sexuales sin protección. Otra estrategia para acercarse a las menores de 14 años y abusar de ellas consiste en deslumbrarlas con regalos suntuosos que van desde ropa, cuatrimotos y camionetas, hasta aumento de busto y liposucciones a pesar de la corta edad de la mayoría. “En los seguimientos y entrevistas que hemos realizado encontramos menores que se ufanan de ser las novias de estos cabecillas, diciendo: ‘mi esposo me regaló esta Fortuner, y esta cuatrimoto’”, comenta el comando de la Policía. Lo peor es que cuando las niñas llegan a sus colegios en estos vehículos llaman la atención de sus compañeras de clase que incluso manifiestan interés en conocer a los “generosos” hombres. Como informa María Cristina Hurtado, delegada para la Infancia y Adolescencia de la Defensoría del Pueblo, “a la luz de los derechos humanos, a pesar de que una niña de 12 o de 11 años suplique tener relaciones sexuales, jamás se entenderá que su voluntad legitima el delito sexual”. La Defensoría ha dejado claro que la explotación sexual que ejercen los Urabeños se agrava porque recae en menores de 14 años y porque los miembros de esta banda son actores armados con control territorial. Por eso asegura que se está frente a un crimen de guerra y de lesa humanidad que puede llevarse a la Corte Penal Internacional.