No hay un día en que Bertha Lucía Fries no recuerde lo que pasó ese 7 de febrero del 2003 en el club El Nogal, cuando un carro-bomba con 200 kilos de C-4 explotó bajo sus pies. La sensibilidad que desarrolló con los olores y el ruido que hacen las ambulancias le refrescan con frecuencia la memoria. Esto, sin contar, los interrogantes que la persiguen catorce años después.Quizás, esa fue una de las razones por las que no se sorprendió cuando supo que después de estar seis años preso en la cárcel La Picota, Herminsul Arellán Barajas, señalado como uno de los autores materiales del ataque en el corazón de la capital, consiguió su libertad.Le puede interesar: El conmovedor abrazo en El NogalAunque la noticia volvió a acentuar las diferencias entre quienes están de acuerdo o no con la forma como quedó diseñado el modelo de justicia al que se someterán las FARC, agentes de Estado y terceros civiles involucrados en el conflicto, a esta mujer le preocupa otra cosa."¡No es terrible!", respondió a uno de los tantos mensajes que recibió cuando se hizo pública la noticia. "Si firmamos el acuerdo de paz tenemos que pensar que no es terrible, sino al contrario se está cumpliendo lo que se pactó", reflexionó. Sin embargo, hay cosas que no dejan de incomodarla."Por qué unos perdonamos y otros no. Yo pase por ahí. Quedé postrada, perdí el trabajo y mi marido renunció al suyo. No tenía posibilidad de nada, la única salida a mi situación era la muerte".Esta mujer no cree que Herminsul sea el cerebro del atentado por muchas cosas que ha leído. "Entiendo que fue el explosivista. Pero, ¿el cerebro? Él puso las piezas juntas para activar la bomba. Ahí me puse a pensar, ¿qué siente una persona cuando está armando un carro-bomba? Todavía no entiendo cómo puede uno hacer eso", fue su primera reacción cuando se enteró que el hombre había conseguido su pase a la libertad. Puede ver: Quién puso la bomba en el club El Nogal?"Me alegra saber que el proceso de paz está funcionando por ese lado. Sin embargo, me pregunto por qué no reaccionan a la misma velocidad con las víctimas. No nos han tenido en cuenta. Hay un desequilibrio. Por todos lados dicen que somos el centro pero yo me pregunto: en el centro de qué, ¿de la injusticia? y ¿los destiempos? Eso le digo al presidente, al procurador y a la Unidad de Víctimas que ni siquiera han registrado a quienes sufrieron el ataque en El Nogal. El centro de qué, ¿el centro de Bogotá o de dónde?".Pese a las posiciones encontradas que despertó el tema en las redes sociales, para esta sobreviviente del conflicto debe entenderse como el inicio del camino del Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición. Primero que todo porque Herminsul tiene obligaciones, como por ejemplo, "contar por qué nos pusieron la bomba a nosotros; un hecho que entre otras cosas se enmarca en el pacto que el pasado cinco de abril suscribieron algunas de las víctimas del ataque tras un encuentro con las FARC. "¿Quién era el objetivo militar? Alguna vez me adjudicaron que yo había dicho que había paramilitares en el club. Eso no fue así. Lo que yo dije y sigo diciendo es que se especulaba que ahí se estaba negociando con ellos. A mí, no me consta. Sin embargo, ese era el rumor. Herminsul, ¿contra quién iba el atentado?", le diría si se le presentase la oportunidad de tenerlo en frente.Le recomendamos: FARC sellan pacto de verdad con víctimas de la bomba en club El NogalEl carro bomba del Nogal fue el mayor atentado de la guerrilla contra la población civil en Bogotá, y no para de repetirse en la mente de Bertha. "En seguida de donde estaban mis zapatos quedó el hueco por donde salió la explosión y la pared que me cayó encima. Se me fracturó la columna, las vértebras cuatro, cinco y seis. La siete y la ocho se pegaron".Algunas cosas han cambiado. Aunque por largos ocho años estuvo llena de odio contra las FARC por la incapacidad física que le causaron, a finales del año pasado, cuando consiguió reunirse con algunos jefes de la guerrilla, esos sentimientos habían desaparecido. "Quienes me acompañaron al encuentro con el Secretariado estaban esperando el momento en que yo me desmayara o les pegara. Pero nada de eso pasó".Desde hace unos meses Bertha no sólo viene impulsando un acto de perdón como el que la guerrilla encaró frente a las víctimas de Bojayá, sino también para que se haga en el marco de la visita del papa Francisco en septiembre a Colombia.Pero no es fácil. En el universo de víctimas que ha dejado el conflicto en más de cinco décadas, hay ideales encontrados. "Cuando radiqué la carta para que se llevara a cabo ese acto me comenzaron a matonear. Hubo personas que me decían que cómo se me ocurría. Con el bullying, le quitan a uno el saludo o incluso lo dejan de invitar a eventos. Así, es muy difícil olvidar. Uno dice o te quedas callado o defiendes tus principios, yo me fui por el segundo".