Soy el segundo dueño de este ‘portento’. Un portento que acaba de tener una reparación general de motor a cargo de don Antonio Moreno, del reputado Taller López, de Chía. Todas sus partes se consiguen en esas viejeras donde comienza el sur de Bogotá. Aunque el carro todavía pasa los exámenes de tecnomecánica, hay requisitos que difícilmente se acomodan a su naturaleza de fábrica. El primer comprador fue don Noel Ramírez Moreno, hermano del célebre político Augusto Ramírez Moreno, el Leopardo, y lo conducía, en últimas, doña Sofía Uribe, su viuda. El querido jesuita Leonardo Ramírez Uribe iba al timón cuando una tarde, con sus bombas en luz media, vi el carro por primera vez. Me impactó porque de niño ese modelo era mi preferido. Dije que quería comprarlo y, como suele pasar, justo me lo ofrecieron cuando no tenía dinero. Hice un gran esfuerzo, pedí pagarlo a plazos y me explicaron que, como había sido el carro de don Noel, el secretario personal del presidente Olaya Herrera en los años treinta, deseaban que yo lo tuviera. Hoy el carro –mi solaz–, ya no transita, pero lo maneja don Henry Cruz, mi asistente. Y nunca –nunca– dejo de mirarlo por todas partes. Suena a viejo, huele a viejo y tiene las farolas sueltas por diseño, pero ellas son su atractivo y cada vez que lo veo, digo: “Amo mi Buick”. *Caricaturista