En una región en la que la gente trata de encontrar agua y comida para sobrevivir, Leonidas buscó la forma de salvar la lengua de su pueblo. Por su profunda preocupación, sus profesores aprobaron su idea a pesar de lo quijotesca que parecía. “Me dijeron que estaba iniciando un proyecto de investigación muy duro; sin embargo, si eso podía contribuir a la preservación de la lengua, me iban a apoyar”,  contó Leonidas en el marco de la pasada Cumbre Líderes por la Educación. Aunque todavía los mayores se expresan en wayuunaiki, los más jóvenes son quienes han tenido más contacto con la cultura occidental, por lo que empezaron a usar el castellano para no sentirse avergonzados y poco a poco fueron olvidando palabras en su lengua. Le puede interesar: Pelea entre el Icbf y los wayuu por atención de niños en la Alta Guajira Según la Unesco, la desaparición de lenguas nativas ocurre de manera más acelerada que la de especies de plantas o animales. Por ejemplo, antes se documentaban alrededor de 7.106 lenguas en el mundo y actualmente se registran 6.000, y se espera que para finales de este siglo desaparezcan 3.000. Como docente de lenguas modernas, Leonidas sentía que tenía una deuda con su pueblo, pues se había dedicado a resguardar una lengua ajena durante sus clases. Hace nueve años como profesor de matemáticas y español, y luego, hace dos años, como maestro de inglés. Sin embargo, cuando empezó a dar clases de inglés no pudo seguir ignorando que sus alumnos no entendían el wayuunaiki. “Vi que nuestra lengua estaba en proceso de extinción. Los mismos estudiantes me dicen que para qué estudiaban wayuunaiki si no les iba a servir en el futuro. Me decían que necesitaban estudiar una lengua que realmente les sirviera afuera. Ahí comenzó mi reflexión”, recordó Leonidas. Marshall Suárez es una de sus estudiantes. Tiene 15 años y está en grado décimo. Asegura que para ella es muy importante volver a su lengua madre, porque no quiere sentir vergüenza el día en que ingrese a la universidad y le pregunten si sabe hablar wayuunaiki. “Mi lengua materna fue el español, porque muy pequeña mis padres me llevaron a vivir a Venezuela. Cuando mis papás se separaron, regresé a Uribia con mi papá. Tenía 6 años cuando mis abuelos me empezaron a enseñar wayuunaiki”. Lea también: La sed de los niños wayuu  Con jóvenes como Marshall, empezó su proyecto. Antes de que sospecharan sus verdaderas intenciones en sus clases de inglés, les hablaba a sus estudiantes del orgullo que se siente al ir a otras regiones e incluso a otros países y hablar en wayuunaiki. Decía: “Te preguntan que si sabes wayuunaiki y si no sabes, no te van a creer que eres wayuu”. Luego, durante las clases, Leonidas dejaba talleres en los que los estudiantes no solo debían traducir una oración de español a inglés, sino de inglés a wayuunaiki. “Un ejemplo, una vez les hablé del tiempo en inglés. Luego les pregunté cómo sería esa traducción en wayuunaiki. Ellos se reunían, pensaban y no encontraban la forma de expresar la hora tradicionalmente y vieron que era necesario investigar”, explicó. Pero se dieron cuenta de que muchas de las palabras en inglés no se pueden traducir al wayuunaiki. En el caso del tiempo, los wayuu no hablan de horas; ellos tienen una medición natural. “La sombra de un árbol y los astros sirve para medir el tiempo. Esto no se puede traducir al inglés”. Entonces, junto con sus estudiantes, tuvo que encontrar un concepto wayuu que se asemejara al tiempo occidental. Con estos ejercicios, Leonidas no solo les enseñó a sus alumnos las horas en inglés, también logró que volvieran a usar esas palabras que habían olvidado. Relacionado: Colombia está perdiendo sus lenguas indígenas Mientras más trabajaba, más comprendía el lío en el que estaba metido. En otro caso, sus estudiantes descubrieron que su lengua materna no tenía las palabras para nombrar los descubrimientos e inventos recientes del hombre occidental. “La palabra ‘celular’ no está en nuestra lengua, y el estudiante me preguntaba ¿cómo podemos encontrarle un nombre? Yo les decía que eso no es fácil, que necesitaría la ayuda de académicos porque no se pueden crear palabras de la nada”. Sin embargo, como un pequeño acto de rebelión, se está creando un neologismo, es decir, una palabra nueva que aparece en una lengua. “Los mismos estudiantes inventaron una palabra para decir ‘avión’ en wayuunaiki. Pero la creación se dio por imitación, como ‘pájaro que vuela’. Entonces la gente pensó en ponerle un nombre que significara ‘algo que vuela’, pero eso no es específico”. Mientras Leonidas encuentra el grupo de académicos que le ayude a crear esas nuevas palabras en wayuunaiki con un sustento teórico, espera que más compañeros puedan replicar su proyecto, ya que en el momento solo da sus clases en la sede central a 28 estudiantes. “Tenemos ocho sedes satélites en donde los niños siguen sin aprender wayuunaiki. Tienen una materia de relleno en la que les enseñan sobre la cultura wayuu, pero solo a través de cuentos”. Este artículo hace parte de la edición 38 de la revista Semana Educación. Si quiere informarse sobre lo que pasa en educación en el país y en el exterior, suscríbase ya llamando a los teléfonos (1) 607 3010 en Bogotá o en la línea gratuita 018000-911100.