La noticia de que la basquetbolista estadounidense Brittney Griner fue enviada a purgar su pena en la colonia penal IK-2 de la región rusa de Mordovia dejó sorprendidos a los habitantes del lugar, conocido como “tierra de las cárceles”.

La doble medalla de oro olímpica fue detenida en febrero en un aeropuerto de Moscú en posesión de un vaporizador que contenía un líquido a base de cannabis y en agosto recibió una condena de 9 años de cárcel por “tráfico de drogas”. Griner, de 32 años, alegó que usaba el producto como analgésico y con autorización de su médico, debido a los dolores provocados por la práctica intensiva del baloncesto.

El caso cobró dimensión geopolítica en el contexto de la crisis entre Moscú y Washington por la ofensiva rusa en Ucrania. Allegados de la deportista afirman que las autoridades rusas quieren usarla en un eventual canje de presos con Estados Unidos.

“En general traen aquí a detenidos considerados ‘particularmente peligrosos’”, afirma Vitali Doine, un expresidiario de 48 años que pasó diez en una colonia penal de Mordovia y se reconvirtió en taxista en la aldea de Yavas, donde se alza el IK-2. El hombre se dice “sorprendido” de que una deportista mundialmente célebre haya sido enviada a ese “hoyo”, rodeado de bosques y lodazales cubiertos de nieve, a 400 km al sureste de Moscú.

La República rusa de Mordovia alberga una veintena de cárceles. Según Vitali, en la región son todas “rojas”, un término que en la jerga carcelaria designa a las que están controladas por matones, en contraposición a las “negras”, dominadas por las mafias.

Yavas se fundó en 1921, cuando empezaba a constituirse el sistema de campos de internamiento soviéticos, o gulags, y hasta ahora está estructurada en torno al sistema carcelario, dado que la mayoría de sus habitantes trabajan o trabajaron en la administración penitenciaria.

En el mercado local de un sábado de noviembre, la gran mayoría de los habitantes asegura que nunca oyó mencionar el caso Griner o se niegan a hablar con la prensa. Sin embargo, una mujer de unos 50 años, con los cabellos teñidos de rojo, se detiene y afirma: “La ley es igual para todos, los peces gordos y la gente común”.

“Si la mandaron a la cárcel, es porque lo merecía. Y si muestra buena conducta, la liberarán antes y saldrá con la conciencia tranquila”, agregó Svetlana, que se niega a dar su apellido. Se ignora por el momento el trato que se le reservará a la deportista.

El establecimiento al cual fue enviada es “normal”, es decir, hay reportes de golpizas y un régimen de trabajo “cercano a la esclavitud”, cuenta Olga Romanova, directora del Fondo Rus’ Sidiashchaia, una ONG de defensa de detenidos rusos. “Pero hay cárceles mucho peores”, matizó Romanova, exiliada en Alemania.

En las cárceles de mujeres, a diferencia de las de hombres, “no hay castas ni jerarquías”, por lo cual las detenidas carecen de una red interna de protección, explica.

Sin embargo, la administración “velará por ella” mientras haya negociaciones sobre un posible canje de presos, estima. Pero “si las negociaciones se rompen, estará en peligro”. Existen tres factores suplementarios que exponen a la deportista a ser víctima de violencias: “Es lesbiana, norteamericana y negra”, apuntó la directora de la ONG.

En las cárceles rusas suele imperar una homofobia muy violenta, así como el racismo y una visión de Estados Unidos como el “enemigo total”, detalla. “Afortunadamente, ella no habla ruso, así no entenderá lo que le dicen” y “eso puede resolverle problemas”, consideró Romanov.

Con información de AFP