Dos hombres condenados por homicidio, en casos separados, fueron ejecutados este miércoles en Estados Unidos.

Uno de ellos era Murray Hooper, un afroamericano de 76 años que recibió la inyección letal en la penitenciaría Florence, Colorado, anunció el fiscal general del estado, Mark Brnovich. “Nunca debemos olvidar a las víctimas ni cesar de perseguir lo que exige la justicia”, dijo Brnovich.

La fiscalía dijo que en la noche de Año Nuevo de 1980, Murray Hooper y dos cómplices irrumpieron en una casa en Phoenix para robar, ataron a sus tres ocupantes y le dispararon a cada uno de ellos en la cabeza.

En el asalto, un hombre y su suegra murieron, pero su esposa sobrevivió y pudo identificar a los atacantes. Los tres fueron sentenciados a muerte en 1983, pero los otros dos murieron presos antes de ser ejecutados. Murray Hooper había mantenido su declaración de inocencia, pero nunca fue absuelto.

Mientras tanto en Texas, el reo Stephen Barbee, de 55 años, también recibió la inyección letal la noche del miércoles 16 de noviembre tras ser sentenciado por el asesinato de su exnovia y el hijo de ella en 2006. Aunque inicialmente reconoció los crímenes, se retractó diciendo que su confesión fue hecha bajo presión policial.

Desde su condena inicial obtuvo dos suspensiones de la sentencia. Sus abogados presentaron el martes un último recurso de apelación ante la Suprema Corte, pero el tribunal rechazó la solicitud. La Suprema Corte, de mayoría conservadora, no muestra mucha simpatía hacia los argumentos de los condenados a muerte, salvo en algunos casos de corte religioso. Barbee es el decimoquinto preso ejecutado este año en Estados Unidos.

A menudo, los reclusos en el corredor de la muerte han pasado décadas viendo sus casos estancarse en el sistema judicial. A finales de 2020, casi una cuarta parte de los condenados superaban los 60 años, de acuerdo con el Death Penalty Information Center (DPIC).

Benjamin Cole, otro que pagó su condena con la pena de muerte en Estados Unidos

La Corte Suprema de Estados Unidos se negó a conceder un indulto a un preso condenado a muerte, que ya fue ejecutado en el estado de Oklahoma, a pesar de que sus abogados afirmaron que sufría graves problemas psiquiátricos.

Benjamin Cole, de 57 años, recibió la inyección letal a finales de octubre en la prisión de McAlester, en el centro de Estados Unidos. Había sido condenado a la pena capital en 2004 por el asesinato de su hija, Brianna, de nueve meses. Fue acusado de matarla para que hiciera silencio y así poder reanudar una partida de videojuegos.

Según sus abogados, Cole sufría de “una enfermedad mental debilitante” y la Corte Suprema de Estados Unidos prohibió la ejecución de reos que no entiendan los motivos del castigo. El diagnóstico incluyó “esquizofrenia paranoide y daño cerebral”, señaló el informe de los abogados.

Su condición se deterioró al punto de que está “en gran parte catatónico”, agregó. “No puede hacerse cargo de su higiene, gatea cuando no tiene silla de ruedas y apenas se comunica con los guardias y sus abogados”. Sin embargo pagó su condena con la pena de muerte.

Con información de AFP