Este miércoles, autoridades sanitarias de los Estados Unidos, más precisamente los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, CDC, revelaron los resultados de un reciente estudio sobre la salud mental de los habitantes de ese país, advirtiendo algunas de las secuelas que dejó la época de la pandemia y lo que ello generó en materia social.

En ese sentido, la referida entidad, dio a conocer que, durante dicho periodo, y en el tiempo post pandemia, el número de solicitudes de atención de salud mental creció en ese país, siendo los adultos jóvenes, el grupo poblacional que mayores índices de crecimiento refiere.

En ese sentido, el informe reveló que, durante dicho periodo, el 22 % de los adultos jóvenes solicitó atención de salud mental, un incremento de tres puntos porcentuales respecto al año previo a la pandemia; el 2019.

Según refieren las autoridades, el aumento en dichas solicitudes se refiere precisamente a las secuelas y efectos de la misma pandemia, momento en que las circunstancias sociales, dispararon el número de casos de ansiedad y depresión, no solo en Estados Unidos, sino también en la mayoría de países del mundo, despertando a su vez una serie de cuestionamientos sobre la forma en la que se concibe y se maneja la salud mental.

Si bien el aumento en las solicitudes de atención médica se presentó en todos los grupos etarios, la población que mayor atención despierta, es la de los adultos comprendidos entre los 18 y 45 años, advirtiendo que si buen era el sector poblacional con menores tasas de solicitudes de atención en salud mental antes de la pandemia, para años como el 2021, pasaron a ser la población que mayor número de citas o tratamientos requirió.

Así, la estadística muestra que, en dicho grupo etario, el 23% de los individuos; lo que refiere que cerca de 1 de cada 4 ciudadanos requirió o fue sometido a atención mental durante el año 2021, lo que representó un significativo aumento, si se tiene en cuenta que previo a la pandemia, solo el 18 % de dicha población había recurrido a atención psicológica.

Para los expertos, precisamente esa etapa es una de las de mayor vulnerabilidad o propensión del ser humano a presentar trastornos como ansiedad o depresión; situación que se disparó o se evidenció con mayor notoriedad en medio de la pandemia.

En cuanto a las características por género, el informe de los CDC, revela que las mujeres fueron las más propensas a dichos trastornos en EE. UU. , revelando que el 29% de ellas (presentes en el grupo etario referido), confesó haber tenido que recurrir a ayuda psicológica, mientras que la proporción en hombres, es de 1 de cada 8, es decir, aproximadamente el 18 % de ellos.

Frente al particular, la Organización Mundial de la salud ya había advertido, refiriendo las secuelas de la pandemia en términos de salud mental, refiriendo que esa situación no solo estuvo presente en Estados Unidos, sino que es una variable común a la mayoría de países del mundo.

Pese a el ingente incremento en la atención psicológica y psiquiátrica, los expertos de la OMS habían advertido que eso podría ser ‘solo la punta del iceberg’, en cuanto a las secuelas de la pandemia en la salud mental de los individuos.

En ese sentido, la OMS ha aclarado que su llamado es general a todos los países, abogando por que desde los distintos gobiernos, se preste mayor atención a esa área de la salud pública, y se adelanten mayores esfuerzos para la atención de la salud mental de la población.

Sobre el pico de ansiedad de la población, en el caso de EE. UU., según revela el estudio, este se presentó durante los primeros meses de la pandemia, debido a la angustia generada al evidenciarse la magnitud del problema del covid, y cómo esta enfermedad comenzaba a cobrar la vida de millones de individuos en el mundo, independientemente de su edad.

En ese contexto, y debido a las medidas que se debieron adoptar por parte de los distintos gobiernos y los impactos que ello tuvo en las rutinas, y dinámicas laborales y estudiantiles, incertidumbre miedo, y angustias, se dispararon, generando graves secuelas en la salud mental.

En ese sentido, otra de las secuelas de la pandemia, y muy ligada a la situación mental, se refiere al aumento de los casos de consumo de drogas, lo que a su vez derivó en casos de muertes por sobredosis, las cuales, pese al paulatino regreso a la normalidad, no se han reducido.

Así, la pandemia también es vista como un factor para el evidente aumento en el consumo de droga en todo el mundo, lo que a su vez apunta a la salud mental.

Aunque el aumento en los casos de atención de salud mental es visto con cierto temor por parte de algunos sectores de la población, para los expertos es también un síntoma de que se ha perdido el estigma que ha impedido históricamente que los individuos asistan a buscar ayuda, y a velar por su salud mental.

En la medida en que la pandemia fue vista como una carrera acelerada por la adopción de las herramientas digitales, y la digitalización de muchos escenarios de la vida, los expertos apuntan a que ello ha sido benigno para los programas de salud mental, en tanto puso al alcance de un click, el dar el paso para la desmitificación del acudir a un experto en salud mental, en tanto el proceso se hacía menos traumático, y más ‘manejable’, permitiendo a su vez que, desde escenarios de salud pública, se pueda contar con una mayor cobertura.

Una barrera en la atención de salud mental

Una de las estadísticas que mayor reflexión despierta al interior de los expertos sanitarios, es precisamente el referido a las diferencias en la atención a las personas afro y a las personas blancas, refiriendo que esta última población tiene, en Estados Unidos, una mayor facilidad para acceder a los servicios de salud mental, por sobre otras poblaciones como latinos, indígenas y negros.

En ese sentido, dentro de la población blanca, la concurrencia a la atención de salud mental es del 30 %, a diferencia del 15 % de los afro, el 13 % de los hispanos y el 11 % de los asiáticos.

En ese sentido, las diferencias en las posibilidades de acceso a esos servicios, están dadas por las desigualdades económicas según precisan los expertos, lo que prende las alarmas en términos de salud pública, al evidenciar la necesidad de que el tema pueda ser abordado.

En ese sentido, además de los adultos, los niños y su salud mental también se vio trastocada durante la pandemia, señalando que las atenciones de emergencias relacionadas con ello aumentaron en un 31 % en 2020 con respecto a 2019. Dicha situación, lamentablemente también se vio reflejada en el aumento de los casos de intento de suicidio adolescente, advirtiendo que para ese mismo año, estos crecieron en un 50 % frente al año anterior.

En el marco de lo anterior, desde la institucionalidad en Estados Unidos se ha pretendido avanzar en términos de atención y cobertura en salud mental, para lo que se ha dispuesto de la línea 988, de atención nacional frente a casos de intentos de suicidio en Estados Unidos.

Ojo a la salud mental

De acuerdo con datos de la OMS, se calcula que anualmente en el mundo cerca de 800.000 personas se quitan la vida o intentan hacerlo, un reporte que muestra que, en su gran mayoría, estos casos se ubican en el grupo etario comprendido entre los 15 y 35 años.

Si bien el informe de la CDC habla sobre casos ocurridos en Estados Unidos, el informe de la OMS hace evidente que el tema de la salud mental es algo que nos compete y nos debe generar especial cuidado, por lo que es importante aprender a evidenciar escenarios de riesgo para actuar oportunamente.

Sobre la existencia de señales o factores de alerta que pueden encender las alarmas de las personas cercanas de los individuos con ideación suicida, expertos como la doctora Luisa Zúñiga, psicóloga del servicio de Bienestar de la Universidad Agraria, advierte que existe un largo listado de síntomas a los que los grupos de apoyo deberían estar atentos para poder prevenir o apoyar casos de suicidio.

Entre ese listado de factores refiere que se debe poner la lupa en casos donde existan antecedentes de autolesiones, así como en personas que en su conducta manifiestan verbalmente o por escrito sus deseos de muerte o desesperanza.

En ese mismo sentido, el aislamiento social y los cambios de comportamiento bruscos también pueden referir un factor de alarma, sumado a acciones como el desprendimiento repentino de objetos valiosos o preciados, y el interés repentino y creciente por la tenencia de armas o el acceso a medicamentos.

En la misma senda, otros expertos, como la psicóloga María Jesús Rosa Sánchez, también refiere otras actitudes que pueden representar una luz de alarma en el comportamiento de personas, sobre todo jóvenes, referidas a alteraciones en el sueño y la alimentación, períodos muy prolongados de tristeza e irritabilidad.

En ese sentido, las expertas también coinciden con que otro de los factores de alarma puede referirse a escenarios donde pacientes que deben consumir medicinas, ya sea por enfermedades o psicopatías diagnosticadas, buscan repentinamente suspender sus tratamientos.

Sobre las motivaciones que pueden llevar a esta clase de desenlaces, las expertas refieren que pueden estar relacionadas con un amplio abanico de factores, referidos a casos de pérdidas personales; problemas económicos; fallas en los sistemas de apoyo, conflictos laborales, familiares o de pareja; acoso o ciberacoso; vacíos existenciales; depresión en niveles patológicos; o hechos o situaciones bruscas que generen gran impacto como los casos de abusos sexuales. En ese sentido, estas situaciones también pueden estar derivadas de situaciones de abusos de consumo de sustancias que hagan perder el control de las personas.

Sobre el particular, Zúñiga advierte que muchas veces, sobre todo en casos de menores, e incluso en adultos, “estos signos no son perceptibles, pues los niños no expresan a sus padres sus emociones y sentimientos”, situación que en adultos también puede estar presente cuando las personas se callan estos mismos, y no buscan el apoyo en sus personas cercanas.

En ese sentido, la doctora Rosa advierte que es importante que se tenga en cuenta que “no se debe minimizar la emoción y el pensamiento que se tenga”, refiriendo que muchas veces se tiende a no dar la importancia requerida a las afectaciones emocionales y mentales, cuestionando actitudes como el “no pasa nada”, o el “te doy un abrazo y pasa”.

Por lo anterior, también añaden la importancia de que los padres o personas de apoyo puedan ser empáticos, y se propenda por fomentar los canales de comunicación, advirtiendo que, en ese sentido, y más aún con situaciones como las evidenciadas en períodos de pospandemia, con el incremento de casos de personas que requieren acompañamiento psicológico, se trabaje ‘en desmitificar la salud mental’.

“Muchas veces se estigmatiza que hablar sobre el tema puede provocar que la persona lo haga. Es muy importante saber cómo se siente la persona, y conocer si en algún momento lo ha pensado hacer”, refiere la doctora Rosa sobre la ideación suicida, aclarando que es importante que, ante las evidencias, se pueda recurrir a ayuda profesional, “es mejor prevenir a tener que intervenir cuando ya hay intentos”, precisó, aclarando que esos procesos pasan por etapas que van desde la ideación, pasando por la planeación y finalmente la ejecución.