Cuán diferente es analizar un objeto o un ser desde sus entrañas a hacerlo desde un telescopio o un microscopio. Para entender algo es necesario verlo desde lejos, pero también desde cerca, se requiere analizar sus partes y al tiempo entenderlo como un todo. La razón de esta aclaración se debe a que muchas veces se intenta caracterizar la sociedad colombiana sin tener en cuenta estas condiciones para observarla y por ello surgen tantos equívocos y se forman concepciones erradas de lo que somos, pensamos, sentimos y de la manera como vivimos; y en este punto contribuyen de manera especial los medios de comunicación cuando desde diferentes prismas de análisis (económico, político, social y deportivo) crean imágenes e historias que se convierten en realidades de papel. Teniendo esto presente, y tratando de no caer en el mismo error, puede decirse que Colombia es un país multiétnico, multicultural, de trópico y montaña, de valle y costa, versátil, lleno de contrastes, diferencias internas que permiten vivir varias vidas al mismo tiempo. Tanto así que a los colombianos se les ha visto menearse en un doble juego de tragedia y gozo, donde paralelo a las risas, fiestas, sueños que eventualmente alegran una mañana, conviven el llanto de un entierro, el lamento de un niño abandonado o los gritos silenciosos de un secuestrado, un masacrado o un desplazado. O acaso ¿cómo es posible explicar que durante los últimos 15 años en los cuales la situación del país se ha recrudecido en todos los aspectos, muchas personas si acaso se dan cuenta de la crisis, la guerra o la angustia que viven muchos de sus compatriotas e incluso ellos mismos?; no hay conciencia porque se nos limita a oír pero no a escuchar, a ver pero no a entender, a vivir pero no a sentir. Una de las explicaciones para este ausentismo presente dado por la ignorancia de la realidad, es que las épocas de auge deportivo, (incluyendo tours, competencias, concursos de belleza, etc.) han coincidido con épocas difíciles del país, como dice el periodista Eduardo Arias en su conferencia Deporte y sociedad a través del periodismo. Si a grandes rasgos se hace un comparativo de las adversidades vividas a finales de los años 80, el narcotráfico, el terrorismo urbano, o la narcoguerrilla, la corrupción, los escándalos políticos, el choque aperturista neoliberal de principios de los 90, o bien la crisis económica, el fortalecimiento de los grupos alzados en armas, el recrudecimiento del conflicto armado y el consecuente fallido proceso de paz, para no extendernos más, que se vive desde finales de la última década; con el despliegue noticioso de los éxitos futbolísticos de la selección, los reconocimientos internacionales de artistas como Carlos Vives, Shakira, García Márquez, la proyección de deportistas venidos de miserables pueblos, etc., vemos que los momentos de mayor euforia coinciden con los de mayor problema. Es decir, constantemente los medios han buscado elementos catalizadores, una especie de "contentillos" que mantienen las masas en calma, e impiden el desencadenamiento de una revolución ciudadana. Pero ojo, no es que se esté culpando a los medios de esta situación, pues la misma sociedad se encarga de permitir esto y reafirmar una tendencia nihilista que lo conduce a una fuga momentáneamente de lo que la aqueja, el proceso es de parte y parte y por ello es tan efectivo.Los deportistas, la farándula, la élite famosa, son la materia prima de los medios de comunicación para vender personajes que inspiren a las masas, a los televidentes, radioescuchas, lectores y ahora infonavegantes, que adoptan triunfos y derrotas ajenas para no vivir los propios, se utilizan como un control remoto que cambia la película de la vida real hacia el canal del entretenimiento, hasta el punto de formar imaginarios difícilmente trastocables. No importa la condición social o económica, hoy en día todo el mundo tiene acceso a la información diaria y son pocos los casos en los cuales de manera voluntaria o involuntaria el colombiano común no se entera de lo que sucede con sus ídolos, y esto se convierte en un punto a favor de los medios, en un poder de manejo que recae en manos de los periodistas. Los periodistas pueden aprovechar momentos para crear audiencia, manipular sentimientos y ganarse seguidores, direccionar a su público hacia ciertos comportamientos o hacerlos ciegos ante algunas circunstancias inconvenientes; así como también pueden usar su labor para distraer, alegrar la vida en momentos difíciles, ser motivadores en medio del problema en la búsqueda de soluciones, dar testimonios de emprendimiento, fortaleza y liderazgo como ejemplos a seguir, etc. Otro poder que tienen los periodistas a través del deporte en general, es que son capaces de crear identidades a partir de los personajes que venden, llámese Pibe Valderrama, Juan Pablo Angel o Shakira, de motivar comportamientos preestablecidos y convertirnos en aquello que vemos en la pantalla, la prensa o el drama radial, tanto física como interiormente.Así mismo pueden hacer del deporte un factor de cohesión social, un movilizador activo de grupos diferenciados que se funden por una misma causa, llámese Copa América, Vuelta a Francia, Miss Universo, el Grammy o las Olimpíadas.Y ellos son conscientes de dicho poder, pero de allí a que sean responsables con él hay mucho camino, eso depende de la formación ética y profesional de cada uno, y de otro lado del lugar donde presten sus servicios, del medio en el que se desempeñen, de la filosofía y los intereses de los dueños y directores del periódico, programa o cadena donde trabajen. Esto simplemente se debe a lo que el periodista Francisco Miranda denomina la "naturaleza doble de los medios", es decir , "los medios son una empresa privada con una agenda pública", lo cual trasciende al público; pues el carácter público los hace un bien no restringible o coartable, les permite cubrimiento general hasta donde puedan llegar y es casi obligatoria su difusión, pero el carácter privado determina hacia donde conducen la atención, qué factores son importantes patrocinar, qué se debe o no mostrar. Cuando somos conscientes que ello sucede, que somos víctimas potenciales de este juego maniqueo entre la realidad y la fantasía está bien, pero cuando esto no pasa y creemos que son falsas especulaciones, exageraciones o simple balbucería sucede que nos dejamos envolver por lo que se vende y se regala en los medios, volviéndonos vulnerables a él, como con el fútbol. Ya bien dice el autor Andrés Dávila cómo el fútbol tiene un conjunto de características que le permiten incrustarse en la sociedad como otro actor más y crear identidades a partir de sí mismo. Es su sencillez, su carácter multicultural, el enfrentamiento de contrarios, las emociones antagónicas que genera, el desarrollo en tiempo real, el desfogue de pasiones que permite, lo que lo convierte en un teatro de la vida en Colombia. El colombiano llega al cielo cuando su selección gana un partido, cuando le mete cinco goles a Argentina, cuando Córdoba es considerado el mejor arquero, pero también se siente morir cuando es descalificado del mundial, cuando el Tino Asprilla está en medio de líos jurídicos, cuando matan a sus estrellas o simplemente cuando no hay perspectivas deportivas que auguren triunfos. Hay quienes están mentalmente más en una cancha de fútbol, que en su lugar de trabajo, estudio o vivienda, hay una fuga de cerebros masiva, que no se trata de la huida de mentes brillantes al extranjero, sino la partida desde una Colombia que necesita cabezas pensantes, generadoras de soluciones, creativas y dinámicas, hacia una Colombia irreal donde lo que prima es el tiro de esquina, el remate al arco, el medio tiempo y la tarjeta roja. No es que el fútbol sea perjudicial, el problema es cuando se convierte en el escondite de muchos que no quieren ver sus propias realidades para hacerles frente, en la excusa perfecta para no compartir con los seres cercanos, en el pretexto para dejar de hacer una y otra cosa o para estar de tal o cual estado de ánimo. ¿Por qué no volteamos las cosas y en vez de llevar la vida a la cancha, llevamos cancha a la vida? La fuerza en el cuadrangular, la alegría de la tribuna, la expectativa del resultado, la constancia del entrenamiento, el tesón de los ganadores y la camiseta de la victoria son los elementos que le hacen falta al país para salir de la desdicha, el conformismo y el acostumbramiento a la malicia. La decisión de seguir jugando con una camiseta ajena sin ponerse la propia y correr hacia la construcción de un mejor país es de cada uno, nos vemos en el medio tiempo. * GRUPO 106I