Lo oye uno en las reuniones, en las exposiciones, en los corredores de la Feria del Libro. Es tema en redes sociales y lo comentan en las cenas quienes trabajan a destajo. Nadie quiere saber de más burocracia, todos se sienten asfixiados con un sistema que parece injusto y que en lugar de premiar la creatividad la anula pidiendo cientos de requisitos para poder reclamar un premio, aspirar a un estímulo público, cobrar por un artículo (cueste lo que nos cueste): todo conspira contra ser independiente, pero para muchos no hay otro camino. ¿Alguien está pensando en el sector público en crear un sistema de información de los trabajos culturales? ¿Cada vez que se cobra algo se deben presentar los mismos documentos como si se tratara de una mala versión de El Proceso de Kafka? ¿Sobrevivirán los artistas, músicos, escritores, cineastas, documentalistas y demás a las leyes de un trabajo por el que deben ganar un 30% más que cualquier asalariado para poder cubrir –por cada contrato—salud, pensión, EPS, ARL, y un largo etcétera. Estos tres testimonios, para ¿celebrar? el día del trabajo.Toxicómano, artista urbanoPienso que trabajar independientemente es más difícil porque uno nunca deja de trabajar, uno está en esas los fines de semana, en las noches, en las mañanas, con el problema de la inseguridad de saber que a veces se tiene dinero y otras no, que no se posee seguridad social o seguro medico. Uno vive en la incertidumbre. La situación mas difícil es que a veces me sale un contrato pero para que me paguen hay que pagar impuestos de salud, pero si no se tiene la plata termina pidiendo plata prestada. Uno siempre se endeuda, es obligatorio. Además, están los tramites burocráticos, siempre hay un montón de papeleo. Mi trabajo se trata de pintar un muro, pero se lo pagan a uno dentro de tres meses. Creo que esto es fruto de la corrupción que ha habido siempre y que obliga a que haya tanta desconfianza y tanto papeleo. Creo que lo que hay que hacer es copiar modelos de otros países donde no hay tanto tramite y se confíe más. Sin embargo, como grafitero uno sabe a lo que juega y tiene que saber las reglas del juego. Lo que pasa es que con el paso del tiempo uno necesita algo más estable, pero irremediablemente no lo va a tener. Si uno vive de pintar, como un artista o grafitero, nunca está en una sola parte. Siempre tiene que mirar otras cosas, hacer que la vida gire de esa manera.Tatiana Andrade, guionista de cine y TVSuena el teléfono. Es un número desconocido. ¿Contesto o no contesto? Decido contestar porque quizá es un trabajo nuevo. ¡Puede ser el día de mi suerte! La voz habla a toda marcha. Mi sonrisa crece, y crece. Necesitan un perfil justo como el mío. ¿Sueldo? Más que excelente. En pocos instantes, ya me imagino comprando un computador nuevo, esos zapatos cafés, esos libros, en fin. Acepto. Sí, claro. Quiero trabajar. Quiero escribir, guiones y más guiones. Después de 10 minutos recibo un correo. Asunto: “Documentos para contrato”. Me asusto. Cierro los ojos y hago clic en “abrir”. La lista es interminable: desde examen médico ocupacional, que por supuesto no lo cubren las EPS ni mucho menos las prepagadas, hasta el RIT (sí, RIT, no RUT) pero claro, el RUT también, pasando por el diploma de colegio (válgame, si a duras penas recuerdo el año en que salí de ese infierno), certificaciones de policía, defensoría, y todas las instituciones que terminen por “ía”, y cuanta fotocopia y escáner uno pueda imaginar, o soñar en pesadillas de papeles y papeles que caen ahogando a “la pobre muñequita que intenta escribir frente a un computador, solita”. Bueno, uno pensaría, a estas alturas, que algunos documentos se pueden bajar por internet. ¿Pero los que no? Vaya y haga la fila de las filas. Ventanillas por doquier: pasillos y escaleras, todo al fondo y a mano derecha. Mujeres y hombres, operadores telefónicos, repitiendo los consabidos “eso como tal, no lo podemos hacer”, “vamos a escalar el asunto” (¿escalar?, señor, por favor, quiero mi documento), “o si gusta, puede mandarnos un correo y esperar 10 (¡diez!) días hábiles para que le llegue su certificación a su mail personal”. Hace veinte días que me llamaron a ofrecerme un trabajo nuevo. Hace veinte días que no he podido escribir una sola palabra que no empiece por “estimados señores, adjunto copia de…”, hace veinte días que discuto con personas que no conozco, que pago y pago el centavo de la burocracia y cada día respiro, me levanto con ánimo y digo: “hoy voy a terminar el papeleo, y en la tarde voy a imaginar las historias que escribiré y los personajes que conoceré”. Pero hoy la web de la póliza de seguros está caída… Ser independiente es para verracos, como yo, verraca (¿o neura?), que por amor al arte, al tiempo libre, a la creatividad, y por odio a los jefes, las corbatas, los cubículos y las planeaciones estratégicas estoy aquí, frente al computador, esperando el correo de una ARL. ¡El lunes 2 de mayo espero empezar a escribir!Ricardo Silva, escritorColombia es un país que trata de estimular el empleo y hacer empresa pero ser independiente es muy difícil. Uno no tiene vacaciones, los horarios no son cómo la gente cree, siempre se está trabajando y es un decir que es una ventaja no tener jefe. Uno a veces acaba contestándole a cuatro personas a la vez. Lo peor es el tiempo, uno se la pasa llenando contratos y pasando cuentas, que se demoran en llegar, es un papeleo inútil. Puedo trabajar mil veces con la misma compañía y cada vez me piden una copia de la cédula. Cuando uno tiene que estar llamando constantemente a ajustar la salud o haciendo fila se pierden muchas oportunidades. Los independientes hacen el doble y no tienen tiempo ni de quejarse. Aunque sí entiendo la lógica detrás de algunos de los trámites, cómo la pensión, la verdad es que hay un ambiente agresivo e indigno, hasta humillante, para los trabajadores independientes. La inestabilidad también es dura, hace más difícil asegurar préstamos bancarios, acuerdos y otras cosas. El mejor ejemplo son los actores, siempre piensan que su trabajo actual va a ser el último. Los independientes en Colombia, excepto algunos afortunados, viven con el agua al cuello.