Se trata de Dicken Castro, quien a través de su más reciente exposición pone de manifiesto que algunos símbolos que los colombianos crecieron viendo, como el del Instituto de Seguros Sociales, el de Colsubsidio y Fedegán, así como las monedas de 200 y 1.000 pesos, son fruto de una sola persona que, a sus 80 años, cuenta orgullosa que no le falta nada por hacer.Dicken nació en Medellín en 1922, una época en la que la gente en Colombia no conocía más allá de su pueblo o ciudad de origen. Pero él asegura que fueron sus viajes por Europa y Estados Unidos los que lo formaron e hicieron de él lo que es. Y, aunque estuvo tentado más de una vez a quedarse en alguna de esas ciudades, donde trabajó con "los arquitectos y diseñadores más espléndidos" , hace 40 años está radicado en Colombia, "a causa de las circunstancias, siempre me he considerado un producto de ellas". Es hijo de Alfonso Castro, un médico, literato y político al que dice haberle aprendido muchas cosas y de Mercedes Duque, quien "tenía esa capacidad de arquitectura innata. Ella hizo la clínica de mi papá y varias casas para nosotros, yo la acompañaba y de allí nació mi gusto por la arquitectura. A ella le debo mi carrera".La arquitectura es su pasión, aunque por esas "circunstancias" de las que él habla, el diseño tocó a su puerta. "Mi gusto por el diseño es muy fácil de explicar. Resulta que cuando yo estudiaba arquitectura, que ha sido la pasión de mi vida, empecé a interesarme por el diseño gráfico y en ese momento no había ninguna escuela especializada en Colombia. En mi viaje a Estados Unidos en el 52, empecé a visitar oficinas de diseñadores estadounidenses, a mi vuelta, amigos y otra gente sabían de mi afición y me pedían trabajos para caracterizar su empresas o compañías, y yo lo hacía 'ad honorem'". En 1960 fundó Dicken Castro y compañía, Arquitectura y Diseño Gráfico, la primera oficina de diseño gráfico en Colombia, en donde fue maestro de algunos de los más reconocidos diseñadores, como Carlos Duque y Christian Schrader. Por ello es catalogado como el pionero en el país, calificación de la que se siente orgulloso. "Sí me considero el pionero del diseño gráfico en Colombia, así sea muy pretencioso decirlo. Schrader y Carlos Duque, entre muchos otros, partieron de mi experiencia para decidir que querían ser diseñadores". Y es que su carrera ha estado llena de reconocimientos y logros que lo llenan de satisfacción. En cuanto a la arquitectura, ha estado al frente de la construcción de la Plaza de mercado de Paloquemao, del Centro de Convenciones de Paipa, del Centro Comercial Colsubsidio de la calle 26 y de la calle 67 y del Centro de Exposiciones y Bodegas de Alpopular en Ipiales, entre muchas otras obras. "Las plazas de mercado están desapareciendo, ellas son el mejor laboratorio de convivencia y comunicación. La de Paloquemao es, en particular, una espléndida estructura de concreto plegada", explica Dicken sobre una de sus obras favoritas. Pero sin lugar a dudas, la construcción que más quiere y que él considera como su segunda tesis de grado, es una casa de recreo de 4x4 que construyó para su familia. "Cada silla, cada pared, cada división, tiene un uso, además tiene el calor y el cariño para que uno se sienta a gusto. Todo en esa casa era milimétrico". Por ello asegura que es su construcción preferida y lo sustenta en que "en la arquitectura no importa mucho la dimensión. Uno puede hacer el proyecto de una ciudad o puede hacer el proyecto de una casita".En cuanto al diseño, Dicken es el padre de todos. Sus logos y símbolos han recorrido Colombia y el mundo. Cada uno de los colombianos ha tenido uno de sus diseños en sus manos y muchos han crecido viendo sus símbolos. Dos de ellos son el del Instituto de Seguros Sociales que antecedió al actual y que fue la imagen de la institución por más de 10 años y el de Colsubsidio, que fue creado en 1967 y ha sido el oficial hasta hoy. Pero su favorito es el del XXXIX Congreso Eucarístico Internacional, una imagen que le dio la vuelta al mundo, "cuando me encargaron hacerlo no sabía nada de simbología cristiana y estuve pensando durante meses. Un día un sacerdote amigo me habló sobre cómo los primitivos cristianos llamaban a comunión con una cesta de pescados, entonces la idea surgió y la dibujé de inmediato. Así nació el símbolo del Congreso, que era muy importante porque el papa Pablo VI venía por primera vez a América". También es el diseñador de las monedas de 200 y 1.000 pesos, las cuales son vistas y manejadas por los colombianos todos los días. Sus formas revelan el gusto que tiene por las pinturas precolombinas. "La moneda de 200 pesos tiene una imagen precolombina quimbaya porque esa moneda no puede existir sino aquí en Colombia. Sin embargo el tratamiento geométrico es completamente universal".Al preguntársele sobre el origen de cada una de sus ideas, asegura que, "para crear, yo creo que uno debe tener ojos en todas partes, tiene que estar tremendamente atento para lo malo, para lo bueno y para lo excelente. Esa es la única forma para uno hacer algo que valga la pena. Uno no puede decir que es un genio creador, uno está en el mundo y tiene que estar atento". Y eso no ha cambiado. Aunque también señala que los diseñadores jóvenes han sido absorbidos por los medios y se les ha olvidado estar en contacto con las humanidades y las imágenes, bagaje necesario para diseñar y crear imágenes nuevas. Por ello recuerda los tiempos en los que diseñar un logo era una labor de dibujo y creación, mas no de oprimir botones. "Todo era hecho a mano. Conseguíamos papelitos de colores y los guardábamos, los títulos eran hechos en letra set, las leyendas eran hechas a máquina por mi secretaria. Eso parecía que fuera hace 2.000 años, pero pasaron solo 20. Yo cogía un bloque de papel mantequilla y en cada hoja iba creando cada elemento dibujándolo y luego se tenía que recortar y pegar. Esos eran símbolos que salían de la cabeza y el corazón. Ahora ustedes cogen el computador y oprimen enter y ya estuvo. Ahora, aunque las cosas las sigo haciendo como antes, la gente que me ayuda recurre al computador y es gente a la que admiro muchísimo".Pero ni de la arquitectura ni del diseño habla tan apasionadamente como de los cinco hijos que tuvo con su esposa Lia. "Tengo la fortuna de tener los cinco hijos más espléndidos que alguien se puede imaginar. Cada uno es más interesante que otro", dice orgulloso, refiriéndose a Jerónimo, Cristóbal, Lorenzo, Rosalía y Pedro. Sólo uno de ellos, Lorenzo, heredó su gusto por la arquitectura y, como buen hijo de su padre, está dedicado a obras reconocidas por todos los colombianos. Fue director del taller del Espacio Público en Bogotá, encargado de la remodelación de parques, como el del Tercer Milenio y construyó alamedas y plazas que hicieron parte de la recuperación del espacio público en la que Bogotá es modelo.Después de 45 años de una creación incesante, Dicken Castro está satisfecho. Cosechó una carrera llena de logros y una familia que lo hace igualmente feliz. Pero no se va a detener, porque asegura que, "hasta que la gente me quiera ocupar y yo pueda hacer algo, lo haré". Y de hecho allí no se detiene, porque aún desea tener tiempo para muchas cosas. "Quisiera escribir mucho, quisiera pintar mucho, quisiera aprender a dominar el computador, tener esa facilidad que tienen ustedes de agrandar, achicar. Igual me siento muy realizado". Y es que esa vitalidad que le dan las ganas de crear y de vivir hacen ver que todavía Colombia y el mundo del arte tienen Dicken para rato.
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