Es un grande del cine. De eso no hay duda alguna. Y ha creado una obra personal en la que el erotismo es protagonista, en la que la luz que ilumina a los protagonistas de sus cintas es la ambigüedad ya que nunca son buenos al ciento por ciento ni realmente malos, pero también en la que la necesidad de producir cintas vendedoras para el gran mercado de Hollywood ha eclipsado su capacidad creadora ('El hombre invisible', 'El vengador del futuro', 'Showgirls', 'Instintos básicos', 'Robocop'). Pero el holandés Paul Verhoeven tenía que sacarse el clavo. A sus 65 años decidió que era hora de hacer algo propio y dirigió una cinta que lo venía obsesionando desde los años 70, antes de emigrar a Estados Unidos y convertirse en un director de éxito. Se trataba de ‘La lista negra’, la cara de la moneda incómoda que revelaba que también los supuestos buenos de la Segunda Guerra Mundial, los aliados, cometieron errores que costaron la vida a miles. Ahora, a sus 70 años, y por fin tranquilo consigo mismo, dirigirá la segunda parte de la exitosa cinta con Pierce Brosnan 'El caso Thomas Crown' y una cinta de misterio y aventura llamada 'Azazel'. El director habló con SEMANA desde su casa en Estados Unidos. ¿Qué lo atrapó de esta historia? Era un negocio inacabado que yo tenía conmigo mismo. Cuando vivia en Holanda hice una cinta sobre la Segunda Guerra llamada Soldier of Orange. Ahí mostré el lado heroico y correcto de lo que se hizo en Holanda. Pero fue una historia inacabada porque le faltaba el otro ángulo. Hice investigación a través de todos estos años y siempre seguí con el proyecto a pesar de que me mudé a Estados Unidos a mis 48 años. Imagínese: desde 1970 quería contar la realidad de una situación y no los ideales de siempre. Y el sentimiento creció porque en los 30 años que llevo en Estados Unidos siempre quise volver a hacer algo realista. No tanta ciencia ficción y fantasía (dirigió El vengador del futuro y Robocop, entre otras). Quería mostrar lo que la gente puede hacer en circunstancias no tan bonitas y sí muy duras. Era una correción con mi historia como director. Contar algo que nunca fui capaz de expresar. Hay una escena en la película que a mí me importa, y es cómo los prisionaros fueron tratados después de que escaparon de la guerra. O cómo la resistencia colaboraba con los alemanes y les robaba el dinero a los judíos. Eso debía ser dramatizado. Lo sentí durante muchos años. En el 2001 no podía resolver el guion y cambié el protagonista de un hombre a una mujer y acabé por hacerla en el 2004. Me tomó 2 años y medio. ¿Esta es su historia más personal? Es la más personal desde que emigré a Estados Unidos. Es la que yo presioné para que se hiciera y que anhelaba. Había estado haciendo ciencia ficción, cosas lejanas de la realidad y me fue muy difícil salir de ese molde. Nunca tuve la posibilidad de tener un guión que fuera al menos una comedia. Ahora ya empecé a cambiar. Voy a hacer Azazel, una historia que no es Indiana Jones, pero tiene un toque ligero y es de detectives, pero más centrado en la realidad. Usted es holandés y trabaja en la puritana sociedad estadounidense. ¿Cómo se siente ahí? Es irritante que acá sea tan irritante el sexo. Pienso que fui bastante lejos con Instintos básicos y creo que ahora eso ya no es posible. Desde el punto de vista del gobierno, Bush hace más dificil mostrar sexualidad explícita. Ahora quitan cosas que son importantes y a que a mí me gustaría ver. Instintos básicos sí tiene escenas reales. El sexo es greandioso y es un gran comunicador sin palabras. Odio la violencia y la expreso por eso. Amo el sexo y por eso mismo lo expreso. ¿Sexualidad y violencia están unidas? La sexualidad es distinta a la violencia. Una debería ser propuesta y la otra debería tratar de acabarse. La cosa extraña es que la violencia está en todo el mundo y en Colombia debe ser peor. La vida cotidiana está inflada por el tema. Lo mismo el sexo, que está en todas partes y permite que existamos. Ambas cosas existen en mis cintas porque todo gira en torno a ello. Son dos cosas que muestro al mundo para entender la forma en que crecemos y vivimos. Si pones cosas en una cinta es porque son partes del mundo. ¿El erotismo es vital en su cinematografía? El erotismo es una treta de la naturaleza para hacer bebés. Hace que, de una manera distinta cada vez, la gente se mezcle con otras positivamente. Todo está diseñado para hacer que nos unamos, desde el movimiento de las manos hasta nuestro comportamiento. Quizás mi cine sea solo otra truco más del erotismo.