Las expresiones armadas en Irak van desde la resistencia a la ocupación hasta grupos de secuestradores, pasando por radicales musulmanes, grupos de Al-Qaeda, propuestas nacionalistas laicas, yihadistas, miembros del Partido Ba’az (el partido de Hussein) y un largo etcétera. Es difícil su caracterización al punto de que es mejor hablar, en plural, de las resistencias, que de una única tendencia, en la que han hecho carrera: a) las milicias del clérigo Moqtada Al-Sadr (chií, con 60.000 combatientes), b) otras milicias shiies (el líder shií más influyente es el Gran Ayatollah Ali Al-Sistani), c) el Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Irak (que tiene el apoyo iraní, siendo su líder Abdul Aziz Al-Hakim), d) los grupos kurdos (el Partido Democrático del Kurdistán y la Unión Patriótica del Kurdistán) y e) Al Qaeda.Tan disímiles como sus fines, son sus comportamientos en la guerra, siendo lo más notorio, pero no lo único, el terrorismo contra la población civil y los ataques contra los ocupantes. Habría que preguntarnos si se trata de la resistencia del terrorismo (caso Al Qaeda) o del terrorismo de la resistencia. A pesar de tal diversidad, los grupos armados coinciden en un mínimo común: expulsar a los ocupantes. Las resistencias han pasado de 12 ataques diarios (julio 2003) a más de 137 al día (noviembre de 2006), en los últimos resultan heridos o muertos por día 93 civiles, 33 militares o policías iraquíes y 25 soldados estadounidenses. Y las acciones contra la resistencia no parecen hacerle daño. Según el informe Baker-Hamilton, el 61 por ciento de los iraquíes aprueba los ataques contra las fuerzas de ocupación. Los actos de terrorismo se han centrado en el ataque indiscriminado a civiles (carros-bomba en mercados y otros sitios concurridos), el asesinato de civiles acusados de colaboracionismo, líderes de partidos políticos, sedes y miembros del nuevo gobierno, sede diplomáticas, organizaciones no gubernamentales y agencias humanitarias, y a la sede de la ONU. Además, las resistencias han atacado y violado mujeres que no se visten de manera “adecuada”. Solo durante los primeros cuatro meses de la ocupación, 400 mujeres fueron violadas. Hay testimonios de crímenes de honor, imposición del velo, restricciones para el acceso a la educación, decapitación de prostitutas, violaciones como “arma de guerra” por parte tanto de miembros de la nueva policía iraquí como de los ocupantes. Pero no todos los actos de guerra llevados a cabo por las resistencias son actos de terror. Como dice el CICR: “lo que parece un acto terrorista en un contexto civil puede ser un acto de guerra legítimo si está dirigido contra personal militar enemigo”, es el caso de los ataques a las estaciones de policía, a las fuerzas de ocupación, los combates entre milicias y ocupantes y ataques a controles militares. Hay provincias bajo el control permanente y público de la resistencia, las recuperaciones de ciudades por parte de los ocupantes han sido dudosas y un fracaso a largo plazo, pues la resistencia sigue manteniendo su presencia. Incluso la violencia del llamado “Triángulo suní” (entre las ciudades de Ramadi, Tikrit y Bagdad) se debe más a la reacción de las medidas del ocupante que una resistencia organizada a priori. En el conflicto iraquí a día de hoy, las fuerzas de seguridad iraquíes sólo controlan tres de las 18 provincias del país. Vale mencionar la violencia Inter.-religiosa que sacude a la población civil, como son los casos de ataques a mezquitas y a funerales. Esta dinámica es calificada por algunos como la “primera guerra civil árabe”. Además de la confrontación entre árabes habría que sumar el choque entre árabes y kurdos que amenazaría incluso la integridad territorial de Irak. Los crímenes de los ocupantes En una entrevista al General Tomas Franks, ante la pregunta por el número de civiles muertos, éste contestó “nosotros no contamos las víctimas (del enemigo)”. La revista médica “The Lancet” publicó en 2006 un estudio de la Universidad de John Hopkins que cifra en 654.965 el número de muertos por la guerra. Los bombardeos indiscriminados han sido habituales, con la presentación de las víctimas civiles como “errores” militares o “daños colaterales” cuando se trata de crímenes de guerra, como lo es el uso de bombas racimo en zonas ampliamente pobladas. Estados Unidos dejó caer, en los dos primeros meses, por los menos 1.500 bombas racimo. Otro problema es el de muertos presentados como combatientes pero que resultan ser civiles. Con relación al uso de armas prohibidas usadas por los ocupantes, la lista incluye: bombas racimo, munición con uranio empobrecido , napalm, fósforo blanco, entre otras, con un gran impacto en la población. La lista de bienes civiles atacados por parte de los ocupantes es extensa, incluye mezquitas (el 70 por ciento de las mezquitas de Faluya) casas, escuelas, hospitales, obras de infraestructura. Es preocupante la adopción de métodos ya vistos en Palestina: la detención de familiares de personas sospechosas, arrancamiento de árboles como castigo colectivo y demolición de casas. El número de detenidos relacionados con la resistencia puede estar alrededor de los 21.000, algunos en cárceles clandestinas. Preocupa, además de la falta de garantías procesales, las condiciones de detención. Las imágenes de las torturas a prisioneros por parte de los Estados Unidos fueron contundentes en los medios de comunicación, pero esa contundencia no se observó a la hora de pasar de la condena moral a los procesos jurídicos. Las empresas privadas no solo se han hecho al control de cárceles sino a todo tipo de actividades, incluyendo tareas de logística, seguridad y entrenamiento. Hay alrededor de 100.000 contratistas trabajando en Irak y que se acerca al número total de tropas de los Estados Unidos en Irak (141.000). De éstos, hay por lo menos 25.000 que trabajan en empresas de seguridad privada o, más exactamente, mercenarios, cuyo número supera al de todos los demás países de las fuerzas ocupantes. Parte de las torturas comprometen a empresas privadas de seguridad. La situación de los civiles Miles de iraquíes han huido especialmente a Siria y Jordania, entre ellos el 40% de los profesionales. Las torturas, según el Relator para el tema de la ONU, es peor que en la época de Husein, la mayoría de los cuerpos que llegan a la morgue tienen signos de las más terribles torturas, practicadas antes de los asesinatos. Estas prácticas no son realizadas sólo por la resistencia sino que involucra a los ocupantes. La persecución a la academia y a sus espacios ha sido constante. Desde el comienzo de la ocupación hasta diciembre de 2006, 224 profesores universitarios habían sido asesinados. En enero de 2007 un carro-bomba dejó al menos 60 muertos en la Universidad de Bagdad. La inflación luego de la ocupación ha ahorcado la pobre economía local y los índices de desempleo (entre 30 por ciento y 70 por ciento) empujan más a la violencia. Irak no despega, en parte, por no tener una infraestructura comercial y productiva. El petróleo requiere para su exportación de inversiones, infraestructura y seguridad que, hoy por hoy, Irak no tiene, tanto por el bloqueo previo como por la guerra y los sabotajes. Los planes de rehabilitación distan mucho de ser un éxito: corrupción, muy bajo nivel de realización de los proyectos, ausencia de resultados, desvío de recursos para gastos de seguridad. Ni en materia de derechos humanos, ni en materia de bienestar social Irak ha mostrado ningún logro en cuatro años de guerra, ha retrocedido prácticamente en todos los estándares en relación con la dictadura y, como decía un refugiado, se vivía mejor bajo Hussein. Dos de las pocas cosas a mostrar como éxito son en el terreno de la libertad de prensa y algunos logros en salud, pero son avances mínimos. Las condiciones de salud luego de la ocupación han sido mejoradas en pocas cosas: mantener un nivel de vacunaciones en un 95 por ciento y reconstrucción de parte de la infraestructura. A los nueve meses de la ocupación, se calculó que “un 44 por ciento de los iraquíes no pueden satisfacer las mínimas necesidades alimentarias”. Las enfermedades materno-infantiles, las inmunoprevenibles y las de origen hídrico, así como la desnutrición, se dispararon durante los primeros meses; se estima que el 70 por ciento de la mortalidad infantil se debe al diarrea y a infección respiratoria, ambas enfermedades prevenibles; y se calcula que cinco millones de personas no tienen acceso a agua potable. 18.000 médicos han abandonado el país, y hay reportes de la ONU sobre el uso del acceso al agua y a los alimentos como “arma de guerra” por parte de los ocupantes. La sin salida política Estados Unidos completa más de 3.000 muertos, más de 22.000 heridos y un número no preciso de suicidios sin resultados positivos. La retirada de soldados estadounidenses de las calles y su reemplazo por las fuerzas de seguridad iraquí tampoco ha dado resultados. El gobierno de Irak tiene más posibilidades en sus intenciones que en su realidad. Los 138.000 miembros del nuevo ejército y los 188.000 de la nueva policía no logran su cometido. La nueva policía aparece cada vez más responsable de violaciones de derechos humanos, así como de colaboracionismo con los grupos armados, corrupción e infiltración. Las elecciones muestran una alta participación electoral, lo que demuestra el interés por una salida no violenta y urgente al conflicto. El principal problema es que la Constitución acepta la ley islámica como principal fuente de legislación, al tiempo que hace mención explícita a los derechos humanos: la cuadratura del círculo del derecho. Además de la frágil autoridad iraquí, Irán y Arabia Saudita juegan sus cartas por lograr más y más control en el país ocupado; los iraníes alineados con los grupos chiíes, Arabia Saudita que ya ha precisado el riesgo de un ataque masivo a los suníes en caso de una retirada de los Estados Unidos, en cuyo caso Arabia Saudita los apoyaría. Lo que hay de fondo es una alimentada guerra religiosa que esconde el deseo de control político de la región. Ambos ya están enviando dinero para la guerra, y ambos temen un Irak aún más inestable. Un último país a mencionar es Turquía: allí viven varios millones de kurdos que desean un país kurdo (el Kurdistán), propuesta rechazada por Turquía. Un grave problema en la construcción democrática de Irak es que se ha pasado de una férrea dictadura a un sistema de clientelismo religioso, donde las cuotas de poder nada tienen que ver con la democracia sino con el reparto étnico (kurdos, árabes, turcomanos) y religioso (chiíes, suníes). El gran dilemaEstados Unidos pierde si se queda pero si se va también pierde. Como dice Shlomo Ben-Ami “no poder terminar una guerra es, a veces, peor que perderla”. El informe del Grupo de Estudios sobre Irak (Baker-Hamilton) hace un llamado a la negociación que no es oída por Bush; propone el 2008 como fecha para el retiro de las tropas pero Bush insiste incluso en aumentar el número de soldados; el informe precisa que de 1.000 empleados de la embajada de Estados Unidos en Bagdad sólo 6 hablan fluidamente árabe. Una peligrosa tendencia de ahora es transferir toda la responsabilidad a los iraquíes (lo sugiere el mismo informe Baker-Hamilton): así, lavadas las manos, la culpa de la violencia y de la ocupación no es de la ocupación sino de los iraquíes mismos. Es difícil arriesgarse a predecir sobre Irak. Muchas teorías de política-ficción han fracasado: no hubo cientos de miles de refugiados las primeras semanas de ocupación, no hubo tampoco una resistencia militar importante por parte de Husein, la consolidación de la democracia no se dio en la velocidad que esperaba Estados Unidos, la presencia del ocupante no ha generado unidad en la resistencia sino que persisten violencias inter-religiosas e inter-étnicas, la rentabilidad de la reconstrucción de Irak no se ha visto porque la reconstrucción es una tarea pendiente, etc. El informe Baker-Hamilton propone un grupo internacional de apoyo, una conferencia internacional con todas las partes interesadas (nacionales e internacionales), una nueva estrategia diplomática que incluya a Siria y a Irán, pero ninguna de estas recomendaciones fue escuchada por Bush quien se limita a aumentar las tropas y pedir más presupuesto para la guerra sin proponer una estrategia clara ni convincente. ¿Y ahora qué?Irak fue invadido no sólo porque encajaba en la artificial idea del eje del mal sino porque tiene petróleo, porque era una forma de poner un pie en el Oriente Medio, porque la ocupación era funcional a la reactivación de la industria militar y de las empresas de reconstrucción que se repartieron Irak incluso antes de la guerra. Se ocupó Irak y luego no se supo que hacer: mataron el tigre y se asustaron con la piel; básicamente porque todo apunta a que no había estrategia para la posguerra. Queda por ver la capacidad de la propia resistencia en articularse y pasar de lo militar a lo político. En 2006 la resistencia anunció la creación del “Mando Político Unificado de la Resistencia Iraquí” que integra los dos bloques que hasta el momento agrupaban la resistencia: el Frente Patriótico Nacionalista e Islámico y el Congreso Fundacional Nacional Iraquí. Quedó clara la incapacidad de la Unión Europea de mantener una posición unificada conforme al derecho internacional. A pesar de la retórica de Francia y de Alemania contra la invasión a Irak, ninguno de los dos dio pasos reales en la ONU contra la guerra. La posición de la ONU sigue siendo marginal en un contexto en el que ha sido claro que la ONU no es una ONG sino una organización de Estados, y por tanto no es percibida como organización neutral sino como parte del conflicto. Hoy, cuatro años después de que el presidente Bush declarara la guerra, Irak está más cerca de Vietnam que de Afganistán. Los demócratas presionan para que en 2008 regresen las tropas, el gobierno iraquí empieza a reconocer que la resistencia es algo más que terrorismo e incluso propone el desarrollo de conversaciones, eso así aislando a Al-Qaeda, Al-Sadr gana en popularidad y respaldo, y las muertes de iraquíes ya no inmutan a nadie. Además la red de Al Qaeda está fortalecida en cuanto tiene un espacio donde operar, un Reino Unido que gota a gota retira sus soldados para no poner más muertes pero sin que se note su retirada, un escándalo sobre la pésima atención médica a los heridos en Washington, una resistencia venida a más, el precio del petróleo por las nubes, y una Unión Europea que ganó al apostar por la paz pero que no sabe cómo canalizar su triunfo.