Lo leí en 1990 a los 14 años. Estaba a punto de salir de vacaciones a una finca en Porce, Antioquia, cuando me lo regaló un amigo de mi padre llamado José Alvear Sanín. Ese libro cambió mi vida. Recuerdo que despertó en mí una curiosidad intelectual tal que en esas mismas vacaciones lo leí dos veces. La historia me llamó la atención principalmente por sus personajes, quienes de una u otra forma encarnan los anhelos y los desprendimientos de las cosas materiales. Tengo muy presente el libro no solo por su contenido, sino también por su carátula. Una edición de Salvat con unas gafas y una figura de color azul en el lomo. Hoy puedo decir que a partir de esa lectura empecé a preocuparme por mi formación intelectual. Desde que leí ese tomo, en mí se despertó la curiosidad por las humanidades, en especial por la filosofía. Dos años después de esa primera lectura viajé a Grecia a tomar un curso de esa materia y lo primero que empaqué fue Siddhartha.