Los libros que me cambiaron la vida son los que definieron mi vocación: los que me convencieron, por artes misteriosas, de apartar la vida que me había tocado en suerte para tratar de ser escritor. Hoy recuerdo dos. El primero es la biografía de James Joyce que escribió Richard Ellmann. Fue un regalo de Navidad de mis padres, y sé muy bien cuándo lo recibí porque en la última página de esa edición de Anagrama está la fecha de la primera lectura: diciembre de 1993. El segundo libro es El pez en el agua, las memorias de Mario Vargas Llosa. Me lo regaló mi tío abuelo José María Villarreal a finales de 1994, cuando se enteró de que yo iba a renunciar a la carrera de Derecho para tratar de escribir novelas. La conjunción de los dos libros, creo ahora, tiene la culpa de que me haya ido a París, con las consecuencias que eso tuvo después, y además me metió en la cabeza una imagen del escritor que todavía me acompaña: la de alguien consagrado al oficio de manera obsesiva, excluyente y aun irracional.