SEMANA. ¿Se puede hablar de un legado nadaísta? Eduardo Escobar. No se si podemos hablar de un legado del nadaísmo, o si el nadaísmo fue el síntoma de un estado del espíritu moderno que tocó por casualidad una aldea grande con obispo. Que eso era entonces Medellín. Una ciudad donde todavía salía El Sombrerón y el diablo se les asomaba a las muchachas del servicio, pero era el señor de la casa. También podemos hablar del Nadaísmo como de un fracaso. Viéndolo bien todos somos un montón de santos fracasados. Pero no importa. Gonzalo Arango decía que no llegar es también el cumplimiento de un destino. El nadaísmo fracasó, si tomamos en cuenta que en nuestra ingenuidad adolescente, y el nadaísmo fue un movimiento de adolescentes de la clase media, queríamos cambiar el mundo de raíz. Las costumbres del amor, el sentido de la justicia y las ideas de libertad y felicidad y trabajo. Al principio, la crítica fue muy radical. Nihilista. Y como sabemos todos los nihilistas fracasan siempre, refutados por las inclemencias de la realidad. Digamos que la perversidad del mundo fue más poderosa que nuestra candidez. Sin embargo, se reconoce por consenso que unas pocas cosas cambiaron para siempre en Colombia con el nadaísmo, y sobre todo, para cada uno. A mí por ejemplo el nadaísmo me salvó de ser gerente del Banco Comercial Antioqueño, para repetir a Gonzalo. No sé si para mejor o para peor. SEMANA. ¿El nadaismo fue el último ismo de la historia de la cultura colombiana? E. E. Parece que sí. Algunos poetas surgidos en cierto modo del nadaísmo, como Juan Manuel Roca, por ejemplo, intentaron fundar grupos similares, paralelos. Sin suerte. Y alguien nombró a la generación de Cobo la generación que no se atreve a confesar su nombre o qué se yo. SEMANA. ¿Ha habido, si cabe la expresión, sucesores del ideario nadaista? E. E. La juventud colombiana después del nadaísmo se resignó, o se extravió en la izquierda. La armada. Y la desarmada. Muchos amigos nuestros fueron muertos en aras de la ilusión de la izquierda guerrillera. Otros, acabaron en la decepción alcohólica o en el partido liberal después de pasar por el comunista. En cuanto toca con la poesía, es preciso decir que la colombiana dio después del nadaísmo un paso atrás, regresando a un tono académico, academicismo disfrazado de modernidad en los que parodian a Borges. Confunden la amargura del humor nadaísta con la greguería. Imitan a Octavio Paz. Pero es un mal del mundo. En el festival de poesía de Medellín todo el mundo dice las mismas cosas manidas en cincuenta y nueve idiomas. El único poeta colombiano después del nadaísmo, en todo caso el de más fuerza expresiva, el más parecido a la lengua en vivo, es Raúl Gómez Jattin. Y digo es porque dicen que los poetas no mueren. Que solo fingen morir. SEMANA. ¿Considera usted que los intelectuales y artistas colombianos de hoy cumplen una función crítica? ¿Sí reflexionan, cuestionan y proponen acerca de los problemas contemporáneos? E. E. Hay mucha retórica mamerta en la reflexión de los intelectuales colombianos de ahora. Caso de que exista ahora algo que podamos llamar el intelectual colombiano. En Colombia se piensa poco por tradición. El más radical de los escritores colombianos de hoy, es Fernando Vallejo, que es una especie de filonadaísta. En el estilo y la actitud es una mezcla de Vargas Vila con Fernando González. Sin la espiritualidad de Fernando González ni el éxito económico de Vargas Vila. Fernando es un cómico. Que todos leemos sin tomarlo en serio, como debe hacerse con los escritores cómicos. Pura diatriba. Un Aristófenes de los antioqueños.