Es evidente que la emoción es mucha, pero no suficiente. No es suficiente para que a las Madres de la Candelaria se les borre la tristeza de los ojos, esa tristeza de saber a sus hijos lejos y desparecidos. Hoy, son 146 personas que todos los miércoles se paran en el atrio de la Iglesia de la Candelaria de Medellín a pedir por sus familiares desaparecidos, los quieren “vivos, libres y en paz”. Por esa consigna que llevan lanzando todas las semanas desde el 19 de marzo de 1999, la Asociación Madres de la Candelaria recibió la noche del lunes el octavo Premio Nacional de Paz, entregado por la fundación alemana Friedrich Ebert Stiftung en Colombia (Fescol), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y los diarios El Tiempo y El Colombiano, Caracol Radio, Caracol Televisión y SEMANA. “Por los que se fueron estamos aquí. A ellos les brindo este premio porque por ellos lo conseguimos”, dice emocionada doña Teresita Gaviria, la líder de estos hombres y mujeres que solo reclaman saber la verdad de sus seres queridos. Lo que quieren saber es dónde están, por qué se los llevaron. A estas alturas ya no importa si están vivos o muertos, lo único que necesitan es, como dice Teresita, “una verdad transparente que no nos genere más duda ni más incertidumbre”. Finalmente a todos los une la misma esperanza “de encontrarlos así sea los huesitos”, por esa verdad es que no se van a ir de la Candelaria hasta que no llegue el último de los desaparecidos. Las Madres de la Candelaria dicen que “un dolor con otro dolor se vuelve un solo dolor”, así los lazos que se forman entre ellos van más allá de la sangre, todos se vuelven una familia. Doña Teresita recuerda, con zozobra, lo que son las noches, cuando le llegan con más fuerza los recuerdos de Christian Camilo, su hijo desaparecido en enero de 1998, “nosotros y nosotras estamos llamándonos a la una de la mañana: Teresita, no puedo dormir y mi respuesta es yo tampoco hija”. Nadie mejor que una madre o padre, un hermano o hermana, una hija o un hijo de un desparecido, para consolar otro padre hijo o hermano de alguien que no está. A Bogotá llegaron 45 personas, el resto se quedaron en Medellín. Martha Celina, María Inés, María Socorro, Ema, Mónica, Teresa, Rocío, Rubiela, María Helena, Ana Zapata, Ana María, Zaira, Martha Celina, Darío y Gilberto, son solo algunas voces de un drama. Son un puñado de gente que a pesar de todo, solo quiere la justicia y la paz. Ese deseo ya es reconocido, pero todavía siguen esperando. Mientras tanto seguirán plantados en la Iglesia de la Candelaria gritando “Las madres de la Candelaria no somos ni seremos parte de la guerra, somos parte de la paz. Queremos a nuestros hijos vivos, libres y en paz”. Testimonio de Zaira Villada Torres "Mi mamá se llamaba Lilia María Torres George. El 14 de agosto de 2001, estaba en una notaría en Medellín y llegaron las autodefensas y se la llevaron. Se hicieron pasar por personas del F-2, de la Policía y después que era un atraco. Tenía 34 años cuando se la llevaron. Ese día mi abuela hizo todas las vueltas para hacer la denuncia y la retuvieron en la estación mientras que sacaban a mi mamá de Medellín. Al otro día, mi mamá llamó a decir que recogieran a todos los hijos, ella no volvió a llamar. A los ocho días, ya el 21 llamó un señor a decirnos que cooperáramos, que no dijéramos nada, que no hiciéramos denuncias porque a ella la tenía el comandante Carlos Castaño y no volvió a llamar, ya a la semana nos llama supuestamente un amigo de mi mamá que está en la cárcel a decirnos que a ella la torturaron, la descuartizaron y la sepultaron en una fosa en Las Palmas en Medellín. Eso es lo que nos han dicho. Yo tenía 10 años cuando se llevaron a mi mamá. Mis hermanos tenían dos meses y medio y 5 años. Tiempo después acabaron con mi familia, mataron a mi tío, amenazaron a mi tía. Pedimos asilo político y no nos lo dieron porque no demostramos miedo. Con mis hermanos nos tuvimos que esparcir y no nos ayudan porque como no somos desplazados de un pueblo… Cuando yo vuelva a Medellín va a ser muy difícil porque quieren acabar con toda mi familia. A mi papá hace 16 años lo mató la Policía, a mi familia la ha estado matando la Policía con la ayuda de Carlos Castaño y Mancuso. El pretexto era que mi mamá vivía con un miembro de la Terraza, por ser esposa de El Flaco. A él lo mataron al año de haberse llevado a mi mamá. La esperanza era que la soltaran por ese señor, pero no. Mi abuela llamó a Radio Reloj a pedir que la ayudaran en el momento pues de todo y allá le dieron el teléfono de Teresita, así fue como llegamos a la Asociación. Mi abuela está en Medellín, yo vivo en con ella nada más las dos, mis hermanos no sé. Ellos, como no somos de igual papá, se dispersaron. A mi hermano, yo creo que el papá de él se lo llevó para Estados Unidos, y mi hermana no sé en dónde estará". Relato de Martha Celina Oquendo "Mi niño se llama Alejandro Segura. Tenía 17 años, no tenía una cédula ni documentos, solo tenía un recibo de la tarjeta de identidad y el registro civil. Fueron de paseo a Cartagena y desaparecieron dos personas en un peaje del gobierno. El compañero se llama Carlos Enrique Ramírez. El otro hermano que estaba con ellos se había devuelto a hacer una llamada, cuando subieron a donde ellos estaban ni la moto ni ellos estaban. El resto, que iban en una LUV y en otras motos, se dedicaron a buscarlo y no tuvieron resultados. Dicen que por ahí circulaban los paramilitares. Ellos dijeron que no averiguaran más porque podía pasarles algo. Me hacían llamadas a mi casa, que a mi hijo lo habían matado y que lo habían tirado a un río. Yo tengo otros dos hijos muertos, a ellos los mataron los paramilitares. En 16 meses yo perdí tres hijos. Yo soy desplazada de Urrao porque me dejaron una hija viuda y por proteger a los otros hijos, porque ellos trabajaban con el yerno, nos vinimos hacia Medellín. En Medellín me sucedieron todas esas cosas. Ahora vivo en Manrique. Yo sé que mi niño puede estar haciendo algo que quizá nunca le ha tocado hacer. Yo reconozco que quizá le está tocando hacer violencia, pero de todas formas yo lo quiero encontrar como sea. A los que lo tienen yo les pido que me lo devuelvan yo los perdono, si está muerto que me devuelvan así sean los huesitos pero yo quiero tener a mi hijo otra vez. La depresión y la angustia ya no la soportaba. Yo dije no, ya lo que me voy es a entiesar aquí en la casa. Yo llegué a las Madres de La Candelaria porque ingresé a un grupo de madres de la tercera edad, yo no tenía la edad para estar ahí pero me aceptaron. Entonces una madre de la tercera edad que tenía su hijo desaparecido me invitó y me trajo a las madres de la Candelaria". La historia de María Eugenia "Me desaparecieron dos hermanos el 21 de abril de 1998, uno era el ex personero de Dabeiba y el otro se desplazaba con él. El 2 de enero de 2003 sale un reportaje en uno de los periódicos en el que supuestamente había alguien condenado a 30 años por la desaparición de mis hermanos, él se llama Luis Arturo Tuberquia, alias Memín, de las Autodefensas. El 3 de enero de 2005 falleció mi mamá, yo seguí con esto porque ese fue mi gran compromiso con ella. El 16 de septiembre hay una desmovilización en el occidente de Medellín en Sopetrán y en El Colombiano sale que este señor tiene que ver con la desaparición de mis hermanos. Yo me pregunté por qué, qué hubo, qué pasó pero me llené de una gran resignación de una gran paciencia para seguir en esta lucha, ahora más que nunca tengo que saber la verdad. A los grupos armados les pido que por favor nos digan la verdad, qué pasó con tanto desaparecido que hay en Antioquia, los familiares de mis compañeras. Yo le pido a alias ‘Memín’ que me diga la verdad, dónde están los restos de mis hermanos". El drama de Darío "Mi padre es un anciano de 86 años de edad, secuestrado en Mebuquillo, corregimiento de Mutatá en Antioquia. Lo secuestra el quinto frente de las Farc, mediante un secuestro extorsivo. Hicimos los primeros contactos con ellos, no se pudo llegar a un arreglo, ya se convirtió en un festín de estafas. Hace tres años y medio lo tenemos desaparecido, yo le hago un llamado a esta gente para que nos lo entreguen libre, vivo y en paz. Porque los únicos que tenemos derecho a cuidar su vejez somos su esposa y sus hijos, no ellos. En los grupos armados no hay uno bueno ni uno malo, son todos remalos". Don Gilberto El perdón sería individual y no colectivo. Alguien que nos ha causado un dolor tan inmenso en nuestra alma no es para decir que vamos a olvidar de la noche a la mañana. Soy desplazado de Urrao por la guerrilla del cuarto frente de las Farc. Por evitar que de pronto incriminaran a mi familia, que a mis hijos se los llevaran como milicianos, me vine hacia Medellín con mi familia. Mi hija, Ángela Viviana Rodríguez Machado tenía 18 años, trabajaba medio tiempo y estudiaba medio tiempo. Se regresa a Urrao a darle una vuelta a la parcelita y en el camino la baja un grupo de paramilitares entre Concordia y Betulia, en donde estaba un grupo comandado por alias ‘René’ de autodefensas. Me la desaparecen el 18 de agosto de 2001, fui a reclamarla y no me dieron ninguna razón. Para mi no es fácil perdonar a estos señores.