Yo tenía 18 años y había escrito poemas muy románticos. Estudiaba Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes, cuando leí Poemas humanos del peruano César Vallejo. Fue revelador pues me pasó lo mismo que a García Márquez cuando leyó La metamorfosis de Kafka. Asombrada, me dije: “¡Yo no sabía que esto también se podía hacer!”. A partir de entonces comencé a explorar y a incorporar nuevas cosas en mi poesía, pero conservando mi propia voz. Nunca llegué al nivel de oscuridad de Vallejo, pero cualquiera que lea mis primeros libros encontrará su impronta. El libro me enseñó que la poesía era algo más que los poemas románticos que había leído en Gustavo Adolfo Bécquer o Pablo Neruda. También me mostró que puede escribirse poesía usando el lenguaje de una forma muy diferente: rompiendo la sintaxis, creando imágenes imposibles desde el punto de vista lógico y, sin embargo, comunicando cosas entrañables y afectivas. La de Vallejo es una poesía con un contenido político, pero, a la vez, con una carga existencial gigantesca.