Fueron 63 las horas que Bogotá estuvo prácticamente paralizada por la presencia del ‘más grande’ por las calles de la ciudad. En 1977, Muhammad Ali ya era toda una celebridad. No solo era el campeón mundial de los pesos pesados, sino uno de los mayores íconos de la lucha por la igualdad racial. Había protagonizado un pulso con las autoridades de su país, Estados Unidos, a las que desafió al negarse a combatir en la Guerra de Vietnam (1959 – 1975). Fue considerado un héroe pues sacrificó su primer título mundial, y estuvo inactivo por tres años, a la espera de terminar en algún momento en la cárcel.El 12 de noviembre de aquel 77, un sábado en la noche, aterrizó en la pista del aeropuerto Eldorado un vuelo privado que conmocionó al país. Descendieron por las escalinatas de la nave Ali en compañía de su esposa Verónica, su suegro Horacio Proshe, su hija Hana, y un grupo de seis guardaespaldas, negros, altos y fornidos como él.El vuelo había despegado horas antes desde Miami, aunque estuvo a punto de suspenderse. Uno de los guardaespaldas no tenía visado, y Ali dijo que no viajaba. El impasse fue resuelto por el propio Ministerio de Relaciones, que autorizó el ingreso de todo el personal aún sin el documento de ingreso. Esa noche una caravana los llevó por toda la Calle 26, tomaron la Carrera Séptima hasta la Calle 32, donde estaba ubicado el hotel Hilton. Allí estaban reservadas las suites presidenciales para tan importante huésped.La visita de Muhammad Alí se había concretado 45 días atrás. El 29 de septiembre, en Nueva York, en una habitación del hotel Pennsylvania, donde el ‘más grande’ reposaba en su cama después del combate que ganó por decisión a Earnie Shavers, con lo que retuvo por décima vez el cinturón de campeón mundial.Hasta allí llegó el periodista colombiano Gustavo Castro Caycedo, entonces director de la revista de farándula ‘Hit’. Le bastaron cinco minutos para convencerlo de que viniera a Bogotá, pues le dijo que era el único hombre capaz de salvar el hospital Franklin Delano Roosevelt del cierre por falta de recursos. Una obra benéfica a la que Ali no se resistió. Su única condición, viajar con su familia y su séquito de guardaespaldas.El 13 de noviembre, Alí y su comitiva se desplazaron a la hacienda Vistahermosa, una de las ganaderías de toros de lidia más famosas de la sabana de Bogotá. El ganadero, Francisco García, un ciudadano sevillano que se había radicado en el país desde 1936, organizó una corrida a la que invitó personalidades de la capital.Ali fue ubicado en uno de los palcos de la plaza y el famoso torero nacional Jorge Herrera, toreó un toro en su honor. El ‘más grande’ nunca había visto toreo y se dejó convencer. Le enseñaron a pronunciar la palabra ‘ole’ y terminó repitiéndola toda la mañana. Y lo más curioso, cuando el boxeador bajó al ruedo para entregar las orejas y el rabo al matador. Herrera le brindó su actuación con estas palabras, ‘Al deportista más grande de este siglo y digno ejemplo de la juventud‘. Ali le agradeció y después le dijo ‘Yo soy valiente, pero usted lo es más, por atreverse a encerrarse a solas con animal más peligroso que Joe Frazier‘. Al día siguiente Herrera lo visitaría en el hotel y le hizo un regalo que lo impactó. Uno de sus trajes de luces.
Tras el almuerzo, los ilustres visitantes volvieron a la ciudad y se fueron por toda la Carrera 30 hasta el estadio El Campín. Jugaban Millonarios y Nacional en partido del octagonal final. Alí apareció minutos antes por la pista atlética bajo la ovación de la afición futbolística que no podía creer ver tan cerca a quien era considerado ‘el más grande’. Hizo el saque de honor y se quedó todo el juego en la tribuna. Millonarios venció 2-1 al equipo antioqueño.
Por aquel fin de semana hubo el rumor de que el presidente Alfonso López Michelsen no quería recibirlo. Podría pensarse que por razones políticas. Pero no. El mandatario no le interesaba en lo más mínimo el boxeo. No le gustaba.En la mañana del 14 de noviembre, lunes festivo, comenzaron a aglomerarse gentes de todo tipo alrededor de las puertas de la plaza de toros de Santamaría. En su ruedo estaba listo el cuadrilátero al que ‘el más grande’ se subiría en horas de la noche.Mientras sus fanáticos esperaban la hora en que sonara la campana, Ali visitó el Hospital por el que aceptó viajar a Bogotá. Al medio día se despejaron los rumores, pues el boxeador entró en el Palacio de San Carlos (antigua sede presidencial, hoy es la Cancillería) donde fue recibido por el presidente López, a quien saludó de beso. En la tarde se reunió con comunidades afrodescendientes, se tomó fotos y firmó autógrafos, y luego un pequeño descanso en el Hotel.
Pasadas las 7 de la noche, los tendidos de la plaza estaban abarrotados por 14.000 personas. Ali se subió al cuadrilátero para una pelea de exhibición contra el único peso completo que en ese entonces tenía el país, Bernardo Mercado. Era a tres asaltos, pero Muhammad los extendió a cinco, para complacer a sus seguidores. Fue una noche para la historia.El martes 15 de noviembre Ali madrugó y se marchó a Estados Unidos con su familia y sus guardaespaldas. SE llevó un vestido de torero, hizo el puntapié inicial en un partido de fútbol, besó a un presidente, salvó un hospital y el cariño de la ciudad. Así fueron la 63 horas del más grande del boxeo en Bogotá.