Hace unos años los científicos revelaron que cada persona venía con un nivel de felicidad preestablecido desde la concepción. Según los expertos los eventos de la vida, por más negativos o positivos que fueran, no podían alterar ese coeficiente. Así, si una persona triste y negativa se gana una lotería, con el tiempo la emoción se desvanece y al cabo de un año su malhumor volverá a apoderarse de su vida. Algo similar sucede con quienes están predispuestos a la felicidad y sufren calamidades y desgracias. Al cabo de unos pocos meses habrán superado cualquier escollo por difícil que este sea. Pero recientes investigaciones hechas por el científico Richard Davidson, director del laboratorio de neurociencia afectiva de la Universidad de Wisconsin, han comprobado que ese nivel de felicidad puede mejorarse y la manera de lograrlo es con ejercicios de meditación trascendental. Davidson encontró esta respuesta en un seminario con el Dalai Lama y un grupo de monjes tibetanos en la India. Era una especie de encuentro entre la medicina occidental y las prácticas tradicionales de Oriente. En esa oportunidad Davidson les practicó a los monjes un sencillo test para saber cuál era su nivel de felicidad, que consiste en medir los niveles básicos de actividad en ciertas áreas del cerebro. Con la ayuda de imágenes diagnósticas él puede detectar que cuando las personas están ansiosas, bravas o desesperadas la parte más activa del cerebro es un circuito que cubre la amígdala (parte del centro emocional de este órgano) y la corteza prefrontal derecha, una región importante para la hipervigilancia, un rasgo típico de las personas que están bajo estrés. En contraste, entre quienes están de mejor ánimo -positivos, entusiastas y con energía- este sector del cerebro se ve más tranquilo mientras que la mayor actividad se manifiesta en la corteza prefrontal izquierda. Davidson descubrió que en la mayoría de los seres humanos ese nivel se encuentra en la mitad, es decir, que a diario lidian con emociones negativas y positivas. Los que están a la derecha por lo general sufren de ansiedad o depresión clínica y los de la izquierda, esos pocos afortunados de lavar y planchar, se recuperan de las situaciones negativas con gran facilidad. En el seminario le llamó la atención que gran parte de los monjes tenían niveles de felicidad altos, lo cual le llevó a preguntarse si la felicidad era una característica que llevaba a la vida contemplativa o si ese estado de tranquilidad era producto de alguna de las actividades preparatorias de los monjes. El experto se embarcó en otra investigación para conocer la verdad. Junto con Jon Kabat Zinn, director de una clínica para reducir el estrés en pacientes con enfermedades crónicas, llevaron a cabo un experimento tomando como voluntarios a los trabajadores de una compañía de tecnología con altos niveles de estrés. La prueba consistía en enseñarles meditación profunda tres horas a la semana durante dos meses. Antes del experimento los trabajadores se quejaban de estar muy estresados. Después del entrenamiento su cociente emocional se inclinó a la izquierda, es decir, hacia la zona positiva. Sus estados de ánimo mejoraron, se sentían comprometidos con el trabajo, con más energía y menos ansiosos. Davidson concluyó que en la meditación la gente aprende a monitorear sus estados de ánimo, emociones y pensamientos y descarta aquellas que llevan al estrés. La hipótesis de Davidson es que la meditación fortalece unas neuronas en la parte izquierda de la corteza prefrontal que inhiben los mensajes de la amígdala que causan emociones perturbadoras. También cree que robustece el sistema inmune. En un estudio encontró que si dos grupos están expuestos al virus de la gripa, los que han hecho meditación tendrán menos síntomas de la enfermedad. Aunque estos resultados son contundentes, él y otros científicos seguirán realizando experimentos similares para dar más precisión sobre los alcances de esta técnica y, sobre todo, ver la manera de que la gente logre parte de los beneficios de la meditación sin tener que exiliarse a las montañas del Himalaya.