En diciembre pasado, a cada funcionario de la Gobernación de Antioquia le llegaron dos libros en una bolsa. Cada funcionario departamental, al menos en el Palacio de la Cultura, debía firmar personalmente el recibido en la respectiva planilla. La bolsa, muy elegante: en papel propalcote de alto gramaje, de color blanco impoluto, el dibujo del Palacio de la Cultura y el nombre del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia a cada lado, con cargaderas en cinta satinada roja. Dentro de la bolsa, dos libros: Antología Mahatma Gandhi 1869-1948 y Uribe soldado de la argumentación. Diálogo del Gobernador Luis Pérez Gutiérrez con Álvaro Uribe Vélez. El primero en pasta blanda y el segundo en pasta dura, con guardas rojas, portada sobre fondo blanco y tipografía negra, y un recuadro rojo con tipografía blanca.
El paquete del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia incluía dos libros: Antología Mahatma Gandhi 1869-1948 y Uribe soldado de la argumentación. Diálogo del Gobernador Luis Pérez Gutiérrez con Álvaro Uribe Vélez. Una carta remisoria, firmada por la entonces directora del Instituto y fechada genéricamente “diciembre de 2019”, acompañaba cada paquete. En ella se hacía referencia a la obra Gandhi, a su humanismo, a su autoridad moral y ética, a la verdad y la no violencia como práctica. Invocando su pensamiento y su accionar, y con la pretensión de conmemorar los 150 años de su natalicio, se publicaba un compendio de su “valioso legado”. Sin embargo, pese a que el otro libro, el del diálogo entre el entonces gobernador de Antioquia y el expresidente Uribe, era entregado con aquel compendio en la misma bolsa, en la carta remisoria no se hacía referencia a él. ¿Qué pretendía la gobernación, entonces, con este regalo navideño? A primera vista, todo encierra una intención política –o, más que política, electoral–, acompañada de un simbolismo light, tan de moda en los últimos tiempos. El simplismo de la bolsa blanca y la portada blanca, en relación con la paz; las colgaderas y la franja roja, en relación con las ideas liberales; y, sobre todo, esa especie de pedestre oxímoron que entraña juntar el pacifismo gandhiano con las ideas del “soldado de la argumentación”, como se refieren al expresidente Uribe en el título. Leer al déspota: Carolina Sanín escribe sobre Álvaro Uribe Vélez Gandhi y Uribe encarnan dos posiciones ideológicas tan alejadas la una de la otra que indigna, como pretende el regalo navideño de la Gobernación de Antioquia, equiparar el espíritu volcánico y guerrerista local del segundo con la vocación humanista universal del primero. La pretensión de mostrar al gobernante colombiano, de manera insistente, como un abanderado de la paz es tan superficial, elemental y grosera que ofende la concepción que de la cultura y el patrimonio tuvo la anterior administración departamental. A esto se suma la extrañeza que produce la idea, surgida de la nada, de celebrar los 150 años de Gandhi y su legado con aquel insólito regalo. La pregunta que surge es: ¿cuáles fueron las actividades en relación con la no violencia en la programación del periodo gubernamental de Antioquia 2016-2019? ¿Qué políticas de gobierno guió ese principio orientador? Se sabe poco o nada de esas actividades. Por eso sorprende que en el último mes de su gobierno, a pocos días de expirar su mandato, se entregue un libro que exalta, paradójicamente, la verdad, el humanismo, la ética y otros principios rectores similares. También llama poderosamente la atención que la presentación de los dos libros inicie invocando la verdad: “La verdad es el corazón del humanismo. El humanismo conlleva un compromiso con la búsqueda de la verdad y la ética”, se lee en el libro de Gandhi; “Ningún propósito sale adelante sin la verdad. Ninguna sociedad prospera sin la verdad. Una sociedad puede ser inviable, si la verdad que se marchita es del tamaño de lo sueños colectivos que oscurece”, se lee en el libro sobre Uribe. Más que un leit motiv, esta parece una excusa de antemano y, como dice el dicho, “explicación no pedida, acusación manifiesta”. De ahí que el libro sobre Uribe pareciera un juego de espejos, donde encontrar la verdad es complejo entre tanta salamería, honorabilidad, buenas intenciones, incomprensiones, diminutivos y silencios clamorosos que la esconden. Por ejemplo, en él no se menciona la Operación Orión, que en otro libro de su literatura gubernamental, Demasiado tarde para tener miedo -en 2003-, Luis Pérez reclamó como iniciativa suya, pues amenazó con renunciar como alcalde si el entonces Presidente de la República no lo ayudaba a “pacificar la Comuna 13” (p. 30). Además, es curioso que la carta de remisión de la directora del Instituto y la ‘Presentación’ del libro por parte del Gobernador inicien con las mismas palabras y, aunque luego varíen en la estructura, el escritor fantasma –ghostwriter– o “escribidor”, en términos vargasllosianos, intercambie frases y las reordene para tratar de hacer dos cosas diferentes con las mismas ideas. En una imagen: Álvaro Uribe, el "joven fogoso" Pero más allá de simbolismos ramplones y del uso de los recursos públicos para hacer guiños políticos, hay otra pregunta: ¿por qué publicarlo con los escasos recursos públicos de la cultura? En un cuatrienio que no se caracterizó por destinar recursos públicos propios para el patrimonio y la cultura, pues la mayor parte provinieron de transferencia nacional, ¿de dónde salieron los recursos para esta obra? ¿A qué política editorial corresponde? En algún video promocional sobre rendición de cuentas se habla de la creación del Fondo Editorial del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia. Al buscar la existencia de este fondo dentro de la normativa en la página web del Instituto, el lector se encuentra con la Ordenanza 06 de 27 de octubre de 1978, por la cual se disponía la publicación de autores antioqueños; no hay referencia de alguna norma nueva. Tampoco aparecen políticas editoriales ni convocatorias ni nada similar. Tiempos ha que la Colección de Autores Antioqueños rescataba, comentaba y anotaba la obra histórica de autores como el “Cojo” Benítez o Manuel Uribe Ángel, la obra literaria de Tomás Carrasquilla o les abría espacio a autores entonces nuevos y desconocidos, como Tomás González, el de Primero estaba el mar, años antes de que ciertos críticos lo llamaran el “secreto mejor guardado de la literatura colombiana”. ¿Bajo qué criterios se publicaron las obras en este periodo gubernamental? Poco se sabe, pues en este cuatrienio de “Antioquia piensa en grande”, la lista de obras es limitada en número y calidad; acaso siete libros. Pobre y fantasmal producción en un gobierno que pretendía que sus habitantes empezaran “a consumir cultura, así como consume jugo, licor”, como dijo folcloricamente el gobernador Pérez en la presentación de libro sobre el pintor Ramón Vásquez. Un nuevo libro explica cómo los conservadores usaron el lenguaje para forjar la idiosincrasia nacional El catálogo de publicaciones al que pertenecen libros como los del regalo navideño no responden a ningún criterio editorial ni a convocatorias ni a procesos, sino a decisiones caprichosas, con visiones culturales trasnochadas o por intereses electorales. Todo esto oculto en palabras grandilocuentes de supuestas orientaciones, como la planteada en la contraportada del libro dedicado a Uribe: “La idea, un tanto ambiciosa, es construir publicaciones en las cuales, por medio de conversaciones amenas y profundas, se puedan encontrar las explicaciones, los detalles y las luces de la verdad, sobre aquellos acontecimientos importantes respecto a los de los cuales quedaron dudas, preguntas”. Una orientación editorial surgida en el último mes del último año de gobierno: que clara y conveniente política editorial que solo da tiempo para una sola publicación. Al mirar su contenido, más que el respeto por la cultura y la investigación, algunas de estas obras demuestran la arbitrariedad y el irrespeto. Por ejemplo, al inicio de la administración, en el marco de un proyecto de arquitectura religiosa del que resultaría un libro, la directora del Instituto de Cultura y Patrimonio pidió no hacer investigaciones costosas, sino una compilación de textos de Wikipedia, pues lo que necesitaba el gobernador Pérez era un libro de fotografías para dar como regalo. Olvidada la investigación, el producto fue un libro de pasta dura, con buenas fotografías sobre iglesias de Antioquia, con texto cortos donde la arbitrariedad histórica, la carencia de conocimientos taxonómicos, arquitectónicos y otra cantidad de errores campea. Basta con leer detenidamente lo que se dice en el párrafo inicial sobre la iglesia del pueblo de Angostura: “Construida durante la Guerra de los Mil Días, este templo de estilo románico con capiteles dóricos y arcos de medio punto, fue erigido a principios del siglo XX” o sobre la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes en el municipio de Caldas: “Construida en el periodo colonial, hacia 1793 y es obra de los arquitectos Agustín Goovaerts y Tomás Uribe”. En este último caso, ¿cómo puede pueden Goovaerts y Uribe, arquitectos del siglo XX, haber construido una iglesia en 1793? Tremendos anacronismos y groseros errores históricos propios del copy paste. Ese es el legado de un Instituto de Cultura cuya actividad editorial inició con un libro dedicado a las mujeres escritoras de Antioquia en el que, por su falta de rigor, se incluyó al poeta Helí Ramírez, y terminó con la verdad, la paz y el humanismo de Uribe, desde la amenidad y profundidad de Luis Pérez. ‘El regreso del uribismo’, lo nuevo de León Valencia