Hay un grupo de personas cuyo aporte ha sido clave para el logro del nuevo acuerdo entre el gobierno y las Farc: los 5.765 guerrilleros que armados y quieticos en las 26 zonas de preconcentración, esperan retomar sus vidas - hoy en pausa- una vez se logre un consenso amplio en torno a este documento y avance su implementación.Meses antes, una oleada de optimismo y curiosidad por conocerlos y contar su historia se tomó las redacciones de los medios, las selvas y montañas para traernos noticias frescas  de lo que pensaban y hacían en preparación para la paz, para los tiempos del posconflicto. Las imágenes se repetían: un grupo de guerrilleros sonrientes bañándose a la orilla de una quebrada, una guerrillera serena y hasta coqueta posando en medio de la montaña; la instantánea de un gesto de amor entre una pareja de guerrilleros; el picadito de fútbol para mantenerse en forma y entretener el tedio. A un lado, como quien parquea la guerra, armas y pertrechos. Pero la paz se enredó por el camino y frenó ese paso definitivo para que salieran del monte. Tras el fracaso en la refrendación del Acuerdo, muchos rogábamos que a nadie –guerrilleros o ejército-  se le fuera a soltar el gatillo, temiendo que la más mínima chispa volviera a prender la guerra. En este deporte nacional que es desconfiar del otro, algunos lanzaban cerillas: ¿sí será que se van a quedar quietos?, ¿no tendrán un guardado en el monte, por si acaso? Cualquier gesto podía ser un paso en falso, el fin de la frágil confianza, la confirmación de  los peores vaticinios y el triunfo de esa  mirada de soslayo siempre lista a soltar un “se los dije” y descalificar el compromiso de los guerrilleros, que sin ser ángeles ni serafines le ponían el pecho a la zozobra mientras sus jefes permanecían en La Habana, cómodos y resguardados.  Han cumplido su parte. Y, hasta donde se sabe, de forma mucho más serena a como se ha llevado la etapa de incertidumbre y transición en este otro lado de la ecuación. Ni a la guerrillerada ni a sus comandantes se les ha oído nada tan agresivo como lo que se ha dicho y escuchado en las redes, los medios, en el Congreso y en muchos espacios de debate del país. Hasta en el exterior.En los 42 días entre el No y el nuevo acuerdo ha pasado de todo en Colombia y en el mundo. De todo. Y ellos siguen ahí, en lo que se podría decir son campamentos por la paz, paralelos a los que se levantaron en Bogotá y otras ciudades del país. Porque si “la paz a la calle” fue un factor importante para presionar que se mantuvieran las negociaciones, la quietud guerrillera en el monte también lo fue: dio espacio al debate público y  tranquilidad a las sesiones de los negociadores.En este tiempo las vidas de los guerrilleros se han visto afectadas. Armados pero vulnerables, con mucho que perder y un futuro en veremos, la opción de la guerra no les parece la mejor, como tampoco le interesa a la mayoría de los colombianos. Hoy viven en una suerte de limbo, alineados con la decisión de la Décima Conferencia de seguir adelante con el proceso de paz, pero sin poder avanzar sus propios planes. Bien lo dijo John Otis, corresponsal de Time en Colombia, en un reciente reportaje: “Ni en paz ni en guerra, los rebeldes colombianos miran y esperan”. Pero además esperan hijos, como el propio Otis cuenta: varias guerrilleras están embarazadas y esperanzadas en que pronto iniciarían una nueva vida.El cese al fuego siempre es cosa del pasado. Real hasta ayer. Sin embargo, a  medida que pasan los días la evidente ausencia de confrontaciones ayuda a confiar en que se mantendrá a futuro. Pero la verdad es que en esta coyuntura nadie lo puede garantizar. Esa fragilidad influyó en que no se dilatará esta nueva ronda de negociaciones y ojalá sea un tema real de consideración en la fase de “aprobación”.En todas estas semanas el país le ha agradecido a los negociadores del gobierno su inmenso trabajo y a las fuerzas armadas su compromiso y labor constructiva en el terreno. Hoy los colombianos valoramos la determinación de las Farc por mantenerse en el proceso, así como los aportes de muchos líderes del No a favor de un mejor acuerdo. Todos reconocemos en los jóvenes un motor para movilizar a la sociedad hacia la paz y apreciamos el voto de confianza dado por la comunidad internacional, a pesar de lo incomprensibles que parecieran los resultados de la refrendación.¿Y qué tenemos para decirles a esos más de cinco mil guerrilleros que han cumplido con su parte para que la confrontación armada hoy esté en ceros? Tal vez ya es hora de incorporarlos a la lista de agradecimientos.@Polymarti