Con Wilson. Galería Santafé
Catalejo. Museo de arte de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Mito. Biblioteca Nacional Últimamente empleo muchísimo la palabra vértigo. Me parece que ésta describe a la perfección esa sensación ilusoria de rapidez, desenfreno y ansiedad del mundo contemporáneo. Una nueva versión del planeta en el que cada segundo contiene millones y millones de bytes de información, así como infinidad de aviones que despegan y aterrizan, o de celulares que se estremecen en los bolsillos y carteras de la humanidad. Y el arte, ese oficio heredado de antaño, y que en principio dependía de la lenta evolución de la condición humana, no parece escapar a ello. Basta imaginar el diciembre de Miami o rememorar octubre, nuestro octubre, que en paz repose por una decena de meses. Ni siquiera en el tercer mundo escapamos a ello. A ese miedoso trastorno del sentido del equilibrio. Pero entre tanto invitado internacional, entre tantas verdades y mentiras a medias, entre tantas galerías nuevas y viejas, entre tanto coctel, notas de prensa, cenas privadas y públicas, ventas al por menor y al por mayor, recorridos y muestras, creo yo, se organizaron tres propuestas expositivas que, a diferencia de todo el resto, me demuestran que las cosas más importantes y trascendentes se cocinan lento. Aclaro sin embargo que, irónicamente, esos trabajos serios y conscientes, de maduración pausada son, y han sido, el germen inevitable de toda la gran parafernalia. Lo uno no sería posible sin lo otro. He ahí el sarcasmo propio de la vida y los pros y contras con los que hay que aprender a mediar. Les hablo en particular de la exposición Antológica de Wilson Díaz, “Con Wilson… dos décadas vulnerables, locales y visuales”, curada por el grupo de investigación TransHistoria; La segunda versión de “Catalejo, Retrato de familia”, una muestra que reúne el trabajo de diversos artistas egresados de la carrera de artes plásticas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y, "Mito", un ejercicio curatorial llevado a cabo en la sala de exposiciones de la Biblioteca Nacional de Colombia, para rendir homenaje a una de las revistas culturales que le dio cabida a algunas de las voces más importantes del periodismo y la literatura nacional entre 1955 y 1962. Las 3 muestras son un reflejo del profesionalismo y constancia con que algunos actores locales, paralelamente a toda esta exportación inevitable, y a mi juicio también necesaria de nuestra cultura, asumen su trabajo, sus investigaciones y la puesta en circulación del conocimiento. Poder revisar el trabajo de un artista tan local como Wilson Diaz y poder detectar los temas, astucias y declaraciones que atraviesan transversalmente su producción es algo de agradecer. Al igual que lo es la mirada dispersa pero contundente que proponen Carolina Ponce de León, con la ayuda museográfica de Juan David Laserna, en un ejercicio casi como de archivo expuesto, de numerosos artistas que algún día fueron estudiantes y que, seguramente, dudaron más de una vez sobre el devenir de su profesión. Y más, sabiendo que en Colombia existen más de 15 facultades de arte que gradúan semestre a semestre cientos de artistas a los que no les queda fácil encontrar un lugar en las industrias culturales o en el engranaje productivo de un país en desarrollo. Lo mismo sucede con el homenaje y la conmemoración que proponen el Ministerio de Cultura, en Asocio con la Biblioteca Nacional, entorno a una publicación periódica que, como lo auguraba su título, se volvió un mito en el ámbito cultural por haber sido pionera en la puesta en circulación de contenidos de gran calidad literaria así como de autores que luego se consolidarían en el mundo de las letras. Curiosamente las 3 muestras, a pesar de ser muy diferentes, comparten un denominador común: el riesgo con que asumen la museografía que lejos está de la moda del momento. Así que no siendo más, y citando burdamente a Nicolás Morales cuando hace unos meses hablaba de Cine Tonalá, espero que, además de la internacionalización del sector cultural y artístico, también se multipliquen las antologías, los catalejos y los mitos locales. Porque son esas causas y proyectos los verdaderos cimientos para evitar que nos gane la desenfrenada sensación de mareo. Desde por acá, un feliz 2015.